13 de enero de 2025
La primera empresa informática conformada por personas trans en Argentina es una cooperativa. Desarrollo web, diseño UX y marketing digital, algunos de sus servicios.
Un lugar para crecer. ALT brinda posibilidades laborales a un colectivo históricamente excluido.
Foto: Diego Martínez
¿Cuántas personas travestis trans se ven en los pasillos de las universidades? ¿Cuántas ocupan espacios en trabajos formales? ¿Qué oportunidades de desarrollarse les da la sociedad? La respuesta a todas estas preguntas suele ser «ninguna». Por lo general, las personas que integran este colectivo no terminan sus estudios ni consiguen buenos empleos, y muchas veces hasta son rechazadas por su seno familiar.
Con el objetivo de reparar esta desigualdad histórica, en 2021 se aprobó la Ley de Acceso al Empleo Formal para personas Travestis, Transexuales y Transgéneros «Diana Sacayán-Lohana Berkins» (N° 27.636). Esta norma establece que al menos el 1% de la planta de personal de todos los organismos del Estado debe estar ocupado por personas travestis, transexuales y transgénero. A tres años de este cambio paradigmático, lejos de cumplirse la ley, el Gobierno actual despidió a cientos de personas trans. Y una vez más, donde se ausenta el Estado, está la autogestión.
Desde 2020, Alt , la primera cooperativa vinculada a la tecnología integrada en su totalidad por personas trans, se encarga de realizar desarrollo web, diseño UX y marketing digital. Además capacitan y generan nuevos puestos de trabajo para el colectivo travesti trans. Ejercen el cooperativismo con perspectiva de género e inclusión.
Elena Fisher es asociada fundadora de la cooperativa. Ingresó al mundo de la tecnología después de capacitarse en desarrollo web en 2019. En ese taller aprendió cuestiones básicas para empezar, todo lo que vino después fue parte de su crecimiento dentro de Alt. «Este proyecto es mi vida, es acá donde pongo toda mi energía. Así como yo aprendí, quiero que otres aprendan, que todes tengamos las mismas oportunidades».
Alt tiene como principales clientes a otras cooperativas, ONG y empresas con impacto social. «Nuestra misión es proporcionar soluciones tecnológicas de alta calidad», dicen en su página web. Pero es mucho más que eso. El servicio para clientes se transforma en una función social cuando se piensa en el efecto que genera este espacio en la comunidad trans. «Una de las principales misiones de la cooperativa es ser el primer espacio de aprendizaje para que personas trans sin experiencia en el área puedan trabajar aunque no tengan formación. Queremos que crezcan dentro de la cooperativa. En muchos casos esta es su primera experiencia y eso nos enorgullece», sostiene Elena.
Guadalupe Godoy Lemos es de Mendoza y trabaja en el área de Administración. «De a poco vamos armando una narrativa común de aprendizaje y compañerismo –cuenta–, porque al principio la cooperativa era un puente y ahora estamos trabajando en la permanencia, para que les compañeres una vez capacitades se queden y la cooperativa crezca».
Es muy común que en las empresas de tecnología siempre predominen los varones cis. Entonces, generalmente no es el lugar donde las personas trans se sienten más cómodas. La discriminación y prejuicio están latentes, como en cualquier otro trabajo. «Históricamente es un desafío generar estabilidad para nuestra comunidad y lo estamos logrando. También queremos generar una dinámica de trabajo que nos sirva a todes para trabajar mejor dentro de los valores del transfeminismo. Hacemos mucho hincapié en los cuidados entre nosotres», explica Guadalupe.
Proyectos del bien
Tecnología es un ámbito de pleno empleo, donde los salarios están por encima de la media. Ante este escenario favorable, ¿por qué priorizan conformar una cooperativa en lugar de trabajar en relación de dependencia? «Hacemos proyectos por y para la comunidad, los llamamos “proyectos del bien” y ese es ya un valor en sí mismo. Nosotres acá tomamos las decisiones de qué proyecto aceptar y cómo hacerlo. Formar parte de una cooperativa de trabajo es un acto político, nos permite tomar decisiones que de otra manera quedarían en manos de jefes que no tienen perspectiva de género ni nuestros valores ni necesidades», asegura Guadalupe.
Para Elena, la inclusión del colectivo es el motor: «Cuando se suma una persona, nos alegra capacitar y saber que esa persona tendrá más oportunidades laborales. Este es nuestro espacio y nuestro aporte a la comunidad trans».
Luca Zuñiga trabaja en la parte de diseño UX, UI. Nació en Costa Rica y vive en Argentina hace unos años. «Para mí la cooperativa fue un salvavidas increíble, desde lo económico me ayudó a sostener el alquiler de donde vivía, que de otra manera no hubiese podido. Pasé por situaciones personales complicadas y la cooperativa siempre estuvo ahí para apoyarme, para contener y eso se valora». Luca también llegó a Alt a través de una capacitación que le permitió ingresar en el mundo del diseño y el desarrollo web desde cero. Hoy admite que la cooperativa es fundamental en su vida.
«La cooperativa pasó de ser salvavidas a ser un impulsor. Después de capacitarme, tomé la decisión de quedarme en Alt y no salir al mercado formal; elegí seguir potenciando a la cooperativa. Hoy en día, cuatro años después, tengo ya un seniority de senior, diseño UX, UI, he dado cursos en otros lados, pero siempre Alt es mi actividad número uno. Queremos que Alt crezca y que sea un lugar estable y formal para las personas del colectivo, y obviamente seguir con el empoderamiento, las capacitaciones, poder brindar las herramientas y demás», se enorgullece Luca.
Actualmente Alt es parte de la Federación de Cooperativas de Trabajo de Tecnología, Innovación y Conocimiento (Facttic) y ya tiene presencia en varias provincias del país: Chubut, Mendoza, Córdoba. «Con Guada, compañera de Mendoza, empezamos a ir a los plenarios de Facttic y empezamos ahí a meterle a pleno a lo que es el cooperativismo y a seguir aprendiendo. Todo ha sido un aprendizaje, un cambio de vida muy fuerte, fueron años de mucho laburo y de crecimiento constante», se entusiasma Luca.
Donde el Estado falta, sin trabajo digno ni políticas públicas que garanticen derechos para un colectivo excluido, donde el Estado se ausenta, está la autogestión y el cooperativismo –en este caso– con perspectiva de género.