1 de enero de 2025
El amor por la lectura se comparte en una casona de Caballito, un espacio que logra conjugar los textos con la pausa y se posiciona como centro cultural para la comunidad. Apoyo del IMFC.
Catálogo. El material de Atlántica incluye desde literatura argentina y latinoamericana hasta obras universales, con énfasis en la poesía.
Foto: Diego Martínez
La Cooperativa Atlántica nació a fines de 2021 cuando un grupo de amigos del mundo editorial decidió emprender un proyecto que fuera mucho más que una librería. El objetivo era crear un espacio que, además de vender libros, fuera un punto de referencia cultural en el barrio. Su presidenta, Carolina Aliberti, recuerda que «cuando la idea estuvo consolidada surgió la posibilidad de armar algo, uno de mis compañeros tenía una casa que llevaba mucho tiempo sin habitar y decidimos establecerla aquí, en Caballito».
Desde su origen, Atlántica se pensó como un lugar diferente a las librerías convencionales: «Queríamos que no fuera solo un comercio, sino un espacio que ofreciera actividades y un catálogo de libros en venta, que a la vez fuera nuestro negocio», cuenta Carolina, quien destaca la importancia de que el proyecto tuviera un impacto cultural en la comunidad y para eso se centraron en una cuidadosa selección de libros.
«Lo hicimos con mucho pensamiento detrás, enfocados en la literatura que nos gusta, ofreciendo algo distinto a lo que ya hay en el barrio», afirma Aliberti, y detalla que el catálogo incluye desde literatura argentina y latinoamericana hasta obras universales, con especial énfasis en la poesía, un género que aunque no es el de mayor venta, logró captar un público que lo valora. «Le damos mucha importancia a nuestra sección de poesía, algo que no suele ser lo más vendido, pero fuimos formando un público que lo agradece», añade.
Además de los libros, la cooperativa buscó crear un espacio donde la gente pudiera sentirse como en casa. «Quisimos conservar la esencia de construcción, para que quien venga sienta que está en un lugar cálido, que invita a quedarse, a leer algo mientras se toma un café», apunta Carolina y confirma que ese espíritu de integración con el barrio fue clave para que la librería-café lograra consolidarse como un lugar de encuentro para la comunidad.
Transición clave
«Arrancamos en la última parte de la pandemia, cuando todavía era obligatorio usar barbijo, fue un momento raro, pero el barrio nos recibió muy bien», cuenta Carolina y destaca que, a pesar de atravesar hoy un contexto económico complicado, «estamos contentos porque crecimos un montón». En ese proceso, el espacio fue evolucionando, primero con un café más grande y una librería pequeña, pero con el tiempo, el enfoque cambió. Hoy Atlántica es más una librería, «nuestro principal objetivo», con un café más chico con pocas mesas, un ajuste que permitió que el público lector fuera ganando protagonismo. «Afinamos ese público para que quien venga, lo haga con el interés de leer, asistir a una presentación o simplemente disfrutar del espacio», explica Carolina, destacando cómo el equilibrio entre el café y la librería logró consolidarse.
Calidez. El público lector es el principal protagonista en un espacio cultural donde también se puede disfrutar un rico café y asistir a presentaciones y talleres.
Foto: Diego Martínez
La relación con editoriales y distribuidoras también fue clave en este crecimiento. «A medida que pasó el tiempo nos fueron conociendo y confiando más en nosotros, lo que nos permitió ampliar el catálogo y estamos muy contentos con lo que logramos, aunque el contexto no siempre ayude», reconoce Carolina, en referencia a las dificultades económicas que atraviesa el sector. Aunque los libros se encarecieron, la cooperativa trabaja para que sigan siendo accesibles, ofreciendo promociones y pensando estrategias para facilitar el acceso a la lectura.
En cuanto a proyectos futuros, Atlántica tiene en mente una sección de ejemplares de segunda mano. «Por ahora vendemos solo nuevos, pero tenemos pensado armar una linda sección de libros usados, para la gente que tiene un presupuesto más ajustado. Aún no lo concretamos, pero es uno de nuestros objetivos», anticipa y resalta que el propósito principal es que las personas no se vayan sin un libro en las manos.
Punto de referencia
Pero no todo es venta de libros –acompañados por un café–. El espacio también se consolida como un punto de referencia, a través de actividades como talleres que, aunque no son siempre rentables, ayudan a mantener vivo ese espíritu de comunidad. «Hay muchas actividades que hacemos, como talleres, que no son precisamente redituables, pero nos ayudan a mantener ese lugar de encuentro que queremos ser para el barrio», explica Carolina.
Hoy la Cooperativa Atlántica está conformada por un equipo de aproximadamente diez personas. «Físicamente, en el día a día, somos tres o cuatro los que estamos en la librería y el café, pero los demás cumplen otras funciones. Cada uno fue encontrando su rol a medida que fuimos creciendo», concluye la presidenta y celebra que la organización recibió apoyo financiero para seguir creciendo, un microcrédito del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, que les permitió impulsar nuevas ideas, equipamiento e infraestructura, para seguir consolidándose como un espacio cultural comprometido con la comunidad. Y un lugar donde la literatura, el encuentro y el crecimiento colectivo van de la mano.