6 de julio de 2023
Recurrencias
León Ferrari
Museo Nacional de Bellas Artes
Simbólica. La obra del artista apuntó contra la Iglesia católica y la dictadura.
Foto: Prensa
El Museo Nacional de Bellas Artes expone una muestra antológica y póstuma de uno de los más grandes artistas nacidos y criados en esta patria. No es un detalle menor poner el acento en el asunto de lo póstumo, que siempre y hasta hace muy pocos años, cuando se rompió el hechizo mortuorio con Guillermo Kuitca (por suerte bien vivo), era requisito para merecer una antológica en nuestro museo insignia. Gracias a la gestión de su actual director, Andrés Duprat –curador de esta muestra junto a Cecilia Rabossi–, este hecho fatal dejó de ser un requisito. Qué felicidad habría implicado para el gran León Ferrari ver a una buena parte de su trabajo (más de 250 piezas que van desde mediados de los 60 hasta su muerte) enmarcado por las paredes del Bellas Artes.
En fin, a la inauguración fueron sus admiradores, sus colegas, los sobrevivientes de su generación y, claro, no faltaron los funcionarios del rubro cultural tanto de la Ciudad como de la nación. Recurrencias, el nombre elegido para esta exposición, efectivamente recurrirá a lo largo del tiempo como corresponde a la obra de los grandes hombres y mujeres que crean en sintonía con el tiempo y el espacio en el que les toca vivir, pero que por su genialidad consiguen trascenderlo. Eso sucede con León Ferrari.
Desde el principio, sus tintas y collages experimentales llamaron la atención de los críticos y sus obras menos sutiles abrigaron la protesta de muchas generaciones: apuntaron contra el onganiato, la última dictadura y las autoridades represivas de la Iglesia católica. A favor de la vida, de la injusticia, de las mujeres (su compañera fue un pilar de su trabajo), sus predilecciones ideológicas no contaminaron su trabajo, sino que lo potenciaron desde la belleza, la provocación y el experimento.
«A lo largo de más de medio siglo de prolífica producción, una serie de preocupaciones recurrentes ‒como la religión, la intolerancia, el poder y la violencia‒ acompañaron a León Ferrari», explican Rabossi y Duprat, los curadores. «Su posición crítica sobre la matriz cultural occidental y cristiana estuvo atravesada por la ironía y el sarcasmo. Buscaba despertar conciencias; planteaba el arte como un “altavoz”, un instrumento para transmitir y amplificar ideas, y reivindicaba su valor cuestionador», agregan.
Recurrencias está organizada en cuatro núcleos. El primero, «Abstracciones», se centra en obras que el artista denominaba «abstractas», donde la línea es un elemento central. «La civilización occidental y cristiana», el segundo eje, se articula a partir de la icónica obra homónima realizada en 1965 para el Premio Di Tella, ocasión en que fue censurada por motivos religiosos. Esta pieza abrió su producción definitivamente política.
«Infiernos y otras cuestiones devotas» se concentra en el estudio que Ferrari emprendió, desde la década del 80, de los textos y la iconografía cristiana. Investigó entonces la violencia de ciertos pasajes de la Biblia, y cuestionó la idea del Infierno y su representación en la historia del arte. Por último, «Ciudades y arquitecturas de la locura» despliega planos y urbanizaciones que exhiben aspectos ilógicos e irracionales de la sociedad moderna, expresiones con las que manifestó la enajenación de esos espacios habitables y expuso la opresión de los terribles años de la dictadura militar argentina. Como parte de la muestra, también se exhibe al aire libre, en los jardines que se extienden detrás del edificio del museo, la escultura lúdica «Berimbau».