27 de diciembre de 2025
Lux
Rosalía
Columbia

Prisma. Rosalía construye una catedral sonora que integra músicas de muchos siglos.
Foto: Prensa
El nuevo disco de la catalana Rosalía se erige como una catedral sonora que integra músicas de muchos siglos: funciona como una ópera, tiene un fuerte condimento de pop y electrónica, se desliza por el folclore y por grageas de rap y trap. Lux es su cuarto álbum y, en esencia, un gesto: solo así se comprende la desmesura de estar cantado en 14 lenguas: catalán, castellano, árabe, inglés, francés, alemán, hebreo, italiano, japonés, latín, mandarín, portugués, siciliano y ucraniano.
De la Sinfónica de Londres dirigida por el islandés Daniel Bjarnason a una frase que se repite con un mantra sexual («I’ll fuck you till you love me»), Lux parte de un primer single titulado «Berghain», en el que se advierten los trazos de la trama del disco. Rosalía se para sobre el réquiem «Dies Irae» de Giuseppe Verdi y comparte el canto con Björk con un verso que es una sentencia que subraya lo que la cantautora española, en definitiva, viene a decirnos: «La única manera de salvarnos es a través de la intervención divina».
A los 33 años, y después de la consagración como artista global en 2022 con Motomami, Rosalía confirma en su mirada contemporánea enfocada en las tradiciones que es una de las artistas más originales y talentosas de este siglo. Contó que Lux es el resultado de un período de «turbulencia personal», y las crónicas apuntan a su separación del puertorriqueño Rauw Alejandro, paladín del reggaetón, a quien le dedica varias canciones. En el vals «La perla» maneja un despecho de alcoba a la manera de Shakira: «Hola, ladrón de paz/ Campo de minas para mi sensibilidad/ Playboy, un campeón/ Gasta el dinero que tiene y también el que no/ Él es tan encantador/ Estrella de la sinrazón/ Un espejismo/ Medalla olímpica de oro al más cabrón/ Tienes el podio de la gran desilusión/ La decepción local/ Rompecorazones nacional/ Un terrorista emocional/ El mayor desastre mundial».

Rosalía va de lo sagrado a lo prosaico, sin escalas. La necesidad de ser «tomada por las santas» en una iglesia convive con el frenesí obsceno de las redes. No extraña entonces que una de las canciones se titule «Dios es un stalker» (en el lunfardo de la web, stalker es quien persigue a alguien con obsesión, una manera del acoso). Lux es un prodigio de la edición, tanto en la lírica como en lo sonoro.
Constituido por capas de música y sentido que se superponen, el efecto es embriagador y a vez desconcertante.
«El disco es un puzle eterno –le dijo a El País–. Intenté también leer en otros idiomas, poesía escrita por estas santas que habitan el disco. Ver su forma de escribir, empaparme de todo esto. Resueno en varias religiones, en el budismo, en el islam, en el cristianismo, en el hinduismo. Creo que todas tienen cosas que me permiten ampliar mis horizontes y mi idea de la espiritualidad».
Esa idea abarcativa también es geográfica. En una de las canciones más bellas, «Reliquia», sostenida por cuerdas y electrónica, menciona a Jerez, Roma, Barcelona, París, Los Ángeles, Milán, Berlín, Granada, Bangkok, Buenos Aires y otras tantas ciudades. El verso que destaca es «Pero mi corazón nunca ha sido mío, yo siempre lo doy/ Coge un trozo de mí, quédatelo pa’ cuando no esté/ Seré tu reliquia, soy tu reliquia». Y, sobre el final: «Huyendo de aquí, como hui de Florida/ Somos delfines saltando, saliendo y entrando/ en el aro escarlata y brillante del tiempo/ Es solo un momento, es solo un momento/ Mar eterno y bravo, la eterna canción/ Ni tiene salida ni tiene mi perdón».
Atravesado por el alma femenina y por un afán de trascendencia, Lux se inscribe dentro del concepto pop del «disco de divorcio». Dialoga con los musicales y las grandes óperas rock del siglo XX y, aún debajo del mohín pretencioso, sobresalen grandes canciones de amor y dolor. Por caso, «La rumba del perdón». Rodeada de dos soberbias artistas de su palo como Estrella Morente y Silvia Pérez Cruz, pura fibra flamenca, Rosalía canta con una desolación estremecedora, más cerca del tablado que del templo.
