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Invitados a debatir

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Ezequiel Obregón

La celebración
Autores: J. Villafañe y M. Santos Iñurrieta
Director: M. Santos Iñurrieta
Elenco: I. Almus, E. Calvo, A. Castellani, D. Kamen, S. Lumbardini
Sala: Sala Solidaridad del CCC

Intercambio. La obra es, como su título lo indica, una ponderación alegre de la reunión.

Foto: Prensa

La celebración. Una comedia para los que vendrán acaba de estrenarse en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Se trata de un espectáculo con dramaturgia de Juano Villafañe y Manuel Santos Iñurrieta, quien además asume el rol de director. Durante su carrera teatral, Iñurrieta desarrolló una línea de trabajo brechtiana, cualidad ya muy patente en sus primeras obras, como El apoteótico final organizado, Siberia o Charlie, exponentes de la agrupación El Bachín Teatro.

En su más reciente espectáculo, la potencia estética y política de Brecht vuelve a cobrar espesor en una tertulia que convoca a un grupo de artistas, intelectuales y, además, amigos. La convergencia de miradas entre Villafañe e Iñurrieta implica también una dialéctica entre generaciones y un impulso creativo para pensar nuestro complejo presente como argentinos y también como latinoamericanos. Así se puede entender el desarrollo de La celebración, interpretada por Irene Almus, Eduardo Calvo, Alfredo Castellani, Diana Kamen y Sergio Lumbardini, con música e intervenciones de Martina Greiner.

La obra es, como su título lo indica, una ponderación alegre de la reunión, de ese momento tan necesario para poder debatir ideas. Cada uno de los actores logra destacarse, a fuerza de sostener la sinergia y la verborragia que el espectáculo les exige. Hay mucha comicidad verbal y física, en un escenario cuyo epicentro es el de una mesa que convoca a los invitados, que amenizan la fiesta con alcohol. En torno a ese encuentro se sucederán anécdotas y reflexiones en donde la política, claro está, es una protagonista más. 
Son especialmente celebrados por los espectadores aquellos momentos en los que irrumpe un humor absurdo que encuentra su principal caudal expresivo en la gestualidad de los actores, como sucede con la aparición de un loro (al lado de su efectivo ventrílocuo) convocado para narrar un insólito crimen del que es protagonista. También hay mucha emotividad vinculada a la intervención sentimental de los artistas: se destaca la actriz que compone Irene Almus cuando da cuenta de ese instante mágico que fusiona al titiritero con el títere, situación dotada de alquimia.

La propuesta de La celebración puede distanciar inicialmente a aquellos que busquen una «pieza bien hecha», pero a medida que avance el espectáculo será su propia lógica la que los sume como un engranaje más. No hay, como podrá advertirse, un conflicto con una línea cronológica que lo desarrolle; hay, en cambio, un festivo escape a la impronta realista, que lleva a los propios personajes a poner la lupa del artificio sobre los modos con los que eligen darles entidad a sus propuestas dialógicas y desarrollar, entonces, una correcta agenda. Una idea que se reiterará durante toda la obra para poder resignificarse en su vinculación con lo social.

En suma, con La celebración asistimos a la perfección de un trabajo sobre la materialidad de la escena, sobre qué puede hacer un cuerpo poético en su dimensión política. Se trata de pensar los cuerpos que nos interpelan y que, como ocurre en la obra, nos abren las puertas de sus casas para repensar las líneas acción de los que estuvieron, de los que están y, sobre todo, de los que vendrán.

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