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Las piñas de la vida

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Alejandro Lingenti

La Máquina
Dirección: G. Ripstein
Protagonistas: G. García Bernal, D. Luna, E. González, J. Perugorría, L. Méndez
Disney+

Dupla. García Bernal y Luna interpretan a un boxeador veterano y a su manager y amigo.

Foto: Prensa

Ya pasaron más de 30 años del primer encuentro artístico entre Gael García Bernal y Diego Luna. Fue en la telenovela mexicana El abuelo y yo (1992), cuando los dos eran adolescentes y seguramente empezaban a soñar con una carrera como la que finalmente han tenido.

Después vinieron films exitosos como Y tu mamá también (2001) y Rudo y Cursi (2008) y la creación en sociedad de la productora Canana Films, conocida por películas como Sin nombre (2009), Miss Bala (2011) y la célebre y premiada internacionalmente No (2012), del chileno Pablo Larraín.

La Máquina marca el reencuentro de esta eficaz dupla en la era de las plataformas de streaming, con el soporte de un gigante como Disney para darle más volumen a la apuesta. Se trata de una miniserie de seis capítulos que García Bernal y Luna idearon juntos y desarrollaron con un equipo a la altura de las circunstancias: Gabriel Ripstein (hijo del prestigioso cineasta Arturo Ripstein) en la dirección y Julián Herbert (un escritor muy valorado en México) y Monika Revilla (guionista de un suceso como La casa de las flores) en el desarrollo de la historia.

Cruzando el thriller con la comedia, La Máquina retoma un tópico muy transitado: el del boxeador veterano que busca una última oportunidad para acercarse a la gloria. El boxeador es García Bernal (con un physique du rôle no del todo adecuado, no tanto por su talla, sino por un rostro en el que no se registran huellas de ninguna batalla) y su manager se llama Andy, un Luna que, curiosamente, sí aparece con un semblante transfigurado por las cirugías estéticas a las que su personaje es adicto.  

Andy es un fanfarrón con demasiadas ambiciones y pocos escrúpulos. Sobrelleva como puede la relación con una esposa que desea tenazmente un hijo que él no puede darle y, a la vez, con una madre cuyo vínculo queda obscenamente claro cuando le dice «solo dos hombres supieron cómo tocarme: vos y tu padre», mientras él, obediente y sumiso, le masajea los pies.

Aún con los dramas y las oscuridades que atraviesa, ese manager que en Argentina llevaría adherido el mote de «chanta» es el que sostiene la veta más cómica de la serie. El púgil de Gael, una «máquina» que cada vez funciona peor, también tolera sus propios fracasos con pinceladas de humor, pero su parte en el relato es la del melodrama y la redención. 

A medida que la serie empieza a enfocarse con más insistencia en la crisis de la masculinidad del hombre que interpreta García Bernal, el dinamismo y la gracia de los primeros capítulos se debilitan y la apelación al flashback que resuelve el misterio de las alucinaciones del personaje denota cierta pereza de parte de los guionistas.  

La idea de los dos amigos que añoran los días de gloria es buena y está muy bien planteada en un primer episodio tan divertido como desbocado, que promete un bromance (acrónimo de «brother» y «romance» que alude a un vínculo afectivo intenso pero sin sexo entre dos varones​) con un potencial algo desaprovechado. Esa relación fraternal en la que cada uno cuida al otro de las heridas autoinfligidas merecía un espacio mayor, finalmente invadido por una profusión de líneas narrativas secundarias que la terminan opacando.

Aun así, la química entre García Bernal y Luna es indiscutible y nos regala varios pasajes explosivos y entrañables. Su reencuentro en La Máquina no deja de ser una buena noticia.   

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