3 de marzo de 2025
Literatura de base
Martín Gambarotta
Mansalva
168 páginas

Tratado de estética. El autor ensaya sus verdades sobre la cuerda floja de la certeza.
«El punctum de una foto es ese azar que en ella me despunta (pero que también me lastima, me punza)», escribió Roland Barthes en La cámara lúcida. Dieciséis años después, ese concepto, que acuñó para describir el escalofrío que le generaba una imagen impactante, nombraría un poemario escrito por Martín Gambarotta que lo volvería un referente de la poesía argentina de los años 90. Lo que tal vez muchos no sepan es que además de ser un gran poeta es, también, un conferencista locuaz, un ensayista interesado en los misterios del peronismo o un crítico cultural que reflexiona sobre el debut de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Esta antología –a cargo de Emilio Jurado Naón, editada por Mansalva– alumbra esos territorios poco frecuentados.
El libro está estructurado en cinco ejes: «Estética», «Estado», «Traducción», «Retratos» y «Prosas». Se agregan dos extensas entrevistas al autor, que contribuyen a expandir su universo, y un epílogo de Jurado Naón que aporta algunas claves para anclar el sentido de una obra que podría leerse como diferentes piezas que se encastran como un puzzle.
Con displicencia, sin artificios, navega de un objeto cultural o personaje a otro; pasa de Axel Kicillof a Thomas Pynchon, del Indio Solari al copamiento del Cuartel de La Tablada. Expresa su modo de sentir la poesía y analiza la lengua argentina: «Si en este país, como dice Pynchon, el Estado vive en los músculos de la lengua, la misión de la poesía contemporánea es soltar la lengua», afirma. La poesía, define, puede ser ese modo de doblegar aquel enano fascista que esculpe la verba vernácula: «La misión es soltar una lengua alienada por años de control a cargo del Estado policial (…) de sostener que son criterios válidos para escribir, con la adrenalina que provoa correr el riesgo de estar completamente equivocado».
Sus textos funcionan, también, como un muestrario de lecturas: poetas estadounidenses, como Ezra Pound o George Oppen, se entremezclan con latinoamericanos como el chileno Gonzalo Millán o el argentino Ricardo Zelarayán. Gambarotta los analiza para describir cómo la poesía puede ser la válvula de escape de una lengua en conflicto. Algunas metáforas que utiliza para describir ciertos procesos poseen una belleza y una elocuencia notables, como esta acerca de Sergio Raimondi: «Los versos son casi como cables de alta tensión diseñados para transmitir una información en un momento concreto».

También reflexiona sobre Gulp!, el disco debut de los Redondos, en un notable ensayo que va desde la publicación autogestiva hasta el análisis de la época: «Las canciones de Gulp! salen a cuestionar el orden establecido, las reglas del juego para ser visible en ese tiempo primaveral: la frecuencia modulada y la televisión». Advertirá también cómo durante los 90 el mercado editorial desdeñaba a la poesía, dejando una pregunta flotando en el aire: ¿Y en la actualidad?
Al criticar dispara munición gruesa: sobre el poeta Daniel Durand, por haber denostado a Juan Gelman por su pasado montonero, dirá: «Durand es un cagador». También despliega una batería de ideas en torno a la traducción («Traducir es señalar»). Por momentos despliega casi una poesía en prosa. Como en este comienzo del perfil «El justicialista»: «Este es. Fuma con los pioneros, hinca el diente con los curadores, hace que fuma con los banqueros, negocia pastas con gardelitos, diserta sobre ditirambos ante auditorios de alondras varoneras, se pierde en la práctica de un pasatiempo draconiano hasta la extenuación».
En el epílogo, Jurado Naón define Literatura de base como «un tratado de estética que se ha ido puliendo a lo largo de décadas». Gambarotta es un poeta que ensaya sus verdades sobre la cuerda floja de la certeza.