4 de mayo de 2024
La garra de hierro
Director: Sean Durkin
Intérpretes: Z. Efron, J. Allen White, H. McCallany, H. Dickinson, S. Simons y L. James
País: Estados Unidos
A las patadas. El cuadrilátero de la lucha libre como metáfora de la era Reagan.
Foto: Prensa
Contrario a lo que pueda suponerse, la historia de los hermanos Von Erich, famosos en la lucha libre de los años 80, no es una biopic deportiva. No sigue la estructura de esfuerzo, sacrificio y superación para alcanzar la gloria porque la tragedia marca el pulso del relato. «Desde que era niño, decían que mi familia estaba maldita», comenta Kevin Von Erich (Zac Efron, el ex High School Musical que exhibe una transformación física notable para la ocasión), con una frase que traza los lineamientos de un profundo drama familiar.
El director Sean Durkin (de la interesante El refugio, con Jude Law) ubica en el centro de la trama a la sólida unión entre los cuatro hermanos: Kevin (Efron), Kerry (Jeremy Allen White, protagonista de la serie El Oso), David (Harris Dickinson) y Mike (Stanley Simons). La conexión se ve fortalecida por el vínculo tóxico que mantienen con su padre Fritz Von Erich (Holt McCallany), un excompetidor frustrado de lucha libre que ahora representa a sus hijos en el negocio de la World Wrestling Entertainment.
El patriarca de la familia, a quien se dirigen como «señor», coarta las libertades y elecciones personales de los adolescentes (uno quiere ser músico, otro participar de los juegos olímpicos en la disciplina de lanzamiento de disco), con una actitud que, de alguna manera, desencadena el destino trágico de la familia. Realizada bajo el sello de la productora A24, la película cuenta con algunos elementos de la estructura narrativa del melodrama. Por ejemplo la llegada de Pam (Lily James), quien le ofrece a su novio Kevin una perspectiva de vida diferente y pone de manifiesto la presión ejercida por el padre como un calvario innecesario y doloroso.
La figura paterna se convierte de esta manera en una sombra que obnubila los deseos de los hermanos y los transforma, uno a uno, en carne de cañón. Sin embargo, resulta interesante la manera en la que Durkin deja siempre la tragedia fuera de campo, para evitar el llanto explícito y transmitir, por el contrario, un clima de angustia contenida por las situaciones adversas. Sin juzgar en ningún momento a los personajes, explora sus perspectivas y sus puntos de vista, permitiendo entender las decisiones erráticas que los mantienen atrapados en un ciclo opresivo.
Otro punto notable del film es la reconstrucción de la década del 80, marcada por el espectáculo y la ostentación (de músculos, de éxito artificial, de un show triste y decadente), que esconde debajo de la alfombra los dramas vividos puertas adentro de los hogares. Una época representada a través de una familia de Texas que rinde culto al físico y al trabajo corporal, devota de la iglesia católica y los valores republicanos. Desde ese tiempo y espacio accedemos a su fatalidad y comprendemos sus elecciones y limitaciones a la hora de modificar su destino. De esta forma, Durkin, quien también escribe el guion, toma la historia real de los hermanos Von Erich para establecer el cuadro de situación de los primeros años de la era Reagan, con su estética VHS en los programas de televisión, los discursos sociales de rudeza absorbidos por la población menos culta de Estados Unidos y su repercusión negativa llevada al límite de lo incomprensible. Después de todo, La garra de hierro es el viaje emocional de Kevin, su protagonista: con la metáfora del cuadrilátero como campo de batalla (son mayores similitudes a El luchador de Darren Aronofsky que a Rocky), enfrenta los golpes que recibe su alma.