20 de enero de 2025
Cuando caigan todas las promesas
Irene Kleiner
Editorial Corregidor
207 páginas
Lazo filial. En su primera novela, la autora se ocupa de temas como la familia y la política.
Irene Kleiner es escritora, psicoanalista y docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Formada en el taller de escritura de Pablo Ramos, obtuvo el segundo premio en el Concurso Fundación Victoria Ocampo en 2013 y en 2015, por sus cuentos «El plazo» y «Tan lejos siempre», respectivamente. Además, resultó ganadora del Primer Premio de Narrativa en el Concurso Nacional de Cuento y Poesía Adolfo Bioy Casares por el libro Todos los mundos, ninguno. Con Cuando caigan todas las promesas la autora publica por primera vez una novela.
Kleiner elige a Luna para fijar el punto de vista de este relato, en el que se mezclan lo biográfico y lo histórico, con la memoria como figura intersticial, como moduladora entre ambas esferas. En el comienzo, Luna es llamada para asistir a su madre, quien debió ser sometida a una intervención de emergencia e intenta sobrevivir en la habitación de una clínica. A partir de este momento, el personaje principal-narrador oscilará entre diversos tiempos, lo que le permitirá reconstruir qué aspectos del pasado la constituyen, pero también con qué marcas deberá ajustar cuentas.
En el derrotero de Luna, lo espacial también es, de algún modo, temporal. Convocada a asistir a esa madre que comienza a ser espejo de ella misma, la sala de la clínica se religa con aquella otra en donde estuvo su padre, ya muerto. La autora propone una línea de tiempo zigzagueante, que se ofrece de manera orgánica, conectada por diversos soportes de la memoria que se vinculan de distintas formas. De este modo, el lector se nutrirá de la novela familiar a partir de las cartas que el padre le escribía a su entonces novia, mientras desarrollaba actividades vinculadas con su adscripción al comunismo. Aparece, también, un diario íntimo, aunque el soporte escrito no es el único que se reinserta en la búsqueda del sentido. Allí están, por ejemplo, el anillo que el padre deberá sacarse cuando entre al quirófano, las fotos que se pueden ver o aquellas que no, porque no llegaron a ser reveladas. Estas últimas establecen un sistema con el silencio: en lo no dicho también hay significado, y en este aspecto la autora –que, recordemos, es psicoanalista– encuentra núcleos de sentido, al igual que en un lapsus.
Cuando caigan todas las promesas dialoga con otras novelas contemporáneas, entre ellas Un comunista en calzoncillos de Claudia Piñeiro, en donde lo íntimo, lo familiar y lo político también se entrelazan. En los dos textos la activación de la memoria está vinculada con la restitución del lazo filial a partir del recuerdo. El cuerpo es el eje, el límite entre lo indecible y lo evocable; el cuerpo degradado, el cuerpo enfermo es, en la prosa de Kleiner, aquello que motiva la escritura, lo que le da envión. Es, también, lo que funda el sentido hereditario, algo que Luna explicita cuando piensa el pasado de su padre y el de ella y de su hermana: «Teníamos que ser estudiosas, responsables, buenas compañeras, las más solidarias. Teníamos que ser los mejores, en eso él también quedaba incluido. Teníamos que destacarnos en todo, nos tocaba la tarea de desmentir lo que se decía de los comunistas mostrándole al mundo qué clase de humanidad nos habitaba».