30 de noviembre de 2015
Cada vez más, las salas porteñas se pueblan de directoras y dramaturgas. Una tendencia que floreció en el circuito independiente y que llega a las grandes marquesinas.
En los últimos 5 años, gracias al prolífico teatro independiente de Buenos Aires, el crecimiento de la cantidad de mujeres directoras ha sido directamente proporcional al incremento de obras en la cartelera porteña. Si bien en la historia del teatro argentino hay referentes como Hedy Crilla, Luisa Vehil, Alejandra Boero, Inda Ledesma, China Zorrilla y Helena Tritek, entre otras, los varones resultaron, históricamente, una constante en el «detrás de cámara» teatral. ¿Costumbre? ¿Machismo? ¿Desconfianza? O un cúmulo de todos estos aspectos.
Sin embargo, los tiempos han cambiado y evolucionado. El circuito alternativo ha resultado el lugar de expresión elegido por mujeres directoras y dramaturgas, que han generado un florecimiento tan sorprendente como bienvenido. Acción pudo rastrear a algunas de las protagonistas de este boom y, también, a aquellas otras que desde hace tiempo luchan contra la hegemonía masculina.
Una de las que viene bregando es Cristina Banegas, quien debutó como directora en 1983 con Mater. Convencida de este «recambio», la actriz celebra porque «la mujer demuestra que también tiene capacidad creativa y capacidad de poder, porque el director es quien manda. Y siempre fue el hombre el que copó la parada a la hora de conducir el teatro. Nosotras siempre fuimos una amplia mayoría en el área de actuación. Pero algo está cambiando socialmente en el país, y el teatro no podía ser la excepción».
¿Alguna explicación para este nuevo escenario? «No la tengo a ciencia cierta, aunque imagino que los productores deben confiar más, o desconfiar menos de las mujeres», supone Banegas. Su directora modelo, dice, siempre fue Inda Ledesma. «Una mujer única, una gran actriz y estupenda directora», define. De las nuevas figuras, la actriz de Los caminos de Federico destaca a Maruja Bustamante, Romina Paula y Andrea Garrote.
Lía Jelín es la directora del momento, luego del fenómeno protagonizado por Toc-Toc, aún en cartel, y de otras piezas como Monólogos de la vagina y Confesiones de mujeres de 30. Dirigir es una pasión, dice, «ya que con el teatro establezco una relación carnal», grafica Jelín, que debutó en 1973 con El gran soñador. «Hay una tendencia mayor de mujeres directoras, pero siguen siendo las menos, una proporción de 10 a 1 para los hombres. No sé por qué, ya que siento que la mujer le aporta una mirada más compasiva, más sensible al teatro».
Al ser consultada si el crecimiento en el circuito alternativo puede incidir en el comercial, la también actriz y coreógrafa no duda: «El off es el caldo de cultivo de las próximas generaciones y eso lo veremos algún día en la avenida Corrientes. A mí me costó mucho lograr un lugar en el teatro comercial, pero no tengo la vaca atada pese a todo lo que hice. Es como que con la mujer hay más desconfianza».
Sensibilidad y matices
«Dirigir es una necesidad de búsqueda luego de transitar áreas estéticas como Bellas Artes, escultura y escenografía», explica Valeria Ambrosio, actual directora del Teatro Argentino de La Plata. «No me sorprende para nada esta abundancia, en tiempos en los que el teatro ya no pertenece a un género en particular. Puede ser que todavía arrastremos cierto machismo como sociedad, pero es cada vez menor. Yo desde que estoy en el Argentino percibo cierta mirada incómoda de parte de un grupo pequeño de conservadores, pero en general mi llegada fue bienvenida». Ambrosio cree que una directora es «no solo saludable para el teatro, sino productivo para el espectáculo, ya que aporta otro punto de vista, otros matices y otra sensibilidad».
A la experimentada Mercedes Carreras le entusiasma la omnipresencia femenina. «Las mujeres han logrado imponerse en el ámbito político, social y cultural, por eso celebro su presencia como directoras no solo en teatro, sino también en cine, donde cada vez hay más realizadoras», subraya. Guiada y cultivada por Tita Merello y Malvina Pastorino, Carreras dice que nunca sufrió el machismo. «Solo padecí mi propia exigencia de dar lo mejor en un escenario», agrega.
Susana Torres Molina lleva más de 30 años en el oficio: es de las primeras autoras que empezó a dirigir, una especialista abocada a «ensayar mucho, a encontrarle la vuelta a cada situación, estudiar sesudamente a los personajes para extraer el máximo jugo posible». Torres Molina advierte: «Es simple, la mujer está floreciendo en todas las áreas. Y la dirección, y también la dramaturgia, no son las excepciones. Cada vez más el teatro necesita de la mirada de la mujer, ya que implica un mayor riesgo para la puesta en escena».
«Cuando empecé a dirigir teatro pensé que tenía que ser hombre para hacerlo», confiesa Vivi Tellas, directora, curadora y creadora del proyecto Biodrama. «Es evidente que los lugares de la dirección, de la conducción, están mayormente en manos de hombres. Por suerte eso está cambiando. Me hacía muchas preguntas al respecto: “¿Será que las mujeres no somos confiables? ¿Será que la emoción puede influir en nuestras decisiones?”. Pensaba que tenía que ser estricta, certera, firme y seria. Siempre me sentí incómoda con ese comportamiento. Tardé mucho en encontrar una forma de dirigir teatro que se pareciera a mí. Dirigir con mi espíritu infantil, incierto y travieso, y seguir siendo confiable, fue muy difícil para mí de entender y de lograr».
Alejandra Ciurlanti es una de las poquísimas «privilegiadas» en dirigir en el corazón de las marquesinas. Está al frente de Como quien oye llover, la obra de Juan Pablo Geretto. Ajena a las tendencias, Ciurlanti observa: «Llevo casi dos décadas dirigiendo y nunca padecí problemas de género. No estoy al tanto del movimiento en el off para hacer una evaluación, pero estoy convencida de que los problemas de competencia y no integración se producen por la falta de formación y por la mediocridad, no por el sexo del director/a».
Ellos tienen la palabra
Si bien las mujeres son las protagonistas, la visión masculina sobre el tema no está ausente. «Nunca pensé en términos de género el asunto de la dirección teatral», señala Javier Daulte. «En la etapa de mi formación, Ariane Mnouchkine, Felisa Yeni y Laura Yusem dirigían mucho. Que ahora haya muchas directoras no me parece privativo de esta época», agrega.
«No termino de entender que exista una diferencia entre un trabajo de dirección hecho por un hombre y otro por una mujer. Todos los directores somos diferentes, porque somos personas distintas –señala Daulte, que dirige Venus en piel y Personitas–. No hay machismo en el teatro. Quizás hace 50 años, pero lo dudo».
Autorizada también es la palabra de José María Muscari, al frente de Extinguidas y habitué del off y del on. «Las mujeres vienen marchando y por fin la igualdad de género comienza a materializarse», celebra, aunque no duda de que «el machismo existe en todos lados, y el off no es la excepción». Pero es optimista: «La avenida Corrientes está aprendiendo que el teatro alternativo es el semillero del que se nutre y lo tiene que respetar para que siga gozando de buena salud».
Como corolario, el productor teatral Carlos Rottemberg apunta que «es cierto que no llegan suficientes directoras al circuito comercial. Nunca me puse a pensar por qué no se da. Tampoco lo atribuyo a nada en particular. Y no dudo de que habrá, en algún momento, también una moda de mujeres directoras, algo así como lo que pasó después de Brujas, donde todas las obras eran de grupos de actrices sin hombres». De todas formas, Rottemberg deja en claro su experiencia: «En el circuito comercial yo trabajé y me fue muy bien con China Zorrilla, Alejandra Boero, Helena Tritek e Inda Ledesma».
—Javier Firpo