9 de marzo de 2024
La intérprete presenta un espectáculo de música y poesía mientras espera el estreno de una nueva película. Su mirada sobre el escenario político y cultural.
«El estado de ánimo con el cual subís al escenario es fundamental, porque lo va a teñir absolutamente todo», dice Rita Cortese. Con la energía puesta en su nuevo espectáculo musical, la reconocida cantante y actriz de cine, teatro y televisión sostiene un compromiso que se replica arriba y debajo de las tablas. «Al estado de ánimo lo acompañan las palabras, la poesía, el pensamiento. Siempre con mucho respeto. Canto “Golondrinas”, por ejemplo, y pienso en la clase media argentina, en esa gente que todo el tiempo se quiere ir de acá; me alojo en ese lugar», agrega.
Ampliamente reconocida por sus trabajos en cine (Herencia, de Paula Hernández; Relatos salvajes, de Damián Szifrón; La odisea de los giles, de Sebastián Borensztein), televisión (El sodero de mi vida, Señoras y señores, Lalola) y teatro (dirigida por importantes directores, dio sus primeros pasos en la actuación en 1980 con Marathón y con su incorporación al equipo del Teatro Payró, ambos bajo la dirección de Jaime Kogan).
«No recuerdo, salvo la dictadura, semejante nivel de violencia. Se viven momentos de mucha angustia. Estoy sumamente preocupada por lo que está pasando.»
En su rol de cantante editó El amor, ese loco berretín, por el que recibió el premio Gardel a la artista revelación del tango en 2009. Antes de presentar su show musical el 15 de marzo y el 20 de abril en el Torquato Tasso, y mientras espera que llegue a los cines Los domingos mueren más personas, la nueva película de Iair Said que protagoniza junto al propio Said, Juliana Gattas y Antonia Zegers, Cortese se toma un tiempo para conversar y pensar, «fundamentalmente para entender qué pasó y por qué llegamos a este momento».
–¿Cómo está viviendo y sintiendo esta coyuntura tan particular?
–Estoy pasando por varias situaciones. Hay algo de incredulidad: esto que estamos atravesando no lo vivimos nunca. Se vivieron otras crueldades, pero esta crueldad, con aceptación del voto popular, no la vimos nunca. El nivel de violencia institucional de parte del presidente de la nación es algo inédito. Que les diga a los diputados y a los senadores que son un nido de ratas y que nadie diga nada, que no haya un diputado, un bloque, que se defienda, eso tampoco lo vi. No recuerdo, salvo la dictadura militar, semejante nivel de violencia. Se viven momentos de mucha angustia. La verdad es que estoy sumamente preocupada por lo que está pasando.
–¿Cuál es su lectura sobre los ataques del Gobierno al campo de la cultura?
–Quienes hacemos arte estamos muy juntos, eso es una bendición. Hablo de arte porque es necesario hacer una diferenciación: es importante revisar el significado de cultura. Me gusta la definición que da Foucault acerca de la cultura, como la insurrección de los saberes que fueron sometidos. La cultura es esencial para nuestra vida. ¿Qué salud, qué escuela, qué hábitat queremos? ¿Cómo queremos vivir, cómo queremos morir, cómo queremos amar? La cultura es todo. Lo que hace Milei también es cultura. Las artes son una parte de la cultura. Creo que es momento de una profunda reflexión, de hablar, debatir, de estar juntos, de estar cerca. Lo que está en juego es una batalla cultural, son dos posiciones opuestas: una de exterminio y otra de progreso e inclusión. Si hay algo que no tenemos que hacer es subestimarlos, porque saben muy bien lo que están haciendo. Lo que ocurre es que el nivel de crueldad que tienen no lo vimos nunca y lo exponen sin problema. ¿Cómo hace un jubilado hoy para poder vivir, para poder subsistir? Es imposible. ¿Cómo hace un matrimonio con dos hijos, que tiene que alquilar, para poder vivir? No puede. La del Gobierno es una propuesta para pocos.
–Hablaba recién de la importancia de estar cerca. En este sentido, su trabajo le permite estar en contacto permanente con la gente
–Encontrarnos es vital. Y para eso el teatro y los espectáculos musicales son fundamentales. Estamos juntos y nos sostenemos. Lo más importante es reflexionar y pensar qué pasó y por qué llegamos a este momento. Como decía Alejandro Urdapilleta: «En el cielo las estrellas, en el campo las espinas, y en el medio de mi pecho, ¿qué pasó?». ¿Qué pasó para que el pueblo argentino haya votado este modelo de exterminio? Me cuesta entenderlo. Creo que es algo que está pasando en el mundo, hay una tendencia. Y también siento que hay algo que tiene que ver con el devenir, con este continuar a veces sin poder parar, sin poder entender, con no poder decodificar.
«La cultura es esencial para nuestra vida. ¿Qué salud, qué escuela, qué hábitat queremos? ¿Cómo queremos vivir, cómo queremos morir, cómo queremos amar?»
–Las agresiones en las redes sociales se volvieron moneda corriente. ¿Cómo se resguarda de ello?
–No estoy mucho en las redes sociales. Entiendo que se trata de una herramienta que, usada de manera dosificada y no para destruir al ser humano, es muy interesante. Pero me parece que se la usa para inhabilitar el pensamiento, para achicarnos. En el último recital que hice había un muchacho, una persona relativamente joven, en primera fila. Mientras yo cantaba él filmaba con el celular. Le tuve que pedir que lo bajara, porque era molesto. ¿Para qué lo hacía, si me tenía ahí? Por supuesto que entiendo que quisiera tener un registro, aunque a mí no me cierra. Porque entonces, ¿dónde está el misterio? Justamente nuestro arte sí tiene que ver con algo insondable y con algo absolutamente chamánico y curativo, que interpela, que muestra una herida, que abre una pregunta, pero si te ponés 258 millones de cosas adelante es muy difícil que pueda llegar al alma. ¿Dónde está el encuentro, dónde lo curativo, dónde está lo que te provoca una angustia, que es lo que te hace modificar algo? Estamos metidos en las redes, donde funcionamos y no existimos. Creo que es el momento de encontrarnos en las calles, de charlar, de volver a generar algo que se perdió y que también se pierde por las redes, donde todo es inmediato y sintetizado. No se trata de una cuestión generacional, se trata de que las redes te van cortando la comprensión y esta cosa sagrada que tenemos.
–¿Se refiere al encuentro?
–La gente ya no va al cine. Lo ve por televisión, a través de las plataformas, o sea se pierde esta cosa tribal y se empequeñece y se atrofia el conocimiento que tenemos los humanos. En el cine el silencio se escucha, una respiración agitada se escucha, un ambiente de felicidad se comparte. Hay que volver a los cuerpos, a encontrarse, a charlar; hay que volver a pelearse. No pasa nada con eso, hay que volver a pelearse con ideas. Tenemos que juntarnos y pensar. Creo que se inhabilitó el pensamiento.
–¿Cuánta injerencia tiene el estado de ánimo en un espectáculo musical?
–El estado de ánimo con el cual subís al escenario es fundamental. Siempre me subo al escenario con un «para qué». El escenario es para algo. En mi caso, soy muy cuidadosa y muy buscadora de temas. Hay algo de eso sagrado que somos, que justamente tiene lo vivo, con los otros cuerpos, que se transmite y hace que algo pase. Siempre se arma una cosa muy hermosa.
–En pocos días se presenta en el Torquato Tasso. ¿Cómo será el espectáculo?
–Se trata de un show de tangos, poemas y canciones, con un repertorio de grandes compositores como Enrique Cadícamo, Homero Manzi, Homero Expósito, Virgilio Expósito, Chabuca Granda, Atahualpa Yupanqui y Chico Buarque, entre otros. En este momento hay dolor, la verdad. Hay mucho para decir y hay mucho dolor en mí. Cantar «La añera», de Yupanqui, se resignifica: «Cuando se abandona el pago/ y se empieza a repechar/ tira el caballo adelante/ y el alma tira pa’ trás». Ahí me alojo en el exilio, es inevitable: yo no fui una exiliada pero me fui del país en el 78. El espectáculo va a estar teñido por eso. «Yo tengo una pena antigua/ inútil botarla fuera/ Y como es pena que dura/ yo le he llamado “la añera”». Parece que este destino que tenemos en la Argentina es una pena antigua ya.
–¿Qué encuentra en la música, en el canto, que no en la actuación?
–Son completamente distintos. Para mí, el canto es chamánico. La actuación en el teatro a veces también lo es. Cuando uno tiene oportunidad de tocarle el dedo gordo a dios, bueno, después quiere repetir eso y pasan años hasta que lo volvés a lograr, sí lo lográs. Son las dos disciplinas más sagradas, pero el canto es impresionante. Además, es una posibilidad que tiene todo el mundo. En el escenario no hay red. En el cine, por ejemplo, hay que sortear obstáculos: es difícil que estés físicamente cómoda, aunque cuando lo lográs es hermoso. Ahora espero con entusiasmo el estreno de
«En este momento hay mucho para decir y hay mucho dolor en mí. Cantar “La añera”, de Yupanqui, se resignifica. El espectáculo va a estar teñido por eso.»
Los domingos mueren más personas, de Iair Said, un libro que me volvió loca ni bien lo recibí. Nos divertimos mucho y lo pasamos muy bien. Se trabajó arduamente con muy bajo presupuesto, lo que hizo que apareciera una impronta de ferocidad interesante para sacar las cosas adelante. La televisión es más tranquila. En este momento hay muy poca ficción argentina, pero ha habido y muy buena. Y era una ejercitación importante.