De cerca

Inquietudes creativas

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Fue la figura de varias tiras de ficción, pero se bajó del éxito televisivo para encaminar su carrera como dramaturga, directora y guionista. Afianzada en el cine, estrena su tercera película, Recreo, que también coprotagoniza. Estudios, experiencias y trabajos que modelaron a la actriz y realizadora.

En la voz cansina de Jazmín Stuart se repliegan secretos y pasiones. Su tono es tan moderado que, por momentos, parece perderse en el aire. Sin embargo, sus ideas no se detienen. Detrás de ese rostro juvenil, esconde un vagón de ideas. Stuart representa un modelo de actriz –artista tal vez sea el término que mejor la defina– que no suma muchos fanáticos. Huyó de la fama atolondrada de la televisión para darse un espacio en el que recoger los frutos a su debido tiempo. Ahora se muestra feliz y ansiosa. Lo primero, porque el corto Despechada, premiado en el último festival de cine de Mar del Plata, se exhibe en la plataforma digital cine.ar, el servicio gratuito de video a demanda. Lo segundo, porque se estrena Recreo, la película que codirige con Hernán Guerschuny (El crítico, Una noche de amor).
–¿Dejaste de actuar para dirigir o al revés?
–Primero me recibí de directora de cine y en paralelo estudié actuación. Cuando me gradué en la Universidad del Cine, el Nuevo Cine Argentino estaba dando sus primeros pasos. Estoy hablando del año 1997, aproximadamente. Por entonces me pareció una buena idea laburar como actriz, conocer la dinámica de un set, es decir el rodaje desde esa óptica. Trabajé seis años en televisión, en ficciones como Verano del 98 y Los buscas de siempre, y en un momento retomé las cosas que realmente me interesaban: ser más selectiva en los proyectos como actriz. Dejé las tiras, empecé a hacer cine, unitarios como Mujeres asesinas. También retomé la escritura para cine y teatro. Luego dirigí algunos cortos y así llegué a mi primer largo, Desmadre, que codirigí con Juan Pablo Martínez. Pero la verdad es que no dejé de actuar para dirigir.
–Pero te bajaste del bondi de la televisión.
–¡Por suerte! Cambió mucho, con el tiempo, la visión que tengo de esa época. Creo que lo que me pasaba es que empecé a laburar como actriz porque necesitaba trabajar y no se filmaba tanto como ahora. Estaba a pleno con la actuación, pero me costó mucho entrar a un ámbito tan industrializado como es la ficción. Sufrí y aprendí un montón al mismo tiempo. Habían pasado seis años de tira diaria y fue como despertarme y decir «yo estudié dirección, escribía, quería investigar cosas, quería profundizar».
–Paraste la pelota.
–Y sí, paré la pelota y empecé a escribir una obra de teatro que después estrené, La mujer que al amor no se asoma. Empecé a elegir los laburos, ahorré y administré mi dinero de otra manera, para poder decir que no a lo que no me gustaba y esperar mi oportunidad. Lo hice porque no tengo pasta de estrella de televisión, no lo podría sostener nunca en la vida.
–¿Ser una actriz que dirige cine te aleja de los actores?
–Para nada, todo lo contrario. Actuar me dio herramientas para dirigir y dirigir me dio herramientas para actuar. Son dos caras de una misma moneda. Como directora siento que tengo más recursos, porque conozco el trabajo artesanal del actor y las dificultades que se le pueden presentar. Soy más permeable a esas situaciones. Y cuando actúo, mi rol de directora me permite entender cuáles son los deseos del director. Sé diferenciar cada uno de los procesos que se da en cada uno de esos trabajos. La verdad es que para mí es todo ganancia.  
–¿Cómo te cayó el rol de conductora en el ciclo de entrevistas que hiciste por canal 9?
–Fue una experiencia muy aislada. La asociación de Directores Argentinos Cinematográficos quería llevar adelante un ciclo. Me propusieron conducir Como nunca los viste sabiendo que podía dialogar con directores, productores, guionistas y actores conociendo todos los ribetes de sus tareas. Pero la conducción no es un rol que me salga naturalmente. Acepté porque tiene relación directa con el cine y me pareció interesante hacerlo.
–¿Notaste alguna evolución de los contenidos televisivos?
–La verdad es que no puedo reflexionar mucho. No miro televisión desde hace siete años. Quiero huir de eso, salvo de alguna noticia, pero tampoco miro mucho porque se dispersa todo demasiado. La ola de series tampoco me hizo efecto. Miré algún capítulo aislado de algo, máximo una temporada. Pero en general las termino dejando. Me dedico a ver películas. Prefiero mil veces ver una película a ver un capítulo de una serie.
–¿Cómo viste la producción cinematográfica argentina de 2017?
–A pesar de lo adverso de la situación actual a nivel fomento, que espero se destrabe un poco, creo que el cine argentino no perdió nada de fuerza. Mi observación es que hay diversidad y lo celebro: La cordillera, Zama, Alanis y Temporada de caza tal vez sean una pequeña muestra de ese espectro tan amplio. Pienso que el cine argentino está en un gran momento desde hace varios años. Hay un nivel de concentración en el trabajo que está buenísimo. Los guionistas que tenemos son muy buenos y los actores también, algunos trabajan solo en cine y eso le da potencia.  
–¿Cuándo pensás un proyecto de cine cuáles son los primeros pasos?
–Los disparadores cambian continuamente. Pistas para volver a casa fue un proyecto que escribí en 2004. Lo tenía archivado en la máquina y cuando nació mi hijo, en los pocos tiempos libres que tenía, revisé eso que tenía guardado y me volvió a gustar y le di para adelante. Ahora acabo de terminar Recreo, junto con Hernán Guerschuny, que es producto de una charla que tuve con él sobre temas personales de nuestra generación, los que pasamos los 40. Nada cinematográfico, diría.  De golpe surgió una idea y las ganas de desarrollarla. Es inexplicable por qué ciertas ideas prosperan y otras no.
–¿No te molesta codirigir?
–No, mi primer largo, Madre, también es una codirección. A mí me gusta mucho la colaboración. De cualquier manera, creo que con Recreo esa etapa se terminó. Me siento más afianzada. Trabajar con Hernán fue muy bueno.

Doble rol. La actriz es maquillada para una escena de Recreo, la película que codirige.

–¿Qué podes decir de Recreo?
–Se trata de una película coral, con seis personajes. Los actores provienen de distintos ámbitos y todos tienen mucha experiencia. Registra el encuentro de tres parejas durante un fin de semana largo en el campo. La película está protagonizada por Carla Peterson, Juan Minujín, Fernán Mirás, Martín Slipak, Pilar Gamboa y yo.
–¿Existe una mirada femenina en tu cine?
–Que haya una mirada femenina no significa mucho. No es que las películas dirigidas por mujeres tengan un tópico y sean iguales. Hay películas dirigidas por mujeres cuyos protagonistas son hombres y el punto de vista es el del varón.
–¿Cuándo empezaste a dirigir cine?
–Tenía 16 años y no había muchas referencias. Ahora somos muchas las que dirigimos, está más repartido. Por entonces era un oficio inesperado para una mujer argentina. Mi sueño era pasar la mayor cantidad de horas posible en un set de filmación, porque era lo que más fascinaba. Se dice que las mujeres son capaces de abordar temas más emocionales y que tienen otra capacidad de expresión. Creo en eso, pero no por eso se pierde cierto manejo grupal que, durante años, estuvo a cargo exclusivamente de los hombres.
–¿Cómo te ven tus colegas actores en el rol de dirección?
–Dicen que soy muy precisa en cuanto a lo que pido y que me pongo exigente. Soy cero narcisista con lo que hago. A veces me puedo poner rígida, pero después te doy un abrazo. Eso sí, creo que es una característica de las directoras mujeres: podemos manejar cierta dureza y después volver a la suavidad que nos caracteriza. Manejamos distintas energías.
–¿Disfrutás el montaje de tus películas?
–Es la parte que más me cuesta, básicamente porque odio estar sentada (risas). Me ahoga. Es una dinámica de trabajo que me agobia un poco. Necesito un montajista que me interprete, que entienda lo que busco. Quiero poder despegarme un momento de la película y dejarla avanzar: ver cómo fluye es algo muy lindo.
–En Pistas para volver a casa ya dejabas ver una cosa generacional, ¿volvés a la carga con eso en Recreo?
–Sí, los conflictos que asoman en la mitad de la vida. O en lo que uno cree que es la mitad. Aparecen cosas que tenés pendientes, lo que quisiste hacer y no pudiste, los deseos versus las obligaciones y las responsabilidades. Esta realidad está empujada al extremo de lo que nos puede pasar a cualquiera de nosotros. Me gusta observar a los que tengo alrededor y en el guion puede haber vivencias propias, pero también aspectos de otros que veo o conozco.
–¿En qué espacio consideras que tus virtudes se desarrollan más?
–No puedo responder a eso. Es como si me preguntaras, ¿vivís mejor sin una pierna o sin un brazo? Yo me doy espacio para todo: hay momentos para escribir, otros para actuar y otros para dirigir. Cada una de esas cosas me balancea, casi te diría a nivel mental. Cuando escribo es un momento de introspección, la actuación es todo lo contrario, sacás todo afuera y con un nivel de vulnerabilidad muy grande. Además, se relaciona con mucha gente. Dirigir lo ubico como un lugar intermedio de esas dos instancias. Es estar conectado de manera intuitiva con una idea interna que hay que poder y saber expresarla: es algo que está adentro y afuera al mismo tiempo y también me balancea mucho. Si algo me queda claro es que no podría  dejar de hacer ninguna de las tres cosas. Trabajé y me entrené muchos años para hacer todo esto. Siempre podés estar mejor en un aspecto que otro, pero para mejorar hay que ir haciendo, probar y equivocarse.


–¿Es la fórmula contra el aburrimiento?
–Siempre fui así. Soy muy inquieta. Me gusta tener proyectos y planes con otros, trabajar en equipo. Tener tres oficios o actividades hace que siempre tenga algo entre manos y eso me aleja de algo que nos pasa a los actores, lo de estar esperando un rol, una dinámica difícil. Desde muy joven me interesó pasar de una actividad a la otra y, con el tiempo, eso me sirvió para poder salir del rol del que espera.
–¿Cómo te llevas con la crítica?
–Hay críticos que respeto mucho, que saben del tema y hablan con conocimiento de causa. A ellos les agradezco cualquier análisis que hagan sobre lo que hago, lo valoro incluso cuando me señalan algo malo. Pero hay una crítica que no tiene ningún respeto por nadie, son ignorantes y lo peor es la mala leche con la que fundamentan sus razonamientos. Cuando un crítico habla desde un lugar malicioso pierde mi respeto para siempre, esa opinión deja de importarme. A veces disparan desde un lugar que me parece absurdo: «¿Dónde está tu película?». Opinar puede opinar todo el mundo, pero no con mala leche.    
–¿Qué películas quedaron en tu recuerdo?
–Mi viejo fue muy amante del cine. Él hizo cine publicitario, su sueño fue filmar un largo, pero nunca lo hizo. Recuerdo haber visto con él películas como Blade Runner, que en general los chicos no veían, salvo que lo hicieran acompañados de sus padres. Mi mamá también me llevaba al cine con mi hermano, pero con ella íbamos a ver cine de qualité. Recuerdo El año del arco iris, fue una película bastante rara que nos marcó mucho.
–¿Qué planeás para 2018, además del estreno de Recreo?
–Quiero terminar un guion que hace mucho que empecé. Debo encontrarle un final, para ver cómo puedo llevarlo adelante. También hay algunas propuestas para hacer cine como actriz, pero dependen de que se destraben algunos asuntos administrativos.
–¿Sos de cambiar mucho tus guiones?
–No, en realidad prefiero llegar a rodar con todo bien armado. Tal vez haya algunas cosas que cambian, pero no son demasiadas. Algunas líneas de diálogos con los actores, pero lo más pesado de la estructura prefiero mantenerlo. Los rodajes son muy costosos y la pérdida de tiempo hace subir esos valores. En general, no me pongo a reescribir demasiado. Si resuelvo todo antes, seguro que voy a estar más tranquila en el set.   

 

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