De cerca | ENTREVISTA A CARLOS ULANOVSKY

Una biografía de toda la cancha

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Ariel Scher

«Hincha de Racing, periodista, escritor. En ese orden», dice y repasa su vida y el oficio a través del lente del club de Avellaneda. El desencanto con el presente de los medios.

Foto: Juan Quiles/3 Estudio

Ula saca del medio. Ula, Ulanovsky, Carlos, jugador de la cancha completa que, como toda la vida, da el pase generoso y siempre conmueve.

–¿Cómo era lo de tu tarjeta?
–Una vez me hice una tarjeta. Me la diseñó mi hija, que es diseñadora gráfica. Decía: «Carlos Ulanovsky. Hincha de Racing, periodista, escritor. En ese orden». Claro, para que no haya dudas. La verdad: primero que nada, soy hincha de Racing.

Levanta la vista, Ula, que cumplirá 81 años este 23 de octubre. Quien lo oye cree y no cree que ese sea él. Pero ese es él: periodista celebrado, individuo de cariños, narrador impecable, papá, abuelo, compañero, conversador delicioso, muy hincha de Racing. Su juego más genuino. Y lo juega.

–¿Qué es Racing?
–Racing es ese trapo que me representa, ese trapo en la cancha que dice «Una pasión inexplicable». Pero es muchas cosas. Primero que nada, mi papá haciéndome de Racing. No creo que haya habido una conversación entre él y yo sobre el tema: un día fui de Racing. Todos mis tíos y mis primos biológicos eran de Racing. Racing es mi papá yendo a la cancha, esa ceremonia de cada quince días, en su Valiant, estacionando siempre en el mismo lugar, a cinco o seis cuadras. Fuimos juntos de la mano, del brazo, hasta muy avanzada edad mía y de él. Y Racing es un gran condicionante de mi humor. Es capaz de alegrarme el fin de semana, me voy a ir a dormir contentísimo; al contrario, si pierde, es un rato que me malogra de la vida.

–No sabés del todo cuándo te hiciste hincha de Racing, pero debés tener recuerdos fundacionales.
–Estuve en la cancha el día que se inauguró, 3 de septiembre de 1950. Partido con Vélez, gol de (Llamil) Simes. Está el carné que no me deja mentir: soy socio de Racing desde el 6 de marzo de 1950. Tenía seis años. Así que el primer recuerdo es ese. Pero también se me viene el regreso de mi papá de la cancha de San Lorenzo, en 1951, después del triunfo frente a Banfield, con golazo de Mario Boyé, que valió un título.

Volvió muy contento. 

Ahora Ula la amasa. A la pelota, claro, que se siente tan cómoda como los verbos o los sustantivos cuando Ula los acaricia. Previsible: en el estadio personal de Ula, abundan verbos y sustantivos para el fútbol.

–¿Qué es el fútbol en tu historia?
–Fue mucho para mí hasta entrar la adolescencia. Era un gran juntador de figuritas. Sobre una alfombra verde que estaba en mi casa, organizaba campeonatos que siempre ganaba Racing. Lamento no haber sido un gran jugador de fútbol. Mi deseo no se correspondía con mi motricidad fina. Todo el tiempo jugaba. Hasta que, como corresponde, un día me mandaron al arco. Y ahí sí me defendía bastante. Incluso, cuando me fui a vivir a México, jugué en un equipo de argentinos y era el arquero. Era bastante bueno.

Ahí, Ula sonríe. Lógico: todo el mundo tiene una biografía, pero no todo el mundo tiene una biografía en colores. En dos colores. El celeste y el blanco. Racing. Ula suele decir certero y bonito, pero cuando dice Racing, además, dice sonriente. Si Ula sonríe en pleno partido es porque lo puebla algo extraordinario. 

–Te tocó El Equipo de José, la cumbre encaminada por Juan José Pizzuti.
–El Equipo de José fue una sorpresa. De ahí en adelante, aprendimos que los grandes equipos se hacen con jugadores que, a lo mejor, no son estrellas, pero sí en ese equipo hubo muchos con hambre de gloria. Ese fue el secreto más la presencia de dos o tres jugadores fundamentales, empezando por el Bocha Maschio. Lo seguí mucho. Ya desde el campeón de 1958 iba a la cancha solo, sin mi papá. También seguí bastante al campeón de 1961. De repente, vino ese equipo que daba vuelta partidos, que no se doblegaba nunca, que tenía jugadores extraordinarios como Roberto Perfumo, el Coco Basile, el Panadero Díaz, Agustín Cejas. Un gran equipo.

–Y lo viste campeón del mundo, contra el Celtic, en noviembre de 1967.
–Tuve la oportunidad de viajar a Montevideo. Fuimos con Carlos Mutto, compañero en la revista Confirmado, alguien capaz de ser hincha de todos los Racing del mundo, en tanto tengan o celeste o blanco en la camiseta. Sacamos una promoción de la línea aérea Pluna que incluía la entrada más ir y volver en el día. Alguna vez, en un librito que sacó Editorial Sudamericana, dije en broma que le grité a Juan Carlos Cárdenas «Probá, Chango» y que él me escuchó y probó e hizo ese golazo histórico. Un día, se lo conté en radio, intentando hacer un chiste. Él se lo tomó en serio y me contestó: «Mirá, yo sólo escuché a Maschio».

–Pero ahí estuviste.
–Cuando terminamos de ver el triunfo de Racing, salimos muy contentos. No la pasamos del todo bien en la cancha. Los hinchas uruguayos estaban dolidos porque Racing acababa de eliminar a Nacional. A pesar de que el equipo salió con una bandera uruguaya, nos silbaron, nos agredieron. El vuelo de regreso fue en un avión turbo hélice muy chiquito. Llegando a Buenos Aires, el cielo estaba muy encapotado. Ser larga una tormenta terrible. Yo dije: «Bueno, nos matamos. Pero qué me importa: acabo de ver a Racing campeón del mundo». Y miro hacia atrás y lo veo parado al Gordo (José María) Muñoz y creo que a Enzo Ardigó. Y dije, pensamiento mágico: «Entonces, no se va a caer». Y acá estoy.

Instante de un freno. Todos los que saben el juego, en algún momento, frenan. Ula entiende de frenos y de sacudones porque los vaivenes horribles de la Argentina lo obligaron a instalarse en la mitad de los setenta en México, lejos de demasiadas cuestiones. También de Racing, qué fulero. Se ve que hay juegos que no se interrumpen por nada. Ese juego, desde luego.

–¿Cómo funcionaba el lazo con Racing a la distancia?
–Era entre gracioso y patético. Obviamente que seguía siendo de Racing. Había amigos muy racinguistas como Nicolás Casullo o Jorge Bernetti. Mi padre me mandaba una vez al mes un rollo de revistas en las que nunca faltaba la revista Racing. Y todos los domingos, a eso de las seis de la tarde, hacíamos un pool de llamadas, un día le tocaba a cada uno, y nos comunicábamos con las agencias internacionales para saber cómo había salido. Fue una época muy muy mala de Racing, muy dedichada. Recuerdo que con Casullo escribimos una nota con todas las penurias del club para la revista Humor. Y todavía nos esperaban cosas peores.

–El descenso
–Sí. Volvimos de México y uno de los primeros partidos que fuimos a ver a la cancha fue ese en el que Racing descendió. Un partido tremendo. Racing le ganaba a Racing de Córdoba y perdió. Terrible. La gente se violentó como muy pocas veces vi, arrancando las plateas y tirándoselas a la policía. Y, después, una batalla brutal.

Foto: Juan Quiles/3 Estudio

–¿Y vos cómo sos en tu condición de hincha?
–Siempre fui muy tranquilo como hincha. No sé muy bien ninguna canción. Vamos con un amigo y su hija a la cancha y ella es mucho más fanática que nosotros, sabe todas las canciones. Además, por una decisión propia, yo no canto ni contra Independiente ni contra Boca, que son los hits, y tampoco canto cosas como «a estos putos les tenemos que ganar». Por convicción. También descreo del «pongan huevos» porque entiendo que los jugadores salen a la cancha a poner huevos, justamente.

Toda experiencia de fútbol incluye sus momentos bravos. Foul sobre Ula. Un foul que incluye a Racing, pero lo excede. Y que abarca nítidamente al césped sobre el que Ula enhebró sus actuaciones más conocidas: el periodismo.

–¿Cómo ves al periodismo deportivo de este tiempo?
–Pésimo. Veo los canales de televisión cuando me siento a almorzar. Lo hago con la ilusión de ese minuto y medio que le dedican a Racing, pero teniéndome que aguantar los 45 minutos de Boca y los 45 minutos de River. Me indigna la forma desembozada, impúdica, con la que los periodistas deportivos les forman los equipos a los técnicos. Eso tiene influencia en la gente, en la directiva. No me gusta nada. Y veo otras cosas que me dolieron. El otro día puse una transmisión de esas que no tienen imagen del partido. Hicieron una conexión con otros periodistas que contaban el porcentaje de favoritismo que tenían en una casa de apuestas los dos equipos. Tremendo. Un atentado al presente y al futuro del fútbol. Eso va a traer consecuencias. Programas patrocinados por casas de apuestas dedicados a cuánto ganás con cada resultado. Es muy grave eso.

–¿Te asusta lo que viene en el periodismo, sea sobre el deporte, sea sobre lo general?
–Todos los formatos, en la Argentina y en el mundo, están en transición. Se está despidiendo la etapa analógica, que tantas satisfacciones y tanto dinero le ha dado al periodismo. Es un formato que cruje por todos lados. Pero que es el que todavía da alguna plata. La etapa digital se va a quedar con todo.

–¿Y entonces?
–Tengo la impresión de que, en un futuro cercano, todo va a ser más banal, más líquido, más pequeño. Por ejemplo, el formato televisivo o el de la gráfica serán inevitablemente más acotados.

–¿Cómo imaginás que eso repercutirá sobre el periodismo dedicado al deporte?
–A lo mejor, los comentarios de un partido, que hoy todavía tienen una página, pasarán a ocupar el espacio que ahora tiene la síntesis, chiquitito. Soy un advenedizo digital, pero veo que habrá cosas que nos sorprenderán a todos. Me pregunto qué pasará con las transmisiones de los partidos. ¿Vendrá alguien y dirá «por qué tenemos que pasar esto gratis o por el cable»?

Desafío más que bravo, sí. Pero no totalizador, eso que a Ula lo embroma. Porque, como enuncia un lugar común, el fútbol siempre da revancha. Igual que Racing. A Ula, entre otras emociones, entre otras jugadas para la memoria, le tembló la piel entera cuando su club reincorporó en los padrones a los socios y a las socias que el genocidio desapareció. Más que eso: formó parte del núcleo de cinco asociados que le llevó esa propuesta a la conducción institucional. El Cilindro desparramó resplandores en el acto de diciembre de 2021 en el que esa resolución se consumó. Ula, por supuesto, fue. Tanto como fue, como va y como continuará yendo a la Platea E en cada partido de local. Hay juegos que se juegan todo el tiempo. Y que traen asombros infinitos. Acelera Ula, gambetea a la lógica, avanza sin parar, pisa el área y pasa lo imposible. Cosas de Racing y del fútbol. Cosas de Ula.

–En octubre de 2023 cumpliste 80 años. Te festejaron la existencia hasta armándote un libro con cartas de amor hacia vos. Pero Racing tenía que estar. Y estuvo.
–Me invitaron al VIP para ver Racing-Boca. Jugaban en el Cilindro. Viene un señor y me dice: «Carlos, puede acompañarnos a la cabina». Contesté que cómo no y pensé que me iban a hacer una entrevista. Llego ahí y me dan un papelito, como un machete. «Vas a ser La Voz del Estadio». Y, efectivamente, fui La Voz del Estadio. Tuve que decir: «Y ahora, los que salen a defender el manto sagrado de esta institución. Con el 21, Gabriel Arias». Y así.

El fútbol y –cuando puede– Racing educan en que hay circunstancias que son exactamente una gloria. Simetrías entre la cancha y lo demás: hay vidas que también lo son. La de Ula, por ejemplo. Ula, que sonríe de nuevo y empuja la pelota hacia donde la red espera. Golazo. 

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