De cerca | ENTREVISTA A FERNANDO KABUSACKI

Vivir en la música

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Mariano del Mazo

Discípulo de Robert Fripp e integrante de la banda de Charly García, el guitarrista reparte su tiempo entre múltiples proyectos y giras por Estados Unidos y Japón.

Foto: Rolando Andrade Stracuzzi

Respira música y la pasión que pone al hablar de bandas y solistas resulta conmovedora. Refiere, con idéntica admiración, a Robert Fripp y Charly García, a Bob Dylan y León Gieco, a María Gabriela Epumer y Lisandro Aristimuño. Ríe, y dice que en algún momento se barajó una especie de patología; se afirma que en toda humorada se esconde una verdad: cuando era chico quería vivir dentro de un parlante. «Muchos padres llevarían a su hijo al doctor, mis viejos por suerte no lo hicieron. Yo quería meterme adentro del parlante. Quería averiguar de dónde venía la música. Era algo muy fuerte, magnético. Intuía que era un sitio cálido, de pertenencia. En casa se escuchaba mucha música».

Nació en Rosario en 1965 y ya cuando entendió que resultaba imposible su deseo infantil, sus padres le compraron una guitarra. Desde ese instante hasta ser discípulo de uno de los más inquietantes y complejos artistas de rock, como Robert Fripp, o a ser un engranaje clave del último disco de Charly García, pasó una vida. «Todo es muy loco. Hace no mucho una amiga tarotista me dijo: “En 1970 ocurría un episodio que cambió tu existencia”. No sabía qué podía ser. Yo estaba en Alemania. Cuando volví, encontré una foto en la casa de mamá en la que estaba yo con la viola. Mi vieja me dijo: “Mirá, la primera guitarra que te regalamos”. En el bordecito blanco de la foto decía “Octubre de 1970“. Yo no recordaba ni la foto, ni la fecha. Ahí está: lo que me había señalado la tarotista».

–¿Y qué empezaste a tocar?
–Lo que podía, pero principalmente folclore. Fui a una profesora particular para aprender los acordes. En la escuela primeria tocaba, como jugando: hacía zambas. Como soy de Rosario, me llegaba mucho la música del Litoral. En casa sonaba de todo: ópera, que nunca me gustó, los grupos de cumbia colombiana tipo el Cuarteto Imperial y los Wawancó, Julio Sosa. Un día mi hermana, más grande que yo, trajo discos de rock: de Sui Generis hasta Elton John y después Kiss. Y bueno, empecé a comprar la revista Pelo y a ver cada uno de los grupos que venían a la ciudad. Y no paré.

Como una ensoñación, Kabusacki dice que sintió que tocaba el cielo con las manos cuando conoció a Charly García, y más, «cuando me di cuenta que Charly me trataba de igual a igual». El nexo fue María Gabriela Epumer. La guitarrista fallecida en 2003, también devota de Fripp, compartió proyectos y actuaciones con Kabusacki. «Tengo una relación muy linda con Charly. Empezamos a frecuentarnos a principios del año 2000. Participó en muchos discos míos, también en los ciclos del Malba cuando nos presentábamos para sonorizar películas mudas. En la época de Kill Gill tocamos muchísimo juntos. Nos veíamos después en Luján, en el estudio TNT. Durante la pandemia nos extrañamos mucho. Él se comunicaba conmigo para que pasara a la guitarra lo que componía en su I-Pad. Pasó el tiempo, y un día me llamó para que me metiera en la música de lo que después fue La lógica del escorpión».

–¿Qué sentiste?
–Fue fuerte. Yo no sabía nada de qué iba la cosa, pensé que su música nueva iba a ser más deforme, más tipo Say No More. Cuando llegué al estudio me sorprendí. ¡Eran todos temazos! Con estructura de canción, ningún delirio. Primero fui para grabar un tema; al día siguiente me pidió que volviera para grabar otro más. Y así. Siempre bajo su minuciosa mirada. La lógica del escorpión es ciento por ciento Charly. Hizo todo, es de él y sin filtro. Es un disco hermoso. Me da bronca los que lo criticaron, los que cuestionan que siga sacando discos. ¿Pero de dónde sale esa locura, esa idea? Es muy horrible. ¿A un músico le piden que no haga más música? ¿Qué quieren que haga, que se deje morir? ¿Cómo van a decir que Charly no tiene derecho a hacer arte? Me saca. Que se callen, que vengan de a uno. Por suerte Charly está más allá de todo. La concepción fue a la vieja usanza: encuentros de amigos, muy buena onda, con un laburo enorme del ingeniero de grabación y mezcla Matías Sznaider, que es muy joven. Charly siempre lució afable, muy lejos de aquel demonio que algunos recuerdan.

–¿Te acordás el momento en que escuchaste el disco entero?
–Te voy a contar algo. La lógica del escorpión salió el Día del Maestro, el 11 de septiembre. Yo estaba en Seattle en ese momento. Cuando lo escuché en las plataformas me puse a llorar. Mirá que lo había escuchado mil veces, durante la hechura. Se me estrujó el corazón cuando escuché dos temas: «Te recuerdo invierno» y «Juan Represión». Justo esa mañana del 11 Charly me dejó un mensaje y me dijo que el disco recién había salido y se había agotado y que había cola en la disquería Zival’s. Estaba feliz. Además, que salga un tema como «Juan Represión» en estos tiempos. ¿Te das cuenta?  Fue como una liberación, porque la salida del disco demoró demasiado: estaba muy trabada.

–¿Por qué?
–Muchos motivos, pero sobre todo por la autorización para hacer el tema de Lennon, «Watching the Wheels». Es muy gracioso. Ahora lo puedo contar. Una de las cuestiones pasó porque Charly, en la traducción, había modificado parte de la letra para hacer una referencia indirecta a Maradona. El abogado de Sean Lennon dijo que no podía autorizar una frase que John no había escrito. ¿Sabés qué dijo Charly? «A mí no me gusta que los abogados me digan lo que tengo que hacer».

–Qué capo.
–Un artista.


Pasajero en trance
Su devoción por García alcanzó el cenit cuando se dedicó a homenajear su música en vivo. Es un viejo berretín que comparte con Matías Mango, pianista y tecladista con el que viene tocando desde los años con María Gabriela Epumer. «Matías es como mi hermano musical. Es un nerd de Charly: sabe todo. Puede estar horas para descular si tal acorde original es así o asá. Un día me pregunta: “¿Por qué no tratamos de sacar los temas más raros de García, los instrumentales?”. El desafío hizo que nos metiéramos en un viaje alucinante. Así nació, precisamente, “Los instrumentales de Charly”. Lo convocamos a Fernando Samalea, que es el baterista que mejor toca esos temas. Pensé que nos iba a decir que no, Sama siempre está en mil cosas. Aceptó gustoso. Y fuimos armando una banda. Ya tocamos en Bebop. Y vamos a volver a tocar en ese club de jazz, porque es buenísimo, es cálido, tiene una escala ideal para escuchar música y, además, un piano excelente. Ya tenemos pautado un ciclo todos los lunes en diciembre».

«Los instrumentales de Charly» quedó como un sexteto que, además de Kabusacki, Mango y Samalea, completan Bruno Malinverni en teclados, Ramiro Cáceres en bajo y Uma Kabusacki, su hija, en voz. Es una banda que se dedica a frotar una lámpara para que salga el genio de Charly. La experiencia es reveladora: se zambullen en los lados B, con gemas de La Máquina de Hacer Pájaros, de la banda de sonido de Pubis angelical y hasta de esa extrañeza que es el EP Terapia intensiva. Subrayan el costado más fantasioso y cinematográfico de García, y también algunas rarezas del período Say No More y de Serú Girán, como el homenaje a Eric Satie de «20 trajes verdes». «La pasamos muy bien en vivo. Es puro goce», dice el guitarrista.

Para el músico, los toques en la Argentina son excepcionales. No para de viajar. Acaba de llegar de un viaje por Estados Unidos y hace más de 20 años que gira por Japón. «Volví de un periplo muy fructífero que incluyó Seattle y Nueva York. Formé una banda para recrear básicamente el disco Exposure, de Fripp, que es increíble, de 1979, donde participan entre otros Peter Gabriel, Phil Collins, Peter Hammill, Narada Michael Walden de Mahavishnu Orchestra. Para muchos, es el disco más importante de la historia de Fripp; para mí también». El proyecto contó con la anuencia del propio líder de King Crimson. Kabusaki lo conoció en 1989, cuando viajó a Londres especialmente para estudiar con él. Desde entonces, se transformó en uno de sus más tenaces discípulos. «Fripp me cambió la vida. Es uno de mis grandes maestros. Siempre giro en torno a su órbita, desde que conocí su trabajo con Guitar Craft y con Guitar Circle. En un momento, entendí que tenía que emprender mi camino propio. En eso ando».

Foto: Rolando Andrade Stracuzzi

–Siempre se dijo que Fripp era demasiado estricto. De hecho, uno de los discos de King Crimson se titula Discipline.
–Pero está mal entendido. No es «disciplina» en términos, digamos, militares. Tiene que ver con el zen, con la meditación, con el ensayo. Eso también lo tiene Charly. Siempre se lo digo: «Para mí, vos y Fripp son iguales». Aman la música. Cada uno a su manera, son aplicados y viven por la música.

Por otro lado, Kabusacki es un habitué de Japón: allí se editaron casi todos sus discos y él se siente totalmente adaptado a sus costumbres y rutinas. Muchos de sus discos tienen como arte de portada fotografías que él mismo tomó de su errancia por tierras niponas, como los de The Champion y The Legendary Landscapes. «Todo me interesa, lo instrumental, lo cancionístico, lo folclórico. Por eso toco con Francisco Bochatón, con Lisandro Aristimuño, con León Gieco. Todo esto me parece un sueño. Aquel pibe de Rosario llegó a tocar con todos los que admiraba. Soy un afortunado. Me acuerdo que una vez fui a ver a Liliana Herrero a El Club del Vino y cuando terminó el show se me acercó llorando, porque se le había ido el guitarrista y desarmado la banda. Tenía un concierto pautado para la semana próxima. Como yo tenía cierta aproximación con el folclore y la música del Litoral en general, me animé. Y no paré».

–Y no parás.
–No. No me alcanza el tiempo. Hasta que no pueda vivir dentro de un parlante no voy a parar. 

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