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Desvelos de verano

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Hernán Carbonel

Martín Kohan
Random House
121 páginas

Entre tantos otros atributos, hay algo que caracteriza a Martín Kohan y es su condición de autor prolífico. En los dos últimos años publicó la novela Confesión, el volumen autobiográfico Me acuerdo, ese maravilloso ensayo que es La vanguardia permanente y, ahora, los cuentos de Desvelos de verano. Breves, de no más de diez páginas, incluso menos, los relatos están ambientados mayormente en el campo, en pueblos pequeños al pie de las sierras, a orillas del río o del mar. Y son atravesados por esos entornos naturales: chicharras, moscas, sol, arena, balnearios, lugares inhóspitos, la búsqueda de sosiego. Es que el verano es la «estación de los cuerpos», y es por eso que en muchos de ellos late el deseo, la tensión sexual, la pasión, la infidelidad: parejas, intimidades, atracciones y distancias, perdones y condenas, personajes que se debaten entre una esperanza de salvación infundada y el hartazgo de su propia existencia. Incluso varios de los textos funcionan como opuesto de otros que los siguen o anteceden («Guerra fría» y «Simultáneas», «El desvelado» y «La desvelada»), como si en ese juego de espejos flotaran los vaivenes de la condición humana. Porque no todos los desvelos se deben a la incapacidad de conciliar el sueño, sino también a aquello que opera como velo a las realidades inmediatas. Cuentos, al fin, que varían entre los dos clásicos formatos, final cerrado y final abierto; que proponen variedad de narradores y puntos de vista; y que encuentran el equilibrio en una voz precisa que, pulida y ágil al mismo tiempo, con recursos económicos pero siempre efectivos, nunca descuida la fina ironía y esa audacia literaria que es la marca del autor.

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