«Blade Runner 2049» y una remake de «El planeta de los simios», entre otros esperados próximos estrenos, se inscriben en la mejor tradición de una ciencia ficción desencantada, que explora las facetas más sombrías de los avances tecnológicos.
9 de marzo de 2017
Futurista. En la nueva Blade Runner, el agente Deckard (Ford) regresa en el año 2049.
En 2017 se estrenará casi media docena de películas de ciencia ficción, algunas muy esperadas (como Alien: Covenant, la secuela de Prometheus, dirigida por Ridley Scott), la mayoría del subgénero space opera (Star Wars: Episodio VIII o Avatar 2, secuela de Avatar, dirigida por James Cameron), pero otras –menos estandarizadas– exploran el futuro de la humanidad en clave distópica. Son aquellas historias, recurrentes en la literatura y en el cine, que Isaac Asimov describía como el «efecto Frankenstein» de los avances tecnológicos y que, al menos desde la primera Mad Max (1979), parecen conformar una creciente tendencia. Entre las películas distópicas más recordadas de las últimas décadas seguramente están Terminator (1984), 12 Monos (1995) o Matrix (1999), si bien ninguna ha logrado convertirse en un objeto de culto como Blade Runner (1982), la gran pionera de este tipo de cine. En octubre, casi 35 años después de su estreno, el agente Rick Deckard (Harrison Ford) regresará en Blade Runner 2049, la continuación del film de Ridley Scott, dirigida ahora por Dennis Villeneuve. Pasaron unos 30 años de los sucesos de la primera película, y Ryan Gosling encarna a un nuevo blade runner, el agente K de la policía de Los Angeles, que tendrá la misión de encontrar a Deckard. Para el crítico e investigador Leonardo D’Espósito, «es cierto que esa película resultó bastante profética y sería interesante ver si una nueva entrega pone en perspectiva el mundo que había planteado en el clásico de 1982».
También Ghost in the Shell y Battle Angel se refieren a un futuro, aunque más lejano que el de Blade Runner 2049, donde se han fusionado la humanidad y las máquinas. En la primera, que se estrenará a fines de marzo, en un Japón futurista, Motoko Kusanagi (Scarlett Johansson) es una agente especial cyborg (solo tiene humano el cerebro) y lidera el grupo de trabajo de élite, cuya misión es luchar contra el ciberterrorismo. Ghost in the Shell se inspira en un manga ciberpunk creado en los 80, donde Motoko y sus colegas se enfrentan tanto a peligros externos como a conflictos internos. Dirigida por Robert Rodriguez, Battle Angel también se basa en un manga y está ambientada en un hipotético siglo XXVI, en el cual los robots controlan el planeta.
Hay noche para rato
Según D’Espósito, el cine distópico «es la tendencia mayoritaria de la ciencia ficción en la última década y media y la verdadera causa de eso es el 11-S: la necesidad de los Estados Unidos de proyectar sus miedos a través de esta clase de películas que tiene como forma simétrica el crecimiento de los superhéroes, que serían el costado esperanzado y luminoso contra la amenaza sin nombre e increíble. Me parece bastante interesante ver ambas series de filmes (que incluyen también Los juegos del hambre y sus clones) como dos caras de una misma moneda, la del Occidente desconcertado ante el futuro después de haber visto lo que se suponía que no podía pasar».
En 2017, además, se estrenarán dos remakes: La guerra del planeta de los simios (en julio) y La fuga de Logan. Esta última está protagonizada por los supervivientes de un acontecimiento apocalíptico en el siglo XXIII. En la tercera película de la nueva saga de El Planeta de los simios, que vuelve a dirigir Matt Reeves, César y sus monos libran un conflicto decisivo contra un ejército de humanos.
Todo indicaría que estas remakes pertenecen a otra época del cine distópico. Sin embargo, D’Espósito observa que «hay pocos relatos en realidad, así que siempre es posible contar una vieja historia y que sea pertinente para un público nuevo. Depende en gran medida de la traducción que se haga para ese público. Incluso si los títulos originales son clásicos es porque aún dicen algo del mundo que nos rodea, en algunos casos y visto el paso del tiempo, desgraciadamente».