12 de junio de 2025
Pionero en el circuito de arte local y reconocido por su proyección internacional, el espacio mantiene la perspectiva femenina y la intuición para captar lo nuevo de su fundadora.

Herederas. Orly y Mora, madre e hija, continuadoras del espíritu inquieto que distingue a Ruth Benzacar.
Foto: Jorge Aloy
Uno de los primeros recuerdos vinculados al arte de Orly Benzacar, la sitúa en el barrio de Almagro, de visita, durante la infancia. Acompañaba a su madre Ruth (1932–2000), fundadora de la galería que este año cumple 60 años, a visitar a Antonio Berni. Al fondo del Petit Hotel –un palacete de la pareja del pintor, una mujer de buena posición–, sobre la calle Rivadavia, el artista había alzado un galpón al que convirtió en taller. Apenas vio a la niña, Berni tomó un papel y, en instantes, le dibujó un retrato. La pequeña Orly quedó embelesada.
Originalmente, la galería funcionó en la casa familiar del barrio de Caballito, hasta que en 1975 se mudó a un piso señorial de la calle Talcahuano, donde las Benzacar también vivían y trabajaban. Para Mora, hija de Orly, nieta de Ruth, el arte era algo que se presentaba natural entre los elementos domésticos. Recuerda que, entre otras piezas, le fascinaba mirar los ositos de Alfredo Prior que lucían en las paredes. En los cumpleaños infantiles y en pijamadas, sus amigas y amigos se sorprendían por la cantidad de obras que los rodeaban. Las tertulias eran frecuentes en el living de aquella familia «de extracción judía, cultural, sensibilidad cultivada, que gustaba del arte» y sin antecedentes en el rubro.
Esta es una historia de filiación entre mujeres profesionales que, por tres generaciones, mantuvieron la celebración de lo contemporáneo. El término, siempre repensado y esquivo, desde textos teóricos a los históricos de Juliane Rebentisch, Giorgio Agamben y tantísimos más, encuentra en el presente de estas gestoras tan sensibles como implacables, su materialización.
Durante estos 60 años, contó Orly en uno de los eventos que dieron inicio a la serie de muestras y actividades especiales que se extenderán en los próximos meses, el espacio estuvo atravesado por la realidad: «Por la Argentina pasaron 19 presidentes, 27 ministros de economía», en medio de diversas crisis económicas y políticas. Y la galería permanece y crece, manteniendo la impronta que le dio el impulso inicial, ahora instalada en el barrio de Villa Crespo. Siempre, cuentan a Acción en una entrevista conjunta madre e hija, tuvieron «una vocación internacionalista». De hecho, siempre se vincula a los artistas que ellas representan con la presencia argentina en ferias y en la Bienal de Venecia. ¿Qué cambió desde que arrancaron? «Ruth tenía la convicción y la certeza de que la producción del arte argentino merecía ser conocida en el mundo», dice Orly. «Ruth tuvo algo muy pionero», agrega Mora. En aquella época, la circulación por el mundo no era un objetivo de «sentido común».
Por el mundo
Hay una anécdota que ilustra la perspicacia y el temple de Ruth, a quien, dicen sus herederas, su marido, un ingeniero agrónomo con campos en las colonias judías de Santa Fe, de mente abierta e idealista, pero sin contacto previo con el mundo del arte, apoyó abiertamente. «Yo creo que mi padre era feminista», dice Orly. Y quizá de él heredó su mentalidad científica: estudió biología y, hasta 1990, cuando se sumó a trabajar con su madre, se dedicaba a biotecnología vegetal. Era 1966 y Ruth armó un audiovisual con música de Astor Piazzola, «una joven promesa», cuenta Orly. Se tomó un avión a New York y, hasta que no logró proyectarlo en el MOMA, no volvió.
La mesa donde se realiza esta entrevista era la misma que usaba la fundadora. Sobre ella, un libro impactante que marca una época, y que reconoce lo que parece extraordinario, inesperado, el punto de giro. Le tocó ser testigo a Ruth: en 1992 recibieron el volumen gordo, de tapas rígidas, papel ilustración, que vemos ahora, en inglés, titulado Las 200 mejores galerías de arte contemporáneo del mundo. No lo esperaban. Esos envíos no se anunciaban. Aún no existía internet. Al abrirlo madre e hija descubrieron, con sorpresa total, que estaban en la lista. El impacto de ver ese catálogo de lujo pervive.
Una de las preguntas que circulan en la charla es qué la hace tan tentadora para las ferias internacionales. Tengamos en cuenta que Ruth Benzacar participa en ARCO Madrid desde 1988, que fue la primera galería local en ser admitida en ART Basel Miami, y que durante los primeros 5 años fue la única argentina. También participaron en Art Basel Suiza, en Frieze en Londres, Fiac en Paris y ArtDubai, y en ciudades latinoamericanas como San Pablo, Río, México DF, Bogotá, Lima, Guadalajara, Santiago de Chile. Y no faltaron ni una vez a ArteBA.
Cuando comenzaron, la cantidad de galerías se contaban, como se dice, con los dedos de una mano. Hace 9 años se creó Meridiano, una cámara de galerías: arrancaron siendo 8. Hoy son 64. La noción de institución «consolidada», a la cual muchísimos artistas quieren pertenecer y muchos coleccionistas quieren comprar, implica una pelea por aceptar, a la vez, el dinamismo, el vértigo que conlleva lo contemporáneo, que debe afincarse no sobre modas sino en conceptos bien pensados. Que no renieguen de la intuición, pero tampoco de la racionalidad. Un combo que magnifican Orly y Mora, quien, en sus propias palabras, estuvo «coqueteando varios años con la medicina», antes de estudiar arte en París.
En 2002 lanzaron el concurso Currículum Cero para artistas emergentes, pero ahora se encargan de decir que «no importa que algunos de nuestros artistas tengan 80 años. Sus obras siguen siendo muy contemporáneas». Mientras tanto, en la planta baja se oyen otras voces. La de los visitantes y una de las artistas, Ana Gallardo, que expone en estos días. En otra sala se encuentra la obra de Marina de Caro. Ambas dialogan con la propia historia de la galería y de estas mujeres que aunan lo doméstico, lo filial, con la creación, la producción, la generación de cosas nuevas, en tanto arte.