Cultura | EL ARTE EN TIEMPOS LIBERTARIOS

Lali versus Lilia

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Fernando Sánchez

Mientras la cantante es elegida como blanco por el presidente Milei y su claque patética, la diputada y cosplayer da cátedra sobre cultura independiente.

En vivo. Durante su presentación en Cosquín Rock, Espósito ironizó sobre la acusación de que vive «del Estado».

Mariana Espósito, más conocida como «Lali», es la responsable de que en la provincia del Chaco haya niños en la miseria y con problemas nutricionales. ¿Por qué? Porque en 2018 apoyó la campaña a favor de la interrupción voluntaria del embarazo. Porque el 13 de agosto del año pasado, cuando se confirmó que Javier Milei resultó el candidato más votado en las elecciones primarias, tuiteó: «Qué peligroso. Qué triste». Porque unos días atrás, durante su show en Cosquín Rock, después de seis meses de hostigamiento a través de medios de comunicación y redes sociales, decidió modificar la letra de una de sus canciones para ironizar sobre la acusación de que vive «del Estado».
Y también porque, en otro momento del concierto, sobre el mismo escenario cordobés, en respuesta a los ataques que recibe de parte de miles de militantes de La Libertad Avanza, dijo: «Acá estamos, pero esto es gracias a su cariño, a su empuje, a que me comprenden. Como siempre digo todo lo que le sucede a un artista es una cuestión colectiva, no depende solo del artista. Pensé un montón que decir, ustedes entienden el contexto. Esta fiesta que somos los argentinos, esta unión que genera el arte, la música, la cultura, nadie nos la va a sacar jamás. Depende de nosotros y de ustedes, de acompañar y defender. Esta canción es para los mentirosos, los giles, las malas personas, los antipatria y todos».
¿Son necesarias más pruebas? Acaso la oficialización de su romance con el conductor, humorista y reconocido militante peronista Pedro Rosemblat constituya un dato probatorio de contundencia definitiva. 
De esta manera queda confirmado que Mariana Espósito, más conocida como «Lali», que tiene 32 años y es actriz, cantante, bailarina, compositora y modelo; que trabaja en los medios desde 2001; que hizo teatro, cine, televisión; que grabó seis discos como solista (además de los grabados con Teen Angels); que hace giras y llena estadios en todos los países donde se presenta; que tiene 12 millones de seguidores en Instagram, 7 millones en X y fans por todo el mundo, es la responsable del hambre de los niños chaqueños. No solo de los niños y no solo de los chaqueños: es la culpable del hambre de los niños y las niñas de la Argentina toda. 
Enunciada la sentencia sigue la condena, que consiste en que el presidente Milei quede como un pretendiente despechado cada vez que intenta burlarse de la susodicha, o difunde mensajes que la agreden y le desean las peores desgracias, algo que en los últimos días viene haciendo con pertinaz dedicación. Pero de modo implícito, la condena incluye la posibilidad concreta de que algún sobregirado de libertarianismo decida hacer injusticia por mano propia transformando las amenazas en hechos. No sería la primera vez. La historia argentina está llena de artistas amenazados… y no solo.

Música funcional
Lilia Adela Bolukalo Lemoine, más conocida como Lilia Lemoine, no es responsable de nada, aunque el 10 de diciembre pasado ocupa una banca en la Cámara de Diputados de la Nación. Tiene 43 años y se autodefine como «influencer» porque tiene algo más de 150.000 seguidores en Instagram. También se autodefine como artista porque se disfraza. Es en su calidad de artista que días atrás ofreció valiosos consejos a su colega. Dijo: «Yo me considero una artista, también. Conseguí vivir del cosplay por muchos años. Yo fabricaba trajes, los hacía con mis propias manos. Fui una de las primeras a nivel nacional y global en hacerlo. Recorrí más de 15 países en más de una oportunidad con mi trabajo. Lo pude capitalizar. Y dejé ese estilo de vida cómoda para defender realmente los intereses de mi país. Para mí, el arte tiene que ser independiente. La cultura es independiente. Y el artista es contracultural. Si no, sos el bufón del rey o parte de una agenda del marxismo cultural. La cultura está viva y la elige la gente».

Disfraces. Lemoine se jacta de haber recorrido más de 15 países gracias a su trabajo en el rubro del cosplay.

Aquí tampoco son necesarias más pruebas. Con su balbuceo vago, con la profundidad de una escupida en el asfalto caliente, expresa mucho más de lo que intenta decir: que el arte, en el fondo, ya no es arte. Que el arte ni siquiera es, como suele decir Charly García, «cagarte de frío». Si Lemoine es una artista, si lo que ella hace es lo que se espera de un artista, pues es obvio que lo de Lali no es arte ni Lali, artista. Desde su lugar de autoridad legislativa, desde el poder real que significa brindar conclusiones como representante del partido en el Gobierno, con la confusa ensalada de preconceptos mal comprendidos y peor conjugados que constituye su discurso menos que infantil, Lemoine define lo que oficialmente debe ser considerado arte, y lo que no. Si molesta, no es arte. Y legitima primero y justifica después los ataques a quienes, subidos a una concepción anticuada y colectivista del arte, se resisten al cambio componiendo, escribiendo, cantando, filmando, grabando, bailando, pintando, haciendo esas que cosas que ya no tienen por qué interesarle a nadie. Y que encima, en algunos casos incomodan.
Que Milei haya redoblado la apuesta contra Espósito apelando a apodos de clase de El Chavo, que la claque patética que lo entrevista celebre el peligroso acoso presidencial, y que sus seguidores regurgiten una y mil veces insultos y amenazas disciplinarias mientras las medidas tomadas en apenas dos meses de gestión producen pobres a niveles superiores a los de 2001 es, sin dudas, parte del plan. 
No solo no quieren que los artistas piensen distinto a ellos. No quieren que ni siquiera piensen. De otro modo, Lemoine no podría ser considerada artista.
La idea de la música funcional aplicada al arte en general: así como la música funcional es música para quienes no gustan de la música, el arte funcional… bueno, se entiende.
Pero como además son totalitarios, tampoco quieren que el público disfrute de otro arte que no sea vacuo, el que presuntamente no se involucra «en política». Como si no fuese que todo artista es político no solo en los términos literales de Lemoine. No sorprende: la deliberada manipulación y tergiversación del sentido es eje de la estrategia de la ultraderecha para apropiarse de términos, ideas, conceptos, discursos. De otro modo no sería posible que Lali Espósito sea la culpable del hambre de los niños del mundo mundial.

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