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Pantallas combativas

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Mariano Kairuz

En paralelo con el Festival de Cine de Mar del Plata, Contracampo y ¡Esto Es Historieta! cuestionan la política del INCAA y se erigen como espacios de proyección alternativos.

Afiche. El frente de la sala marplatense Enrique Carreras, listo para el desembarco de Contracampo.

Foto: Prensa

Ambos eventos tendrán lugar al mismo tiempo que la edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que llega en medio de múltiples cuestionamientos ligados a la actual conducción del INCAA. Hay, entonces, en Contracampo y ¡Esto Es Historieta! un acto de oposición, de posicionamiento, de llamado de atención, pero, antes que nada, una propuesta de acción. Para armar ¡Esto Es Historieta!, Pablo Conde –quien renunció a su cargo de director artístico del festival marplatense hace unos meses, ante la indefinición del INCAA acerca del destino de la muestra– convocó «a gente que está trabajando a la par, por genuino amor al arte, convencidos de que en momentos aciagos hay que hacer: eso es lo que nos salva, lo que nos diferencia».

Integrada por siete largometrajes que se proyectarán entre el jueves 21 de noviembre y el miércoles 4 de diciembre en la Sala Lugones, en la Ciudad de Buenos Aires, varias mesas que propondrán abordajes teóricos del cruce entre el cine y el cómic, talleres, presentación de bandas en vivo (Nave Nodriza, Fiambre Moderno y Electrochongo, que musicalizará fragmentos de películas) y feria de fanzines y libros de cine, ¡Esto es Historieta! empezó a gestarse cuando Conde aún estaba a cargo del encuentro en la ciudad costera.

«Había que unir esos dos mundos», dice Conde. «El cine está quedando reducido a un conjunto de islas, por falta de estrenos que no sean mainstream y de espacios de exhibición masiva. Y me parece que al cómic también le está pasando eso: originalmente, la historieta sostenía un diálogo con la gente desde publicaciones populares. Es descorazonador, pero ese mundo dejó de ser popular al perder la visibilidad que tenía gracias a los diarios, las revistas y otros artefactos de un mundo que, como dice Stephen King, “se movió”. Pero a su vez tuvo un resurgimiento muy interesante en los últimos años, visible en Argentina, país productor de talentos en todas las artes. Hay un diálogo muy fuerte entre el cine y el cómic: creo férreamente que si te gusta uno de los medios es muy probable que te guste el otro».

En una saludable superposición –parcial, porque va del viernes 22 al martes 26– que es también convivencia y complementariedad, Contracampo se propone, desde Mar del Plata, no como un contrafestival sino como un «encuentro de cine argentino». Y, también, como «una acción política», agrega, tomando la palabra en nombre del colectivo que lo lleva adelante, Lautaro García Candela, coeditor de la revista La vida útil y director de las películas Te quiero tanto que no sé y Cambio cambio. «Lo organizamos un grupo de cineastas, críticos y productores autoconvocados, como respuesta a las políticas del INCAA y del Festival de Mar del Plata, que son indivisibles, en función de visibilizar que hay toda una parte del cine, que si estas políticas siguen así, no va a estar más. Nos parece muy hipócrita de parte del festival que se invite a armar una especie de fiesta cuando a la vez el cine es algo que la actual dirección del INCAA no respeta, no le interesa. De hecho, está proponiendo casi el desarmado de la industria tal como la conocemos ahora».

La acción, cuenta García Candela, tuvo como origen una recurrencia espontánea y significativa, emergente de un momento de turbulencia e incertidumbre. «A mucha gente se le ocurrió la misma idea al mismo tiempo. Varias personas del cine se decían ‘no nos parece bien que nos cobren un fee por mandar la película a Mar del Plata’, ‘no quiero mandarla’. Empezamos a pensar qué se podía hacer y se nos ocurrió invitar a todos tal día en tal lado. Nos juntamos y así salió. La mayoría de las películas más importantes del mundo festivalero de este año no querían estar en Mar del Plata, y de repente están todas acá en Contracampo», explica.

Documental. Una escena de El Humor, de Llinás y Masllorens, que se podrá ver en ¡Esto es historieta!

Foto: Prensa

«Por otro lado, tampoco queríamos tener una dinámica de festival, en el sentido de privilegiar las premieres mundiales y esos manejos muy elitistas. Entonces pasamos películas que estuvieron en Bafici, en Doc Buenos Aires o en el Festifreak de La Plata. Se terminó de armar cuando pensamos qué queremos pasar y ahí está: la de César González, que estuvo en el Doc Buenos Aires, la de Goyo Anchou, que estuvo en Bafici, o Simón de la montaña, que se estrenó en salas. La programación fue pensada meramente en función de dar el panorama más amplio de diferentes estéticas, modelos de producción, temáticas, y un sampleo geográfico bastante grande».


Programación completa
Entre las siete películas de ¡Esto es historieta! que se podrán ver en la Sala Lugones del Teatro San Martín, se destaca el documental El Humor (Pequeña Enciclopedia Ilustrada) de Mariano Llinás e Ignacio Masllorens. Nacido de «una deuda que se transformó en certeza», Conde dice que el evento se puede realizar gracias al «apoyo de instituciones relevantes como la Embajada de Francia y el Instituto Francés en Argentina, la Sala Lugones, el Centro de Historieta y Humor Gráfico Argentinos de la Biblioteca Nacional, el Bar Cultural La Paz Arriba y el programa MICA Acompaña, del Mercado de Industrias Culturales Argentinas. Está claro: hay interés por todo esto, hay un público ávido».

Por su parte, las proyecciones de Contracampo tendrán lugar en la sala marplatense Enrique Carreras, y se complementarán con charlas en distintas sedes. Entre los más de veinte títulos de la programación sobresalen lo nuevo de Hernán Roselli (que viene de proyectarse en la Quincena de Realizadores de Cannes), Lucía Seles y Maximiliano Schonfeld, además de una sección de rescates de Filmoteca en Vivo y Cineclub Dínamo en fílmico. En cuanto a su posible continuidad, aun no se sabe nada pero, dice García Candela, «ojalá no lo tengamos que hacer. No queremos institucionarlo tampoco. Hay gente que está poniendo plata para alquilar la sala, para el proyector, la pantalla. Cada uno viaja y se aloja por su cuenta. Esta acción se hace gracias a los productores de las películas que ayudaron a organizar el evento cuando todo ya era incierto y la mano venía horrible».

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