En su quinta película, la directora de «Los rubios» se mete con la historia de Isidro Velázquez, un trabajador rural de Chaco que se sublevó y acabó fusilado por la policía en los 60. La violencia y el poder, según la mirada de una cineasta singular.
24 de enero de 2017
Huella. El documental indaga en un ensayo de Roberto Carri, padre de la realizadora. (Gentileza Albertina Carri)
Cuando Albertina Carri filmó Los rubios, el primer largometraje que escribió y dirigió, expuso su propia historia en la pantalla grande. Albertina es una de las tres hijas del sociólogo Roberto Carri y la profesora de Letras y Latín Ana María Caruso, ambos militantes montoneros desaparecidos en en 1977, durante la última dictadura militar. Ella tenía solo 4 años entonces, y aquella película puede pensarse como la reconstrucción de los fragmentos de una memoria familiar y colectiva signada por la violencia.
Cuatreros es la quinta y última producción de la realizadora, que durante este mes se proyectará en las salas del MALBA y Gaumont. Estrenada en el Festival de Cine de Mar del Plata y seleccionada para la 67ª edición de la Berlinale, su nueva película rescata del olvido a Isidro Velázquez, aquel peón rural que pasó a ser el bandido con más fama en el Chaco de los 60, y más tarde fue fusilado por la policía. La figura central de Isidro Velázquez: formas prerrevolucionarias de la violencia, es un ensayo que escribió su padre. La película indaga en el trabajo de Roberto Carri, pero también en la vida del gaucho alzado y en una cinta perdida: Los Velázquez, de Pablo Szir, también desaparecido.
«Es una película sobre cómo el cuatrerismo de unos poderosos nos han dejado una herencia de violencia inane», dice la voz en off de la realizadora. «Creo que a Velázquez se lo usó como una forma de amedrentar al pueblo. Al campo lo limpian, lo domestican, lo cuatrean entre un puñado de patriarcas. A los malandras y a la mugre se la mata, o se la deja en banda, toda junta, hasta que se mate sola. La burguesía terrateniente argentina sigue operando igual, solo que las formas de persecución y caza se han ido sofisticando».
Actos de resistencia
Cuatreros es un documental de una enorme dimensión emotiva y política, narrado a partir de imágenes de archivo y una diversidad de metraje encontrado: comerciales de autos, campañas de salud, reuniones en la Sociedad Rural. «Esas imágenes de archivo fueron filmadas, pensadas y consumidas en una época determinada, por lo que siempre hablarán de esa coyuntura. Pero al desmembrarlas, separar los fotogramas y detenerse en detalles, modificar su montaje y su tiempo, se les da una implicancia de ficción que las vuelve todavía más documentales, pero con capacidades narrativas renovadas. Dejan de ser una reliquia, un objeto de museo y pasan a una instancia crítica», reflexiona.
Archivo. Una de las imágenes históricas.
terisco, el Festival Internacional de Cine LGBTIQ, y luego de sus incursiones en ficciones de la televisión, como 23 pares y La bella tarea, tardó más de 8 años en volver a emprender un proyecto cinematográfico. «Sentía una especie de desilusión con respecto al cine. Es muy difícil hacer una película, lleva mucho tiempo y energía, tanto física como emocional; requiere una entrega que siempre hice con total certeza, pero luego tuve una pequeña crisis. ¿Para qué hago películas? ¿Qué sentido tiene? Si ya todo está contado, si prefiero leer poesía que ir al cine», recuerda.
Todos las producciones de Carri (No quiero volver a casa, Los rubios, Géminis, La rabia) están atravesadas por una actitud crítica de la cultura y una reflexión sobre las formas de la violencia. Sus trabajos siempre configuran un intento de desandar el mundo tal como nos lo enseñaron. Ella dice de su última obra: «Todo puede pensarse como un acto de resistencia. El problema de hoy es a quién llegás con tu pequeño acto. Pero cada imagen puesta en espejo es algo que incomoda. Y es necesario incomodar, porque vivimos en un mundo tremendamente injusto y desigual».