Deportes | ENTREVISTA A MÓNICA SANTINO

Abrir la cancha

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Beatriz Chisleanschi - Fotos: Jorge Aloy

Referente del fútbol femenino, lidera un proyecto de inclusión social con niñas y adolescentes de la Villa 31. Derechos, solidaridad y juego en equipo.

Pelota para todas. Exjugadora de All Boys y con experiencia en temas de género, Santino integra «La Nuestra» desde 2007.

Hace unos años atrás, no tantos, pasar por un potrero y ver a mujeres gambetear a una rival, hacer jueguito con la pelota, festejar un gol abrazadas con sus compañeras o transpirar la camiseta, solo por el hecho de disfrutar del fútbol, era una imagen más de un cuento surrealista que de la vida real. Hoy ya no nos sorprende. Son muchas las que se han animado a jugar al fútbol, e incluso lo practican profesionalmente. Ejemplo de ello es el club feminista La Nuestra que lidera la exjugadora de All Boys, Mónica Santino, y que funciona en la Villa 31. Se trata de una iniciativa de inclusión social con niñas y adolescentes que comenzó hace 15 años.
«Pararse en la vida como en la cancha», dijo alguna vez una participante de este proyecto. Esa frase quedó grabada a fuego y se convirtió en el lema impreso de las remeras negras que visten. La misma que porta Santino, en el diálogo que mantiene con Acción.
¿Qué significa para vos hacer un proyecto de carácter social, en medio de un sistema que es cada vez más individualista, que apuesta al egoísmo y al sálvese quien pueda?
–Estar en un barrio como es la Villa 31, haber luchado para tener la cancha y que cada martes y jueves se acerque una cantidad importante de pibas a jugar a la pelota es maravilloso. Porque lo que pretendemos es que, a partir de ese derecho al juego, podamos pensar en nuestros cuerpos, en nuestros vínculos, en el lenguaje de ese territorio. La Nuestra es un espacio de lucha, de resistencia, de alegría y una forma de pararse en el mundo que es como lo concebimos. Como premisa, para nosotras, el «no te metas» o «salvate vos sola» no existe, es imposible jugar al fútbol así, porque es un deporte eminentemente colectivo. Hay una frase de un sociólogo, que dice: «El futbol es la mejor muestra de solidaridad al aire libre». Nosotras eso lo llevamos a la cancha y fuera de ella.
¿Cómo surgió este proyecto?
–La iniciativa nació en 2007, una serie de sucesos me trajeron hasta acá. Yo trabajaba en el Centro de la Mujer en Vicente López en un proyecto de fútbol femenino, que se había establecido como política pública. Nacido en 1994 había ofrecido espacios de fútbol a las zonas más pobres del partido y desde allí se podía trabajar con adolescentes temas vinculados a la salud sexual reproductiva, entre otros. En julio del 2007, en los juegos Evita, me cruzo con un equipo de la Villa 31 que estaba dirigido y conducido por una entrenadora estadounidense que se volvía a su país y no quería que las chicas se queden sin la posibilidad de entrenar, fundamentalmente porque son muchos los problemas que había (y hay) en el barrio. De ahí que me propuso hacerme cargo. El 6 de noviembre aparecí en esta cancha que era de tierra, no tenía estas tribunas, nada que ver con el contexto actual. Allí comenzó todo, fue un año entero de ganarme la confianza de las adolescentes y de establecer un vínculo desde la presencia. En un comienzo éramos 5 o 6, a veces 7, y teníamos que pelear palmo a palmo la cancha con los varones. Al ingresar al año 2009 ya éramos muchísimas, la cancha estaba conquistada, al igual que el horario y eso nos permitió organizarnos de otra manera.

Como en Vicente López, es fútbol, pero es mucho más que la práctica de un deporte.
–Sí. A partir de la llegada de compañeras que habíamos conocido por el fútbol en otros lugares, lentamente se fueron armando las participaciones en los Encuentros Nacionales de Mujeres, ahora Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No binaries. Esa participación nuestra fue un brazo político muy importante, así como en el 2015 el «Ni Una Menos» y la proliferación de los feminismos. Nosotras entendemos que en la agenda entra también el derecho a jugar al fútbol. Por lo tanto, no es solamente un proyecto deportivo que tira la pelota para que las chicas jueguen, sino que es problematizarlo, es escribir, es pensar de manera militante como seguimos haciendo crecer al género y al fútbol. También pensar en las direcciones técnicas, qué lugar ocupamos y como entramos en ese mundo de saberes que siempre fue de varones.
¿Por qué La Nuestra?
–La Nuestra es porque cuando yo jugaba en All Boys, a mitad de los 90, con dos compañeras más nos dimos la aventura de hacer una revista, porque nadie publicaba nada de fútbol femenino en ninguna parte. Entonces, salimos con un formato tabloide, en blanco y negro, con dos mangos, como podíamos, y las repartíamos en forma gratuita en las reuniones de AFA del fútbol femenino y le pusimos «La nuestra», que tiene un simbolismo particular. Jugar con la nuestra es jugar con la pelota al piso, tocar, y para nosotras desde un sentido feminista es pertenencia, es todo esto que somos, la identidad villera, entender al fútbol como un camino de libertad, como una forma de empoderamiento colectivo inmensa, y un rescate histórico de un tiempo. En mayo de este 2022, La Nuestra fue reconocida por el fondo mundial de mujeres Women Win –con sede en Ámsterdam– como un modelo a replicar por el trabajo que realizan con las adolescentes y jóvenes de sectores populares en materia de liderazgo y empoderamiento.
–¿Observás cambios desde que las chicas empiezan a hacer sus primeras prácticas, no me refiero a la habilidad futbolística, sino en sus vidas?
–Sí, cada historia tiene su particularidad y ninguna se parece a la otra, pero hay como un hilo en común. Llegar el primer día de entrenamiento con la cabeza baja, con el sentimiento de que no valen mucho, de que a nadie le importa lo que van a hacer, y ver cómo eso cambia desde el momento en como se paran para jugar. Es imposible jugar a la pelota con la cabeza gacha, tenés que levantarla para ver dónde están las compañeras, para buscar los espacios, bajar el centro de gravedad, aprender a mirar para un lado y para el otro. Al mismo tiempo poder vincularte con otras y ver que existe una forma de grupalidad que no tiene que ver con que te lastimen, te traten mal o que tu palabra no valga. Cuando se comienza ese recorrido ocurren cambios sustanciales. Para mí, uno de los más importantes, y que nos llena de orgullo, es que hoy muchas pibas han logrado que sus compañeros varones cuiden a los hijos cuando ellas están jugando, y eso para una piba en un barrio popular es enorme, porque se aprenden las tareas domésticas desde una edad muy temprana y los espacios para jugar son cada vez más reducidos. El fútbol en nuestro continente es muy importante, es parte de nuestra cultura: no se trata solo del deporte, es también tejer lazos familiares.

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