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Ascenso de golpe

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Figura en los Juegos Olímpicos de la Juventud, el porteño es uno de los grandes proyectos del tenis argentino. La influencia familiar y los consejos de importantes exjugadores, ejes de su crecimiento. Sus objetivos en el profesionalismo.

Futuro. Con tan solo 18 años, el joven deportista sueña con ganar Roland Garros. (Joe Toth/OIS/IOC)

El nombre de Facundo Díaz Acosta adquirió trascendencia pública durante los últimos Juegos Olímpicos de la Juventud, celebrados en Buenos Aires, donde este porteño de solo 18 años mostró interesantes condiciones tenísticas. O algo mucho más importante que una circunstancial buena performance como jugador junior: confirmar que está entre las principales esperanzas nacionales en un deporte que, pese a los logros de Juan Martín Del Potro y Diego Scharzman en el circuito profesional, exhibe un lento recambio. En la competencia olímpica, Díaz Acosta consiguió subirse dos veces al podio: primero junto a su compatriota Sebastián Báez, otra de las grandes promesas albicelestes, con quien ganó la medalla dorada en la modalidad de dobles, y luego de forma individual levantó la presea de plata (cayó en la final en una ajustada definición frente al francés Hugo Gaston), aunque difícilmente se olvide su victoria sobre Chug-Hsin Tseng, número 1 del mundo en la categoría junior.
Previo a que su apellido adquiriera notoriedad, el jugador ya estaba forjando una carrera a paso firme. De hecho, en 2018, participó de dos Grand Slam. Incide un factor relevante que viene de tiempo atrás. El tenis, en la casa de los Díaz Acosta, es sagrado y se transmite de generación en generación. Alcanza con mencionar que sus padres, María Cecilia y Pedro, se iniciaron a temprana edad y todavía compiten en certámenes de veteranos, e incluso sus abuelos empuñaron una raqueta en torneos amateurs. «Mi familia es del ambiente del tenis y comencé a prácticar con ellos desde muy chiquito, con mis abuelos y mis papás», le cuenta Díaz Acosta a Acción. Sus primeros golpes a la pelota los dio en el Club Comercio, situado en el barrio de Núñez, cuando tenía 5 años. Sin embargo, a los 12 definió un cambio que resultó clave en su formación al acercarse a la Academia de Mariano Hood y Mariano Monachesi, uno de los centros de entrenamiento más prestigiosos de Argentina. «Cada año fue dando un pasito más y ahora está entre los dos o tres mejores juniors del país», ratifica Hood, exayudante de Daniel Orsanic en el equipo que ganó la Copa Davis.

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Con esos consejos, este joven zurdo y alto –mide 1.82 metros– pulió algunos aspectos de su juego. Por caso, mejoró su saque, potenció su golpe con las dos manos y se anima a ganar los puntos en la red, una instancia difícil para cualquier jugador. Esa agresividad tenística le permitió cautivar no solo al público que asistió al Buenos Aires Lawn Tennis Club, o siguió los partidos por televisión, sino también a referentes del tenis argentino que observan sus buenas condiciones. Figuras como Guillermo Vilas, Gabriela Sabatini y David Nalbandian, en especial este último, siguen de cerca sus pasos. En ese plano, avanzar a la final de ambas competencias, agrega ante Acción, fue el resultado de un sacrificio que suele ser invisible. «Me perdí muchas vivencias como las salidas, el viaje de egresados. Pero a la vez hago lo que me gusta: juego torneos en distintas partes del mundo con el objetivo de disfrutar de lo que quiero: crecer en este deporte», señala.
Con miras al futuro, Díaz Acosta no se conforma con que su nombre sea ahora más conocido. En diciembre, sir ir más lejos, realizó una pretemporada ardua para insertarse en los torneos Future, el primer escalón del tenis profesional. Respaldado por sus padres, y con los aprendizajes que recibió en la Academia de Hood y Monachesi, el zurdo apunta a dar el salto de calidad para consolidarse en el alto nivel. Entrena fuerte para ser cada día mejor y por eso señala al español Rafael Nadal como su principal referente. De esa idolatría se desprende una ilusión más grande: «Sueño con ganar Roland Garros y con levantar la Copa Davis».

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