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Batallas de Tigresa

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La formoseña de 40 años sigue vigente al ganar el título mundial supergallo en su regreso al ring. Con pocos retos por delante, su legado es la difusión del boxeo femenino en la Argentina, hoy con numerosas púgiles de primer nivel.


Puños firmes. En julio, Acuña retuvo la corona supergallo al derrotar a Shannon O’Connell. (Télam)

No abundan los deportistas argentinos que lograron  allanar el camino para sus compatriotas en determinadas disciplinas. En el boxeo femenino, ese lugar lo ocupa Marcela Acuña, nacida en Formosa hace 40 años. Basta consignar que hace poco más de dos décadas atrás, esta especialidad no existía a nivel nacional. Y fue la formoseña la pionera en difundir un deporte que, hasta ese momento, estaba dominado por los hombres.
Pero no todo es pasado en la carrera de la Tigresa. Acuña retornó a la actividad en diciembre de 2016 tras un lapso en el que se centró en su otra pasión, la política, y se consagró campeona mundial supergallo de la Federación Internacional de Boxeo ante la mendocina Yésica Marcos. Un título que revalidó a mediados de junio de este año ante la australiana Shannon O’Connell, en un combate disputado en la localidad de Caseros.
Campeona mundial en dos categorías y en tres federaciones diferentes, la formoseña aún hoy es una figura destacada del pugilismo nacional, tal como explica a Acción Germán Riesco, periodista de TyC Sports especializado en boxeo: «En el contexto del boxeo masculino nacional, que no tiene hoy grandes campeones, Acuña se erige como una gran figura internacional, y además deja un legado palpable en el resto de las boxeadoras».
 Siguiendo su huella aparecieron grandes pugilistas como Alejandra Oliveras, Yesica Bopp, Érica Farías y Carolina Duer, por citar a algunas, todas ellas campeonas del mundo. A su vez, y como se dijo más arriba, la Tigresa no postergó su deseo de participar en política, una decisión que le dio mayor visibilidad. La boxeadora fue electa en 2009 como concejala del partido bonaerense de Tres de Febrero representando al Frente para la Victoria, cargo que hoy ocupa tras ser reelecta en 2013.
 
Golpe a golpe
Acuña se formó desde pequeña en el arte de la lucha, aunque sus inicios no estuvieron en el boxeo, sino en el karate. Allí cosechó buenos resultados, pero a los 18 años tuvo que alejarse del deporte ya que quedó embarazada de su primer hijo. Dos años después, regresó a la actividad para combatir con otros oponentes, esta vez como boxeadora. Como en el país no había competencia profesional, la Tigresa viajó a Estados Unidos, donde el boxeo femenino empezaba a emerger con figuras como Christy Martin y Lucia Rijker. Allí peleó con ambas y perdió, pero sus muy buenas actuaciones concitaron interés en los empresarios y aficionados. Aquellas peleas de la Tigresa en Estados Unidos fueron los primeros pasos para que, recién en 2001, la Federación Argentina de Box oficializara la reglamentación de la actividad en el país, prohibida hasta ese momento. Acuña obtuvo la licencia número 1.  
 Ya con una trayectoria importante en el plano internacional, la Tigresa volvió a la Argentina con el objetivo de instalar el boxeo femenino como una disciplina profesional. Y lo logró. El 19 de enero de 2002, en la Federación Argentina de Box, Acuña derrotó por knock out a Patricia Quirico y se consagró campeona argentina en el peso pluma, la primera corona en juego en la historia de este deporte a nivel nacional. Un año más tarde obtendría su primer título mundial tras vencer a la panameña Damaris Pinock Ortega en la categoría supergallo.
«La Tigresa abrió la puerta a las mujeres de un deporte netamente masculino en la Argentina», destaca Germán Riesco. No por casualidad la Argentina exhibe hoy numerosas representantes de primer nivel. «Acuña es una gran campeona, pero simultáneamente posee una técnica muy depurada. Es la mejor boxeadora local de la historia», añade Riesco. Con 40 años, a la formoseña le quedan pocos desafíos por delante. Mientras tanto, el pugilismo aún disfruta de las destrezas de su iniciadora, en apariencia cerca de sus últimas funciones aunque nadie podría asegurar que esto ha sido todo.

 

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