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Cancha embarrada

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Un sinfín de internas y discusiones cruzadas demoran la vuelta del fútbol de Ascenso y Primera División, escenario que se agrava con una huelga de jugadores. Solo hay una certeza: desde agosto, habrá que pagar para ver rodar la pelota.


Sobres. Medín, Víctor Blanco, Moyano, Pérez, Angelici, Tinelli y Tapia, en el acto donde se dieron a conocer las propuestas de televisación. (Télam)

El fútbol argentino vive continuamente enredado intentando superar la parálisis en la que se encuentra desde el 30 de julio de 2014, cuando Julio Grondona murió a los 82 años. Desde ese día, la Asociación del Fútbol Argentino se convirtió en un hormiguero después de haber sido pateado, un desastre no solo económico sino también –y acaso sobre todo– político. Que se haya votado un nuevo Estatuto, aún con discusiones abiertas, y se haya definido un calendario electoral posible muestra, como mínimo, algo de luz al final de un túnel que incluso fue más largo que este tiempo transcurrido sin fútbol.
Hasta acá, lo concreto: en la asamblea del infernal 24 de febrero, entre el vaho de la transpiración dirigencial, el fútbol argentino resolvió que el 29 de marzo se elegirá nuevo presidente, por lo que terminará la gestión del Comité Regularizador encabezado por Armando Pérez, que aunque tiene el aval de la FIFA y la Conmebol es, en los hechos, una comisión interventora diseñada a la medida del gobierno de Mauricio Macri. Si el fallecimiento de Grondona –que comandó de modo personalista la AFA durante 30 años– desató una puja de poder interminable entre sus subalternos, la injerencia oficial agudizó la crisis casi como si la estrategia fuera «cuanto peor, mejor». Nunca antes, en la actual etapa democrática, el fútbol argentino se había manejado a control remoto desde la Casa Rosada.
O mucho peor, como una forma de extorsión: el gobierno macrista se sentó sobre el dinero del Fútbol para Todos y reclamó a los dirigentes precisamente que terminaran con ese contrato y buscaran una salida privada; una puesta en escena que se concretó cuando la última asamblea votó el final del acuerdo y, al instante, la Secretaría General de la Presidencia que conduce Fernando de Andreis sacó un comunicado anunciando que «se rescinde de forma mutua el contrato del programa Fútbol para Todos». No fue «de forma mutua», sino bajo presión a los clubes, por ejemplo, postergando pagos. Pero así lo quería mostrar Cambiemos para terminar con un programa que, según había prometido durante la campaña, no se interrumpiría al menos hasta 2019.
Con el final de Fútbol para Todos, el gobierno se comprometió a pagar –lo hizo con demora– 350 millones de pesos que, se supone, les servirían a los clubes para afrontar el primer semestre de 2017 y liquidar deudas contraídas durante los últimos meses de 2016 (aunque no alcanzaría para frenar un conflicto con los jugadores, ver aparte). A eso hay que sumarle el adelanto (se calcula en unos 1.200 millones de pesos) que pague la empresa privada que se quede con los derechos de televisión, algo que se estaba definiendo al cierre de esta edición con las ofertas de ESPN, Mediapro y Fox-Turner, en una peculiar licitación que incluyó reuniones previas, postergaciones y amenazas por parte de las corporaciones de retirar sus propuestas ante las idas y vueltas dirigenciales. Pero ninguna se querrá perder un negocio que desde agosto de este año implicará que, para ver fútbol por televisión, habrá que pagar.
Más allá de ese aspecto, lo que se terminó de cocinar a fines de febrero fue una salida política negociada desde diversos lugares por el dúo que componen Daniel Tano Angelici, presidente de Boca, empresario binguero y uno de los operadores del macrismo en el Poder Judicial, y Claudio Chiqui Tapia, presidente de Barracas Central, yerno de Hugo Moyano y referente de Ascenso Unido. Es curioso: los clubes del Ascenso, como los del Interior, fueron los más golpeados por las postergaciones de pagos del gobierno. Pero, entre esos resquicios, encontraron como aliado a un hombre del oficialismo. Ambos se necesitaban. Angelici encontró a Tapia (y sus votos) como el repelente ideal para sacar del medio a Marcelo Tinelli, vicepresidente de San Lorenzo y aspirante a conducir la AFA, por el que sienten una aversión que es mutua.
En esa carrera, Angelici, aliado al Ascenso, le hizo frente hasta a la FIFA y a la Conmebol, con cuyo presidente, Alejandro Domínguez, está enfrentado. Horas antes de la última asamblea, el titular de Boca y su vice en el club, Darío Richarte, fogonearon con que ambas instituciones no debían tener injerencia en determinar la idoneidad de los candidatos a la AFA, por lo que a último momento modificaron el artículo 87 del nuevo Estatuto y le entregaron esa potestad al Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, cuyo vicepresidente es nada menos que el propio Angelici. San Lorenzo, por orden de Matías Lammens y Tinelli, se retiró antes de la votación. La FIFA y Conmebol amenazaron con sanciones si esto no era modificado.

Un triunfo
Lo que se mostró como una resistencia soberana, en realidad, le dio más poder a Angelici, que en una eventual AFA conducida por Tapia podría ser uno de los vicepresidentes. El otro nombre en danza para ese cargo es el de Hugo Moyano, presidente de Independiente. En cambio, no avanzó el intento del gobierno de filtrar a las sociedades anónimas deportivas en el nuevo Estatuto, lo que fue tomado como un triunfo por un sector dirigencial. Ese capítulo, sin embargo, sigue abierto. El macrismo insistirá, como lo hace desde que es gobierno, con que el fútbol empresa es una salida. Ese objetivo también tuvo que ver con el ahogo al que sometió a los clubes retaceando dinero. Una puerta de entrada podría ser la Superliga, ya aprobada aunque ad referendum de lo que indique el Comité Ejecutivo. La Superliga, como ocurre en España, funcionará como un órgano autónomo de la AFA.
En las próximas semanas se podría definir el futuro institucional de la AFA, si finalmente se respeta el calendario votado. Aunque la candidatura de Tapia aparece como la que puede aglutinar una mayor cantidad de votos, un sector dirigencial buscará hacerle frente. A Tinelli se lo menciona, en principio, como presidente de la Superliga, pero todavía no se lo descarta. Y también comenzó a moverse la figura de Alejandro Marón, un abogado expresidente de Lanús que supo ser muy cercano a Grondona. Pero no tiene demasiado sustento. Lo que suceda, en medio de estos tropiezos, marcará el inicio de una etapa que, después de dos años y medio de transición, podría denominarse «post Grondona».