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Central, el campeón y el mito

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Alejandro Wall

El club rosarino y una conquista que une historias: la del hincha Elbio con el escritor Fontanarrosa. Itinerario de una campaña con el sello de Miguel Ángel Russo y el ADN canalla.

Estadio Madre de Ciudades. Celebración auriazul tras vencer a Platense por 1 a 0, en Santiago del Estero.

Foto: NA

Un hincha de Rosario Central le manda un mensaje a Miguel Ángel Russo. Se llama Elbio, mira a la cámara: «Querido, bueno, mirá, tapaste todo con esta felicidad que nos diste. Yo vengo de hacerme una quimio, después de sesenta años me salió una porquería». El hincha continúa su mensaje, está en la puerta de Radio Boing, en Rosario, con su mujer y su hija. Es lunes, hace unos días Central fue campeón de la Copa de la Liga, la estrella número 12, y Russo fue a los estudios para una entrevista. El hincha se acercó para saludarlo, para celebrarlo: «Así que gracias, Miguel, me puedo ir tranquilo, me puedo ir tranquilo…». Elbio se quiebra. Es una escena dramática y tierna, de esas que cada tanto entrega el fútbol, lo que alguien describió como lo más importante de lo menos importante. Ese fútbol que contó Roberto Fontanarrosa, centralista hasta la médula, en textos que dialogan con la historia de Elbio.
El video lo mandó el periodista rosarino Rodrigo Miró. Elbio es una muestra entre millones de cómo nuestros equipos nos modifican. Para los hinchas de Central, este fin de semana de un temporal aterrador tuvo el paréntesis de esa felicidad mayor que significa ser campeón. Les tocó que sea en Santiago del Estero, bajo un calor de infierno y un operativo policial que los maltrató como también lo hizo con sus rivales, los hinchas de Platense. 
Rosario Central ganó la Copa de la Liga, una copa nacional en términos estrictos, los oficiales, pero con un sabor distinto a otras que consiguió, incluso la última que contaba, la Copa Argentina de 2018. Porque este es un torneo que corta los 36 años sin ganar el principal torneo en disputa. En los cálculos previos podía ser inesperada, mucho más un año atrás, cuando Russo llegó a un equipo al que tenía que sacarle la amenaza del descenso. La fecha en la que se lo anunció como nuevo entrenador tenía un simbolismo. Fue el 19 de diciembre, un día que siempre está marcado en el calendario canalla porque en 1971, con el Monumental como escenario atípico, Aldo Pedro Poy le hizo un gol de palomita a Newell’s, su némesis rosarina, por una de las semifinales de Nacional. Unos días después, el 22 de diciembre, Central le ganó a San Lorenzo y se quedó con el título.
Russo desembarcó en Central quizá para una historia menos épica. Lo acompañó en la aventura Claudio Úbeda, campeón con el equipo de Ángel Tulio Zof en el torneo de 1986-1987. Era la quinta etapa como entrenador de un equipo que ya lo tenía en su historia por clásicos ganados, por un ascenso, por buenas campañas. Nunca la tuvo fácil, como si siempre se tratara de remar desde abajo. Ahora tampoco iba a ser sencillo. Pero llegaba con un nuevo gobierno, era el elegido de Gonzalo Belloso, que recién asumía como presidente. Un club con deudas, con el descenso agazapado, a solo cinco puntos, y con muchos pibes en su plantel. 
Algunos de esos jugadores eran joyas a punto de venderse. Facundo Buonanotte se fue al Brighton de Inglaterra, Mateo Tanlongo marchó al Sporting de Lisboa y Lautaro Blanco voló al Elche durante los días siguientes a la llegada Russo, algo que de todos modos ya era previsible. Gino Infantino se quedaría un semestre para irse a la Fiorentina, igual que el delantero Alejo Véliz, que a mitad de año partió hacia el Tottenham. Central embolsó en ese tiempo, según cifras oficiales, 41,5 millones de dólares

Camino al andar
Pero entre toda la emigración juvenil, un futbolista iba a crecer en el equipo. En febrero había llegado el colombiano Jaminton Campaz a préstamo desde Gremio de Porto Alegre, donde venía de un paso gris, y con antecedentes en la selección de su país. Si el primer semestre de Campaz sirvió para asentarse en el equipo, el segundo fue para tomar vuelo. Ya estaba Ignacio Malcorra desde la administración de Carlos Tevez (antecesor de Russo) y a mitad de año llegó Maximiliano Lovera. La defensa también se fue armando entre la primera y segunda parte de la temporada con Carlos Quintana, Facundo Mallo y Agustín Sández. Y tiene más futuro que sale del club: Tomás O’Connor, con 19 años, se hace cargo de la mitad de la cancha con mucha solvencia.
Lo objetivos para cerrar el año podían ser módicos (o no tanto, depende de cómo se lo viera). Ganar un clásico, meterse en una copa, pagar las deudas. De las cuentas se tenían que encargar los dirigentes. Pero el golazo de tiro libre de Malcorra que le dio el último triunfo contra Newell’s cuando se terminaba el partido completaba una parte de ese formulario. Otro ítem conseguido fue meter al equipo en una Libertadores después de cuatro años gracias a los puntos acumulados en la tabla general. Pero además Central se metió en el cuarto lugar de su zona en la Copa de la Liga y entonces se topó con Racing en cuartos de final. Fue 2-2 (el equipo de Avellaneda levantó un 0-2) y hubo que ir a penales. Ahí apareció su arquero y capitán, Jorge «Fatura» Broun. Central pasó a las semifinales.
«Fatu», con 37 años, es la experiencia del equipo. Igual que Malcorra, aunque él es de la casa. Salió de Central catorce años atrás. Las vivió todas, el descenso y el ascenso. Volvió en 2021 y antes de que llegara Russo estuvo a punto de irse porque sentía que ya no tenía lugar. Empezó como suplente de Gaspar Servio, pero a los pocos partidos se quedó con el arco. A la tanda de penales con Racing le siguió el cruce con River, un 0-0 que terminó también con él como héroe. Atajó tres y Manuel Lanzini erró otro. Central se metió así en la final. 
Contra Platense, la tarea de «Fatu» fue descolgar centros. Supo que sería así una vez que Lovera hizo su golazo, quizá el más lindo del torneo, el que además sirvió al título. Russo sorprendió con el ingreso del formoseño desde el inicio. Al final, fue la llave para la vuelta olímpica. Para que el calor de Santiago del Estero valiera la pena.

Panteón auriazul
Hay que dimensionar a Russo como entrenador en el fútbol argentino. Por los resultados y por el cariño que cosecha. Lo aman en Estudiantes, el único club donde jugó y en donde consiguió el ascenso junto a Eduardo Luján Manera. Lo quieren en Lanús, donde consiguió el ascenso. Lo quieren en Vélez, donde fue campeón. Lo quieren en Boca, donde consiguió una Copa Libertadores y dos títulos locales. Lo quieren en Racing, donde armó un equipo competitivo con los colombianos Gio Moreno y Teo Gutiérrez. Lo quieren en Millonarios de Colombia, donde sumó dos estrellas mientras luchó contra el cáncer. En Rosario Central, donde ya era ídolo, se convirtió en leyenda. Es el hombre tres: el tercer entrenador en conseguir tres títulos con tres equipos distintos del fútbol argentino.
Belloso, jugador formado en el club, campeón de la Copa Conmebol en 1995, hace tiempo que recorre los pasillos dirigenciales del fútbol. Fue mano derecha de Alejandro Domínguez hasta que se distanció. De ahí se fue a FIFA, a la que renunció una vez que llegó a Central. En medio de los festejos santiagueños, Belloso expuso un movimiento de favores que quizá no todos los protagonistas hubieran querido que se conociera. Le agradeció al presidente de la AFA, Claudio «Chiqui» Tapia (a su «poder político»), al poderoso tesorero Pablo Toviggino y al exministro de Economía, Sergio Massa. Dijo que los dirigentes armaron la estructura para un desendeudamiento y que el último candidato presidencial del peronismo ayudó a «pagar inhibiciones». A Central le queda todavía el Trofeo de Campeones con River. La Copa Libertadores es un asunto del próximo año con la esperanza latente de que Ángel Di María vuelva al hogar después de la Copa América, el tiempo exacto para los eventuales octavos de final. Contra River será el 22 de diciembre, otra fecha inolvidable. Ese día será un aniversario del título de 1971, final contra San Lorenzo, la que precedió al mítico triunfo contra Newell’s, el que dejó un cuento imborrable del canalla más notable, Roberto Fontanarrosa, «19 de diciembre de 1971», la historia del Viejo Casale, cuyo corazón frágil fue prácticamente sacrificado en pos de la causa. Central, el fútbol, lo que nos moviliza, puede ser así en la ficción o en la realidad. En la vida de Elbio, que agradece su felicidad de campeón.

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