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Clubes con memoria

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Gustavo Veiga

Instituciones de primera división y el ascenso vienen realizando homenajes a socios desaparecidos por el terrorismo de Estado. Boca, River y las Abuelas.

Huracán. Referentes de DDHH y dirigentes deportivos y sociales participaron del acto de restitución de carnet celebrado en octubre

PRENSA

Una marea de homenajes, reparaciones y actos de un fuerte peso simbólico para la memoria colectiva tiene a los clubes argentinos como escenario. La iniciativa nació de sus propios socios. Se reproduce de manera sostenida, con un significante muy claro en la lucha por los derechos humanos: la restitución de la condición de asociados a los detenidos-desaparecidos. Aquellos que pagaban la cuota de una institución deportiva hasta que la dictadura del 76 se adueñó de sus vidas durante el terrorismo de Estado. Iban a la cancha a ver a sus equipos, competían como atletas federados o participaban con sus familias en actividades recreativas. Siempre lo hicieron con un sentido de pertenencia muy arraigado.
En nuestro país el carnet de socio de un club es casi como el DNI. Una señal de identidad emparentada con nuestra cultura popular. Su recuperación, aunque se dé cinco décadas después de los años 70, nos indica cómo estas asociaciones civiles sin fines de lucro construyeron un nuevo paradigma. Ya no son los genocidas del régimen cívico-militar a quienes se les confiere el honor de ser socios de River o Boca. Son ahora sus víctimas quienes vienen a desplazarlos de un lugar que no les correspondía ocupar.
La idea de restituir ese vínculo perdido con los detenidos-desaparecidos nació en espacios colectivos que hoy son una referencia en las políticas de memoria, verdad y justicia que se respiran en decenas de clubes. Desde la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino hasta las respectivas comisiones o subcomisiones de derechos humanos, Banfield señaló un camino cuando el 3 de octubre de 2019 les devolvió la condición de socios a 11 de ellos, «los 11 de memoria». Un grupo de militantes e hinchas de la institución que integra Sergio «Cherco» Smietniansky, abogado de la CADEP (Coordinadora Antirrepresiva por los Derechos del Pueblo) los llamó de ese modo. Hoy explica la idea que llevaron a la comisión directiva que en ese momento presidía una mujer, Lucía Barbuto. «El planteo que hicimos para reasociarlos fue que no reunían ninguno de los cuatro requisitos que establece el estatuto para ser dados de baja del padrón: la muerte, porque la figura del desaparecido no es asimilable en este caso a la del fallecido, la falta de pago ya que no existe culpa en la mora, la renuncia o expulsión», recuerda Smietniansky. En Banfield creen que en estos tiempos continúa «una ola que se les viene encima» a los negacionistas.
La revinculación societaria con las víctimas de la dictadura se extendió a otras asociaciones civiles sin fines de lucro. Siguió en Ferro, San Lorenzo, Estudiantes de La Plata, Argentinos Juniors, Rosario Central, Platense y Huracán, entre otros. También en clubes del ascenso como Talleres de Escalada. Y pronto se organizará en Racing la restitución más masiva de carnets que haya ocurrido hasta el momento (ver recuadro).
Antes de estos reconocimientos a sus desaparecidos, las entidades deportivas se sacaron un lastre de encima. Dieron de baja a varios jerarcas de la dictadura o represores a quienes se les había otorgado el status de socios honorarios. River lo hizo con la primera junta militar (Videla, Massera y Agosti). El 24 de abril de 1997 reparó la medida que el 4 de mayo de 1978 había votado la comisión que presidía el empresario Rafael Aragón Cabrera en vísperas del Mundial.
Boca hizo otro tanto, pero con Massera. El 24 de marzo de este año le quitó el honor que le había conferido la comisión directiva encabezada por Alberto J. Armando en 1972 durante el régimen militar de Alejandro Agustín Lanusse. «Esto se tendría que haber hecho hace años, pero lamentablemente hubo conducciones en la institución que no estuvieron a la altura», dijo Roberto Digón, actual vicepresidente 3°. La alusión a los largos períodos en que el macrismo gobernó en Boca resulta evidente.
En Argentinos Juniors sucedió algo semejante con Carlos Suárez Mason, socio
N° 322.082 desde el 5 de septiembre de 1977 y expresidente de la Comisión de Patrimonio del club. Lo desplazaron a fines de los 90. También perdieron la condición de socios honorarios de Colón de Santa Fe, en junio de 2011, el expresidente de facto Roberto Viola y los marinos Carlos Lacoste y Rodolfo Luchetta. El vicealmirante fue omnipresente en el mundo del fútbol. Manejó el EAM 78. El segundo gobernó Santa Fe durante la dictadura.

Una sola camiseta
Desde que empezaron a depurarse los padrones con genocidas pasaron varios años. En el medio, hubo actos evocativos y memorias recuperadas que sugerían un cambio de época. Pionero, el club Defensores de Belgrano que juega en la B Nacional, le colocó el 25 de mayo de 2001 el nombre de Ricardo Marcos Zucker, un socio e hincha desaparecido, a su tribuna local, la Techada.
Huracán fue uno de los últimos clubes que reconoció a ocho socios e hinchas víctimas del terrorismo de Estado. Durante un acto en el estadio Tomás A. Duco les entregaron un diploma a sus familiares. Además se presentó un libro con sus historias de vida prologado por Taty Almeida, una de las referentes de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. El presidente del Globo, David Garzón, recordó ante casi un millar de personas: «Fue el club Banfield el que en octubre de 2019 abrió el camino a la restitución de la condición de asociados». De sus palabras se desprende una línea de continuidad en estos encuentros para recordar a los detenidos-desaparecidos.
El 13 de octubre pasado, River y Boca se pusieron una misma camiseta. Lo hicieron para firmar un acuerdo con Abuelas de Plaza de Mayo en la ex-Esma. Mediante un comunicado conjunto convocaron «a aquellos familiares o allegados/as de socias y socios de ambos clubes que hayan sido víctimas de desaparición forzada durante la última dictadura militar, que se extendió desde 1976 a 1983». Pidieron que «se pongan en contacto con las respectivas instituciones para conocer sus historias de vida y reivindicar su condición societaria». Desde Boca sintetizaron el espíritu de la iniciativa: «Somos rivales, no enemigos. Y por las víctimas del terrorismo de Estado levantamos la misma bandera».
La defensa de los derechos humanos dejó de ser una moda estacional o un hecho aislado en los clubes. Sus hinchas y socios la adoptaron como propia, la jerarquizaron. En la Argentina, por lo que significan estas instituciones más que centenarias, es un buen parámetro para saber qué pasa con la memoria colectiva.