27 de julio de 2016

La Copa Davis, ese torneo esquivo para el tenis argentino, continúa entregando fuertes emociones. Sin jugadores situados en el top ten del ranking ni logros en los principales torneos del circuito, el equipo argentino logró por segundo año consecutivo ubicarse entre los cuatro mejores del mundo tras vencer a Italia. Un triunfo de alto impacto no solo por mantener, en este contexto, su presencia en las instancias finales, sino también por las formas, los protagonistas y el proyecto que encabeza el capitán Daniel Orsanic. Entre las claves de la reciente victoria, sobresale la jerarquía de Juan Martín Del Potro, ex número 4 del mundo, de vuelta en el equipo para jugar el dobles tras 4 años de conflictos y lesiones. Igual o más trascendente es el papel de una camada de jóvenes jugadores que viene haciendo pie en geografías adversas y frente a rivales –en muchos casos– con mayor experiencia. Ausente Leonardo Mayer, puntal del citado grupo, la serie en Pesaro confirmó a Federico Delbonis como un jugador con pasta en la Davis al ganar sus dos partidos. Un escalón debajo aparece Guido Pella, compañero de Del Potro en el dobles, quien acumula dos triunfos en dos presentaciones (el otro fue ante Polonia en marzo).
En ese plano cabe destacar nuevamente la labor de Orsanic, responsable de formar un equipo aguerrido y renovado apostando a la unidad del plantel, un aspecto clave teniendo en cuenta desavenencias del pasado que conspiraron contra las chances del equipo. La próxima escala será frente a Gran Bretaña, actual campeón, en condición de visitante. De ahí que sortear el próximo escollo figure como una empresa difícil pero para nada imposible, entre otras cosas porque el equipo nacional dispone de variantes y se vislumbra un plan de trabajo respaldado por un grupo de tenistas despojado de temores y con un sueño común: ganar la Ensaladera de Plata por primera vez.