29 de junio de 2017

El 26º título profesional obtenido por Boca deparó no solo comprensibles muestras de júbilo popular, sino también alivio, luego de dos largos años sin conquistas oficiales. En ese lapso, el cuadro xeneize comenzó a padecer sinsabores deportivos reiterados, con derrotas en el plano internacional frente a su máximo adversario, River, revitalizado con la llegada del técnico Marcelo Gallardo en 2014. De ahí que el éxito se inscribe en un contexto y cobra relevancia debido a la autoridad con la que Boca logró sortear presiones –siempre amplificadas en los clubes grandes– tal como sugieren números y momentos de su campaña. Entre ellos cabe subrayar que fue el equipo más goleador, triunfó en cuatro de los cinco clásicos disputados durante la temporada y lideró el torneo desde la fecha 13 hasta la 30, última del certamen. Sobresale, en ese plano, el papel del entrenador, Guillermo Barros Schelotto, quien moldeó una formación ofensiva y tomó fuertes decisiones en tramos clave. Por mencionar las más resonantes: confiar en las habilidades de Darío Benedetto (goleador del campeonato), recuperar futbolísticamente a Fernando Gago (determinante en la curva final del torneo) y saber aprovechar las variantes de un plantel cotizado que, tras la conflictiva salida de Tevez hacia el fútbol chino, exhibió otros pilares como el delantero juvenil Cristian Pavón y los mediocampistas Pablo Pérez y Wilmar Barrios. Sin brillar, con desajustes defensivos en muchos encuentros, este Boca no quedará entre los mejores equipos de sus 112 años de vida, aunque el título tiene un doble sabor para sus hinchas. Por un lado, supo resistir la embestida de un River que tuvo la chance de superarlo en la tabla; por otro, el éxito lo tonifica para los próximos desafíos. La Copa Libertadores 2018 contará con la participación de Boca, un histórico animador, obligado a recobrar protagonismo fronteras afuera luego de 10 años sin triunfos.