Deportes | NUEVA GENERACIÓN DE TENISTAS

Escalada argentina

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Roberto Parrottino

Encabezada por Sebastián Báez y Juan Manuel Cerúndolo, una nueva generación de jugadores busca dar el salto en el circuito. La huella de Vilas y la Legión.

Crecimiento. El bonaerense Báez, de gran 2021, en el encuentro en el que consiguió el pase a las semifinales del Master Sub 21 de Milán.

AFP/DACHARY

Desde 2008 con Juan Martín del Potro que Argentina no tenía un tenista sub 20 entre los 100 mejores del ranking de la ATP, el circuito profesional de esta disciplina. Ahora tiene a dos: Sebastián Báez (99º) y Juan Manuel Cerúndolo (90º). De algún modo, Báez y Cerúndolo, ambos de 20 años, encabezan una nueva generación del tenis argentino.
Después de un 2020 con poco juego y sin conquista de títulos de los tenistas argentinos por la pandemia, Báez ganó seis títulos en el Challenger Tour y llegó a las semifinales del Next Generation ATP en Milán. Cerúndolo sumó tres Challengers y, sin antes haber ganado ningún partido ATP, conquistó en febrero el ATP 250 de Córdoba, acaso el título más importante hasta ahora de la camada. Detrás de Báez y Cerúndolo, nominados a «Irrupción del año» en los Premios ATP, hay más tenistas argentinos jóvenes: Francisco Cerúndolo (23 años y hermano de Juan Manuel), Tomás Etcheverry (22), Thiago Tirante (20), Camilo Ugo Carabelli (22), Bautista Torres (19) y Román Burruchaga (19). Nacidos entre 1998 y 2002, son el futuro del tenis argentino, los que seguirán en la senda de la historia.
El bonaerense Báez, nacido en Billinghurst, arrancó 2021 en el puesto 308 del ranking y lo termina como la mayor revelación argentina. Además de los seis títulos en el Challenger Tour, la escala inferior a los torneos ATP, jugó otras tres finales y ganó 44 partidos Challenger, récord de un sub 20. Ahora, junto con el porteño Cerúndolo, debutará desde el cuadro principal en el Abierto de Australia, el primer Grand Slam de 2022. El salto de Báez y Cerúndolo supone un efecto dominó en la generación, un logro que impulsa otros pasos hacia adelante. Báez, que llegó a ser N°1 en juniors en 2008, tiene un juego adaptado a las canchas rápidas, veloz y explosivo. Mide 1,70 metros, es entrenado por Sebastián Gutiérrez y su padrino tenístico es el propio Del Potro. «Más allá de que sea mucho o poco lo que pude mejorar este año, eso me da ganas y energía para seguir –repitió Báez cuando terminó la temporada–. Me veo un poquito más arriba, y pienso que puedo jugar más».

Lazos familiares
El tenis argentino asombró al mundo desde la aparición de Guillermo Vilas en la década de 1970. Vilas, de hecho, es el jugador albiceleste más ganador de Grand Slam, con cuatro. La final de Roland Garros 2004 que Gastón Gaudio le ganó a Guillermo Coria fue el cenit de la Legión Argentina. Gaudio, en la semifinal, había derrotado a David Nalbandian, otro compatriota. Las aspiraciones y los contextos siempre son diferentes. La nueva camada de tenistas argentinos se conoce casi desde los 6 años, cuando comenzaron a cruzarse en torneos. Alguno integrará, en el corto plazo, el equipo argentino de Copa Davis. Reina, entre ellos, la complicidad y la camaradería, más allá de la competencia. Quizá sea el rasgo distintivo de la nueva legión: un grupo de profesionales que se llevan bien, y hasta son amigos. Que se empujan entre sí. Detrás de los tenistas, en el camino al alto rendimiento, hay padres y entrenadores que fueron tenistas. Y hasta la Asociación Argentina de Tenis, conducida por tenistas de generaciones recientes. La complicación es económica.
«Es una generación muy positiva. Es un lugar común comparar generaciones. Cada grupo de jugadores se desarrolla y foguea según las circunstancias del momento. Si bien la Legión tenía un caudal de talento enorme, durante el período que se fueron metiendo en el circuito ATP, un peso valía un dólar –destaca a Acción Marcos Zugasti, periodista del sitio Fue Buena–. Y todos estos chicos tienen la necesidad de una base económica que conseguirán con privados y eso es bastante complicado. Con Báez y Cerúndolo se dio un paso muy importante». Aunque no todo pasa por el dinero, ya que el tenis argentino se destacó por el hambre de gloria, por convertir las diferencias de oportunidades en un motor para andar. Eduardo Puppo, extenista y biógrafo de Vilas, apunta, crítico, en diálogo con Acción: «El esfuerzo, el trabajo, es una condición indispensable si se quiere llegar a metas altas de manera honesta. Y no veo que en el día a día sea un valor que se manifieste de manera constante».
Antes de jugar la clasificación al ATP 250 de Córdoba, Juan Manuel Cerúndolo no había jugado ningún partido en el circuito ATP. Encadenó ocho triunfos –tres de la qualy y cinco en el cuadro principal– y se convirtió en el primer argentino en ganar un trofeo en su debut ATP y en el argentino más joven en lograr un título desde Guillermo Coria (19 años), cuando ganó en Viña del Mar en 2001. Cerúndolo se apoyó en su inteligencia y capacidad analítica. Ese es su plus. Tomás Etcheverry mide 1,96 metros, un porte físico que predomina entre los tenistas en lo alto del ranking. Fue el primer tenista argentino en competir a nivel ATP en 2021. Thiago Tirante, también número uno en juniors, como Báez, sacó a 240 kilómetros por hora en el ATP de Buenos Aires, para el que recibió una invitación de los organizadores. Todos, incluso Carabelli, Torres y Burruchaga, juegan un tenis moderno. Con Del Potro fuera de las canchas (ver recuadro), la principal referencia argentina de la nueva camada es Diego Schwartzman, hoy ubicado, a sus 29 años, en el puesto N°13 del ranking.
En 2021, ningún tenista argentino compitió en un Grand Slam junior. En un año y medio, no hubo torneos juveniles en Argentina por la pandemia. Pero los juniors argentinos, poco a poco, recortan la diferencia con los del resto del mundo. En los recientes Juegos Panamericanos juveniles de Cali, Luciana Moyano y Lautaro Midón ganaron la medalla de oro en dobles mixto, y Midón y Manuel La Serna, la de plata en dobles masculino. «Cuando los argentinos salieron a competir tenían poco ritmo y confianza, y los juniors argentinos se retrasaron un poco. Pero hoy hay chicos de 14 años que van a jugar muy bien, como Romeo Arcuschin y Valentín Garay», detalla Zugasti.
Argentina cuenta con materia prima, acompañada por entrenadores y preparadores físicos. Siguen saliendo jugadores a los que quizá les falten ciertas bases para que el camino a la élite les sea menos costoso y tedioso. Arcuschin y Garay son los que vendrán. Ahora es el tiempo de los Báez y Cerúndolo, de una nueva generación que recorre el camino unida, codo a codo, y que escala, sin rendirse, en el circuito del tenis.

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