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Facundo Olezza y la dupla que integran Santiago Lange y Cecilia Carranza consiguieron los primeros pasajes argentinos para los Juegos Olímpicos de 2020. Historias de una disciplina cuyos logros se transmiten de generación en generación.


Dinamarca. En el mundial de Aarthus, en julio, Olezza finalizó séptimo en la Clase Finn. (World Sailing/Aarhus 2018)

Argentina, de algún modo, ya empieza a vivir los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Lo hace a través del segundo deporte que más medallas olímpicas le aportó al país (10), detrás del boxeo (24): el yachting –o la vela, como se conoce en Argentina–, una disciplina acuática en la que los atletas compiten en embarcaciones impulsadas solo por la fuerza del viento. La referencia se vincula con que en agosto Facundo Olezza se convirtió en el primer clasificado a Tokio 2020, después de terminar séptimo en la Clase Finn en el Mundial en Aarhus, Dinamarca, seguido de otra gran actuación protagonizada por la dupla de Cecilia Carranza y Santiago Lange, quienes finalizaron terceros en la Clase Nacra 17 mixta. Los tres volverán a un Juego Olímpico, ya que compitieron en Río de Janeiro 2016, donde Carranza y Lange obtuvieron la medalla de oro. Olezza tiene 24 años. Llegará a Tokio con más experiencia, teniendo en cuenta que en Río 2016 terminó noveno en su especialidad. Fueron 23 argentinos compitiendo en Aarhus, pero Olezza y la dupla Carranza-Lange fueron los únicos que lograron el boleto.
El yachting tiene, en Argentina, una historia que merece revisitarse. Se trata de una especialidad en la que se generaron, como explicó a Acción Daniel Bambicha –preparador físico del regatista Carlos Camau Espínola, atleta argentino más ganador de los Juegos–, las condiciones ambientales y sociales para su desarrollo, al igual que el fútbol y el polo. A mediados de los 90, cobró gran impulso al adoptar un sistema de trabajo y planificación que le permitió potenciar el talento de varios deportistas que lo practicaban. Dentro de ese grupo está Lange, el otro gran emblema del yachting. Hoy, con 56 años, cuenta con varias conquistas de altísimo impacto, por caso, la medalla de bronce en Atenas 2004 y Pekín 2008, conseguida junto con Espíndola en Clase Tornado, y el recordado oro en Brasil que le valió ser reconocido como el mejor navegante del mundo. Tokio 2020 será el séptimo juego olímpico en su trayectoria. Carranza, de 31 años, y Olezza son los herederos que cosecharon su siembra.

Espejos
Olezza vive en Valencia, España, desde mitad de 2015. Dejó atrás el club en el que comenzó a navegar, el Veleros Barlovento de San Fernando (provincia de Buenos Aires), para achicar los gastos de la competencia en la temporada europea y, de este modo, medirse con los mejores en el plano internacional. El comienzo fue de película: limpió, reparó y trasladó barcos de los rivales en la academia de su entrenador, el italiano Luca Devoti. Esa tarea consiguió dejarla atrás ni bien consiguió buenos resultados, inspirado en los desempeños de su gran referente: Lange. Así recibió el apoyo del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) mediante el otorgamiento de una beca y una nueva embarcación que reemplazó a la usada que había comprado. «Fue emocionante alcanzar dos años antes el objetivo, sobre todo porque para Río me había clasificado a último momento –admitió Olezza desde Dinamarca–. Ahora voy a llegar mejor preparado desde lo físico y lo mental. Mi sueño es ser campeón olímpico».
Si el espejo de Olezza en el yachting es Lange, como admitió, Cecilia Carranza lo vive en primera persona. La rosarina no solo integró con él el equipo olímpico en 2016. También compitió en Pekín 2008 y Londres 2012. Al día siguiente de que ganaron el oro en Río comenzaron a diseñar la campaña a Tokio. «No sé si hay una regla para seguir o a cada uno le pasan cosas diferentes –dijo Carranza–. La realidad es que en el presente me levanto con muchas ganas de ir a entrenar. Creo que eso es fundamental». Carranza y Lange también se entrenan en Europa. Pero comenzaron a navegar en el Club Naútico de San Isidro y en el Yacht Club Rosario. Este año, además, fueron nombrados «atletas modelo» de los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. Tiene sentido: sin ellos difícilmente Olezza se hubiera inclinado hacia la vela. Y sin otros deportistas como Espínola, el yachting no sería en la actualidad un deporte con tradición en el podio olímpico argentino.

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