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Estrella sabalera

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Roberto Parrottino

Con el talento del Pulga Rodríguez y la conducción de Eduardo Domínguez, Colón gritó campeón por primera vez en sus 116 años de vida y revolucionó el país futbolero.

Estadio San Juan del Bicentenario. El plantel rojo y negro delira junto al trofeo, tras imponerse 3 a 0 a Racing, en la final. (Adrián Carrizo/NA)

Hay estallidos en la noche de Santa Fe. Hay abuelos que se abrazan con nietos en las casas. Hay hinchas que salen a la calle a pesar de la pandemia cargando las cenizas de familiares. Hay festejos. Son imágenes que van a quedar para siempre. Es que Colón se coronó campeón por primera vez de la primera división del fútbol argentino en sus 116 años de historia. Le ganó 3-0 (con tres golazos) a Racing en la final de la Copa de la Liga Profesional en San Juan. Alegría genuina. Lágrimas profundas. Descarga emocional.
Colón, el 21º equipo que se consagró campeón de la primera división, logró el título después de que arribara a la máxima categoría en 1966. Lo hizo con autoridad y justicia: fue el líder de la Zona 1 con 25 puntos y, después, el único que después de cuartos de final no fue a penales (además de la final, en la semifinal le ganó 2-0 a Independiente). «Colón es un sentimiento –dice el himno del Sabalero, fundado el 5 de mayo de 1905–, hay una lágrima que recorre la mejilla de aquel viejo pescador, es que Colón es campeón».
El título de Colón no se puede explicar sin Luis Miguel Rodríguez. El Pulga fue el goleador de la Copa de la Liga, con ocho goles, y el máximo asistidor, con seis pases gol. Pero, sobre todo, el Pulga simbolizó otro fútbol posible. A los 36 años, él también se coronó campeón por primera vez en el fútbol grande de la Argentina después de debutar en la cuarta categoría en Racing de Córdoba y, más tarde, ascender de la tercera a la segunda categoría y de la segunda a la primera división con Atlético Tucumán. El Pulga ya era uno de los mejores jugadores del fútbol argentino. Y algo mejor, imperecedero: es un futbolista de culto que trasciende las camisetas y las rivalidades, sin grietas. Exponente de otra época dentro de un fútbol más físico, el Pulga es el jugador del pueblo: la última bandera del potrero. «No hay dinero que compre la gloria –dijo tras el título con Colón–. No hay dinero que compre la felicidad de Santa Fe».
La estrella en la camiseta de Colón tampoco se explica sin el entrenador Eduardo Domínguez, quien moldeó un equipo a través de una idea definida y a partir del contacto cercano con los futbolistas: convencimiento y confianza. Colón fue sinónimo de funcionamiento colectivo, eficacia y regularidad, y expuso tramos de buen fútbol profundizando una línea de juego ofensivo. «Es una alegría inmensa en un fútbol tan competitivo que este club consiga su primera estrella. Fuimos justos campeones, por trabajo y sacrificio. Éramos la Cenicienta de esta fiesta, con menos presupuesto y menos jugadores de categoría», destacó el arquero uruguayo Leonardo Burián, uno de los pilares del campeón. Eduardo Domínguez –42 años, perfil bajo, sin usar WhatsApp ni ver programas de fútbol– no dio declaraciones luego del título: el DT suele elegir que los jugadores hablen por él.
En el equipo campeón se destacaron también los mediocampistas Rodrigo Aliendro, Federico Lértora, Christian Bernardi y Alexis Castro, el defensor Paolo Goltz y el juvenil delantero Facundo Farías. Pero la estrella fue el equipo. «Es difícil encontrar un jugador que no haya estado a la altura –apuntó el periodista Martín Zariello en elDiarioAR.com–. El mediocampo fue la clave del éxito, con la figura omnipresente del Pulga Rodríguez, un distinto que no se lució tanto en el último tramo, pero que hace de cada una de sus intervenciones el pasaje a un fútbol en extinción». El Pulga Rodríguez, sin embargo, le quitó peso a su lucimiento y elogió a los compañeros, a los rivales y hasta homenajeó a Diego Maradona.

Fenómeno interior
La fiesta merecida de Colón supone una reivindicación del fútbol federal, el del Interior de la Argentina, ya que es el primer campeón de la primera división por fuera de los equipos de Buenos Aires y de Rosario Central y Newell’s. Diez fueron del Gran Buenos Aires y La Plata (Independiente, Racing, Estudiantes, Lanús, Banfield, Quilmes, Chacarita, Arsenal, Gimnasia y Tigre), ocho de Capital Federal (River, Boca, San Lorenzo, Vélez, Argentinos, Ferro, Huracán y Atlanta) y dos de Rosario (Central y Newell’s). La pregunta que queda en el aire es si cambiará así el mapa del fútbol argentino. Si habrá otros Colón en el corto plazo. Colón había sido subcampeón en el Clausura 1997. Y el último equipo del Interior que había acariciado el título argentino había sido Godoy Cruz de Mendoza, en la Superliga 2017/2018, a dos puntos del campeón Boca.
Detrás de la campaña de Colón hay un proyecto. En 2019 el equipo llegó a la final de la Copa Sudamericana: derrota ante Independiente del Valle de Ecuador. Fue el éxodo sabalero de 40.000 hinchas a Asunción. El recital a pura cumbia de Los Palmeras que hizo cantar a todos. Colón, desde entonces, creció, continuó con determinación. Con el título de la Copa de la Liga, jugará en 2022 la Copa Libertadores, en la que alcanzó los cuartos de final en la edición de 1998. Lo hará después de 12 años. Volverá a hacer de local en el Cementerio de los Elefantes, denominación que nació después de que le ganara al Santos de Pelé en 1964. «He visto ancianos y ancianas llorando, gritando, insultando, festejando, como si fuesen adolescentes –describió Agustín Garetto, escritor, hincha del Sabalero–. Porque Colón te transforma. Es el pan que no tenemos. Un club marcado por estar lleno de ilusiones y locura. Porque cuando la pasión es extrema se codea con la locura. Y la locura puede llegar al punto de que un hincha vaya en bicicleta desde San Javier hasta Asunción». Colón dejó atrás ese sufrimiento. Y plantó su bandera.

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