5 de agosto de 2023
El paso de Argentina por el certamen disputado en Australia y Nueva Zelanda mostró claroscuros: progresos en el juego y la competitividad del equipo, pero sin alcanzar el objetivo esperado.
El mejor partido. En el empate frente a Sudáfrica Mariana Larroquete disputa la pelota con una rival.
Foto: Télam
El mayor desafío que dejaron las 23 jugadoras de la Argentina en el mundial de Australia y Nueva Zelanda radica en el público: dejar de lado el exitismo propio de nuestro fútbol y comprender su participación por fuera de los resultados. Aquello que el entrenador Germán Portanova y las referentes del plantel se cansaron de nombrar a lo largo del torneo: analizar el proceso. De dónde venimos y hacia dónde vamos.
«Como cuerpo técnico, nos proponemos jugar bien. Llevar una buena imagen de juego, que no solo se hable de que es una selección aguerrida por historia, sino también que es un plantel que trata bien la pelota, que tiene un funcionamiento, una forma de jugar», había declarado Portanova antes del mundial.
El objetivo fue claro: conseguir el primer triunfo mundialista, pero no a cualquier costo. «Ni falta de ambición ni autocomplacencia: salir a buscar los partidos y achicar la brecha con las potencias fueron parte de las metas y se cumplieron», escribió la socióloga Lorena Arambuena.
En los primeros dos mundiales que jugó la selección argentina –2003 y 2007–, la albiceleste perdió los seis partidos que disputó en ambos torneos con un balance total de dos goles a favor y 33 en contra. En Francia 2019, después de 12 años ausente, la cosa cambió: dos empates y una derrota con tres goles a favor y cuatro en contra.
Este mundial, en las estadísticas, pareciera demostrar que fue peor que el anterior: un empate y dos derrotas. Sin embargo, como señaló Silvana Villalobos, entrenadora de Gimnasia de La Plata, hay que hilar un poco más fino: «Sin criticar a Borrello (Carlos, exentrenador argentino), Germán ha demostrado que juega a la par. Después tenemos que ser conscientes de la diferencia con el resto de las selecciones. Germán me gusta porque él ya sabe que le ha jugado de igual a igual a los equipos y entendió, cuando le hicieron siete o cuando le hicieron cuatro, si realmente estamos lejos o no. Ya lo sabe. Antes no podíamos saber la distancia si vos jugabas a defenderte. Vamos por un buen camino».
Largo plazo
Ese es el aprendizaje de esta selección argentina. Para los espectadores, entender que es un proceso a largo plazo, una base para las futuras generaciones. Y para las jugadoras, sacar conclusiones de por qué aún no podemos conseguir esa primera victoria, qué faltó.
«Tenemos que ser realistas de que el fútbol tiene que cambiar, tenemos que ser más profesionales, tenemos que entrenar el doble para competir contra estas selecciones, tenemos que cuidarnos en todos los aspectos, no solo físicamente, sino también en lo invisible como el descanso y la comida», dijo Julieta Cruz tras la eliminación.
Y del mismo modo lo enfatizó Portanova en la conferencia de prensa luego de la eliminación con Suecia: «Para competir de igual a igual contra estas selecciones, debemos entrenar mejor, cuidarnos más, ser más profesionales. Debemos dar el doble o el triple de esfuerzo».
A cuatro años de la (semi)profesionalización del fútbol femenino, los pasos que se dieron fueron significativos. Arambuena enumera varios de ellos: el aumento en la mínima de contratos profesionales –de ocho en 2019 a quince en 2023– y de equipos participantes del campeonato de la Primera División A de AFA –de diecisiete a veinte–, la eliminación de las denominadas «cláusulas antiembarazo» que lo consideraban una lesión, la ampliación y fortalecimiento de los cuerpos técnicos, las mejoras en logística y condiciones de entrenamiento de los planteles, la cobertura –mayormente de medios y periodistas independientes– y televisación de algunos partidos, el desarrollo de categorías formativas y sus torneos y la progresiva apertura de estadios principales de los clubes.
Este crecimiento del fútbol local es importante también para el día de mañana competirles de igual a igual a las potencias. Portanova así lo hizo saber: en el ámbito internacional, cada vez más físico y rápido, no alcanza hoy con lucirse en Argentina. En un futuro, el desarrollo del torneo será importante para la competencia.
¿Cuáles son las dudas que quedan? Después de los tres partidos, se vio a una selección que compitió de igual a igual, pero sin profundidad. En más de una oportunidad se vio al equipo salir jugando desde abajo, progresar en bloque en el campo de juego, pero lejos de generar peligro en el arco rival.
Portanova marcó en el inicio del torneo que a la Argentina no le conviene un juego de transiciones, el palo por palo. Sin embargo, los únicos dos goles argentinos y el único punto que se consiguió fue a través de este estilo de juego. Frente a Sudáfrica, tras un partido roto en la segunda parte, la albiceleste salió a buscar ese empate con cuatro delanteras.
«Yamila es una jugadora increíble desde el desequilibrio en Sudamérica. Tenemos que intentar que lo sea en partidos de mundial. Al hacer su gambeta la marcaban, es tiempo, es competencia», señaló el entrenador sobre los pocos minutos de Yamila Rodríguez.
Este mundial despide a referentes como Estefanía Banini. La selección argentina se prepara para un recambio generacional donde será importante desarrollar y profundizar todo lo que dejó esta participación en Australia y Nueva Zelanda. Como se dijo, el estilo de juego y la profesionalización integral en el fútbol femenino. Será momento de que las jóvenes como Dalila Ippolito tomen el legado que dejaron las más grandes. Como dijo Banini tras su última gambeta con la selección argentina: «Amor, pasión por esta camiseta y mucha lucha. Nos hemos enfrentado a muchas discriminaciones y abusos de poder, entonces creo que esa lucha de la mujer argentina es el legado que tratamos de dejar».