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Imane Khelif, más allá del ring

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Ariel Scher

El caso de la boxeadora argelina, acusada de sacar ventaja por su supuesta masculinidad, reavivó el debate sobre género e igualdad en el deporte. Fake news, binarismo y poder.

Puños firmes. La deportista consiguió un claro triunfo en la ronda preliminar femenina, el 1 de agosto.

Foto: Getty Images

El mundo está enterado de que una boxeadora italiana dejó una pelea olímpica a los 46 segundos a causa de que evaluó que su rival argelina pegaba demasiado fuerte. El mundo está enterado, por reiteración ametrallada, de que el hecho fue el que fue porque existía una ventaja de parte de la que se quedó por sobre la que se fue a causa de una supuesta «masculinidad». ¿Pero está enterado el mundo de qué se discute cuando lo que se discute es esa pelea? ¿Está enterado, incluso, el deporte de ese mundo sobre qué discusiones deportivas y no deportivas se manifiestan o se encubren alrededor de esa pelea, de esas boxeadoras, de la determinación de la argelina de pelear, de la determinación de la italiana de irse del ring? ¿Imane Khelif y Angela Carini son esa discusión o son, apenas, la expresión última y ardiente en la superficie de esa discusión a la que, como es habitual, montones de voces pretenden cerrar con respuestas rápidas como si las grandes preguntas de la existencia y del deporte se resolvieran así como así?

«Rodeado de muchas declaraciones discriminatorias, el caso invita a repensar, nuevamente, cómo construir, a la vez, un deporte más inclusivo y más justo», plantea el filósofo argentino César R. Torres, experto en cuestiones deportivas. Y desmenuza: «Aquí hay muchos interrogantes. Se presume que Khelif presenta cromosomas XY, que típicamente se observan en los hombres. Sin embargo, el criterio cromosómico para determinar elegibilidad ha sido criticado y reemplazado en las últimas décadas por el nivel de testosterona, insistiéndose con la idea de que ser hombre o ser mujer se establece desde la fisiología. Creo que, de fondo, entre otros ejes, lo que aquí aparece es una tensión entre las nociones de inclusión y de justicia competitiva».

Esa tensión en la que Torres afinca parte de su mirada es ahondada por la escritora y periodista Paula Rodríguez, con larga experiencia en abordar cuestiones de género: «Los reglamentos en el deporte son binarios y la biología no es binaria, la vida no lo es. Pero, nada curiosamente, la discusión siempre aparece con la testosterona en una competición femenina. En cambio, cuando el rasgo diferenciador es otro, no hay discusión. Incluso, el negocio del deporte busca, detecta y eleva a personas que, después, son cuestionadas desde los reglamentos. Es probable, como reflejan estas situaciones, que los parámetros centrales de los reglamentos deportivos en el futuro sean otros que los clásicos: ya hay muchas más variables. Si el binarismo cruje en la sociedad, ¿cómo no va a crujir en el deporte? Y el sustrato inquebrantable, el verdadero tabú, no se discute. ¿Cuál es ese tabú? Preguntarse por la superioridad física masculina».

Abandono. La argelina, sentada, de fondo la italiana se retira del cuadrilátero.

Foto: Getty Images

Señales de otro tiempo
Con todo transcurriendo en un territorio sin certezas, lo única evidencia a partir de la presencia de Khelif en París 2024 resultó la reacción encadenada de quienes, desde la ultraderecha política o desde conservadurismos diversos, se sobresaltan frente a cualquier cuestionamiento al binarismo o a las concepciones tradicionales. En ese arco, saltaron el presidente argentino Javier Milei, la premier italiana Giorgia Meloni o el hipermagnate Elon Musk. Desde posiciones próximas a esas, se reprodujeron mentiras múltiples como que Khelif es trans, algo que fue refutado. «Leo muchas tonterías, pero también gente seria con visiones contrarias. Por supuesto, estamos en contra de esa falacia de que es trans y otra muestra de la agenda woke. Pero, básicamente, más allá de la complejidad del tema, diría que es la diferencia entre mi estatura y la de Lebron James», abrevia el sociólogo Pablo Alabarces, con toda una trayectoria de indagación sobre los fenómenos deportivos. Puja política menos notoria para los públicos no especializados, la del boxeo también es intensa: la Asociación Internacional de Boxeo y el Comité Olímpico Internacional son dos instituciones enfrentadas en varios tópicos y, además, en este: una deja afuera a Khelif o a deportistas con circunstancias de alguna semejanza, otra los acepta. Hubo un tiempo, un tiempo prolongadísimo, en el que vidas y deportistas así no eran considerados. Abundan las señales de que llegó otro tiempo.

La entrenadora de fútbol Mónica Santino lleva décadas sin distraerse de lo que el deporte invita a poner en cuestión: «Estamos otra vez ante la comprobación de que el deporte es un escenario político y social en el que se mezclan prejuicios y estereotipos. Oí decir “golpeó salvajamente” y, la verdad, están en un cuadrilátero y dentro del reglamento, de este tipo de reglamentos. Esto destapó una olla a presión de homoodio y transodio. Imane jugaba al fútbol y lo dejó porque se sentía acosada por los varones. Las pasó todas. Quedó en el medio de algo construido en una estantería muy binaria en las federaciones deportivas, donde estas temáticas no ingresan. Por lo tanto, hay gente que se queda afuera del deporte. Es una mujer con particularidades con sus hormonas que, dentro de esa estantería, cumple con las normas. Todo lo demás es un tironeo que sirve para instalar temas, para generar sentidos, para orientar odio hacia las minorías. Cuando aparecen experiencias así, tenemos una oportunidad para debatir, entre otras cosas, cómo posibilitamos acceso al deporte. Porque es verdad que aquí aparece una tensión entre lo que es justo y lo que es inclusivo. El deporte tiene un desafío gigante con esa cuestión de aquí en adelante. Mientras tanto, Imane tiene una historia dura. Por eso boxea».

El mundo, entonces, no discute una pelea. Lo que el mundo discute, de nuevo a partir del deporte, es al propio deporte. Lo que el mundo discute es a las lógicas de poder prevalecientes y a las comprensiones (o a las incomprensiones) de la condición humana. Lo que el mundo discute es al mundo.

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