9 de marzo de 2025
El torneo europeo en el que brillaron Di Stéfano y Messi, entre tantos, renueva la presencia argentina en duelos decisivos. Geopolítica y economía de una competencia que paraliza al mundo.

Lautaro Martínez. Figura del Inter de Italia, celebra su gol ante el Feyenoord de Países Bajos, en Rotterdam, en la ida de los octavos de final de esta edición.
Foto: Getty Images
–Parece la Copa Argentina.
–Parece.
Uno y otra enuncian su mirada mientras dejan al piberío en el cole, mientras oyen bocinazos de marzo y de calores, mientras pronuncian «Julián», «Lautaro», «Dibu», mientras, después de «parece la Copa Argentina», añaden así: «pero es la Champions».
Tal cual. Los juegos de ida de los octavos de final de la Liga de Campeones de Europa ratificaron un protagonismo argentino que, al mismo tiempo, asombra y es costumbre. «Julián», que es Álvarez, convirtió un gol poético, un derechazo de curvas inacabables, en la derrota del Atlético de Madrid, como visitante, frente al Real Madrid por 2 a 1. «Lautaro», que, desde luego, es Martínez, y metió el segundo de los tantos con los que su Inter se impuso fuera de casa al Feyenoord. Y «Dibu», que, ni hablar, es el otro Martínez de esta lista, atajó con su ritual de eficacia para que su Aston Villa diera un paso clave en Bélgica, venciendo 3-1 al Brujas.
Parece la Copa Argentina –exageración simpática–, entonces. Y es muy Champions.
Tanto que, quién lo sabe, acaso en las revanchas de la segunda semana del mismo marzo, Julián Carranza se levante iluminado como cuando se soñaba futbolista en su Oncativo de origen, se transpire toda esa iluminación, se acuerde de que un gol suyo dejó en cenizas deportivas al Milan y resuelve que su marzo será tan bueno como su febrero reciente: gol del Feyenoord frente al Inter. Pero, qué cosa misteriosa lo que puede acontecer entre un arco y el otro, también puede que Lautaro se ratifique tan certero como hace rato lo está, reproduzca uno de sus mejores derechazos en su Bahía Blanca de nacimiento o en la selección y genere que el Inter celebre ante el Feyenoord. Se cruzan Carranza y Lautaro en los octavos de final de ese torneo entre los torneos porque así lo determinó un sorteo y porque, además y sobre todo, ahí, en la Champions, siempre hay presencias determinantes de los argentinos. Y más que eso, esas presencias testimonian dos rasgos muy de la argentina de la pelota: la condición exportadora y la condición extrañadora. Se van enseguida y se nota que no están.

Multicampeón. Messi ganó cuatro Champions League con el Barcelona.
Foto: NA
Historia luminosa
De los ocho duelos que conforman los octavos de final de esta competición tan europea, solo en uno falta presencia celeste y blanca. Es en Borussia Dortmund-Lille (aquel club francés por el que pasó Marcelo Bielsa), casi una excepción en una historia que anda por su edición 70 (aunque con esta denominación van 33). Argentinos son Alfredo Di Stéfano y Héctor Rial, que alzaron el trofeo máximo en cinco ocasiones con el Real Madrid; argentino es Nicolás Paz, que fue parte del plantel campeón del Real Madrid en la temporada última; argentino es Lionel Messi, cuatro veces en la cumbre con el Barcelona y segundo en la nómina de goleadores máximos del certamen. Si se considera, además, el lugar que sigue ocupando el fútbol celeste y blanco en el planisferio y si se evalúa, por cierto, el papel que cumple la exportación de figuras desde la Argentina hacia Europa, sería incongruente que en la zona de definiciones se esfumara la argentinidad. Son 19 jugadores y un entrenador –Diego Simeone, en el Atlético Madrid– los encargados de darle continuidad a ese pasado potente.
Esa referencia puede o no explicar cuestiones de la Champions, pero seguro retrata la época del fútbol argentino, la economía del fútbol argentino y la geopolítica del fútbol mundial. De esos 19 muchachos, hay 10 que salieron campeones en Qatar 2022. Europa se lleva temprano a los sobresalientes, que suelen retornar cuando los documentos les notifican que dejaron atrás la frontera de la tercera década. El panorama se ratifica al observar que otros seis de esos 19 ya integraron el mayor conjunto nacional o que otros dos pasaron por las selecciones juveniles. O, encima, que en la Europa League –el segundo torneo en materia de estridencias europeas– palpitan otros seis que dieron la vuelta olímpica en el estadio Lusail.
O sea, casi un documento de las asimetrías que la economía de mercado provoca en las canchas. Pasar a octavos de final supone para cada club (o corporación que compra el club) 11 millones de euros –un aumento de 1.400.000 respecto de la edición anterior–. Y lograr el pasaje a los cuartos de final implica otros 12.500.000 (casi dos millones más que hace un año). Aun impresionando, no son esas cantidades las que más gravitan en las tesorerías de esos clubes, pero transparentan una circulación de capital que establece diferencias con otras geografías.

Julián Álvarez. El delantero de Atlético Madrid convirtió un gol de antología ante el Real Madrid y es clave para la revancha del miércoles.
Foto: Getty Images
Cara a cara
El peso de las 19 presencias se desproporciona al advertir que en solo dos de los partidos puede emerger un enfrentamiento de argentinos. En los partidos de vuelta de Feyenoord-Inter (en el equipo italiano, Lautaro es compañero de Joaquín Correa y de Valentín Carboni, ahora lesionado), y el del Brujas belga con el Aston Villa, una cita para la cual Zaid Romero, exdefensor de Estudiantes, sigue soñando con cabecear hacia la red que protegerá Dibu Martínez. El resto de sus compatriotas anda esparcido en los otros partidos. Y qué partidos: Liverpool (Alexis Mac Allister presente en el 1-0 de ida)-París Saint Germain; Atlético Madrid (como para proyectar medio equipo argentino: Juan Musso, Nahuel Molina, Rodrigo De Paul, Giuliano Simeone, Julián Álvarez, Ángel Correa y el técnico Diego Simeone)-Real Madrid; Arsenal-PSV (¿Walter Benítez, el arquero, conservará la ilusión luego de caer 1-7 en el encuentro inicial?)-Arsenal; Barcelona-Benfica (y en los portugueses la frustración del 0-1 en Lisboa, pero nada sellado si juegan Nicolás Otamendi, ojalá que Ángel Di María y el pibe Gianluca Prestianni); Bayer Leverkusen (con Exequiel Palacios y Emiliano Buendía en el plantel elucubrando cómo revertir de locales en el 0-3 de la ida)-Bayern Munich. Una expectativa colateral consistirá en cuántos quedarán cara a cara en los cuartos de final.
Hace casi dos años, Diego Milito, quien fabricó un doblete goleador para el Inter y contra el Bayern Munich en 2010, le abrevió a Acción la dimensión de lo que se pone en juego: «A nivel de clubes, la Champions es la mejor competición. Por lo que la rodea, por lo que significa, por los rivales con los que uno se enfrenta, porque la deseaba de chiquito, porque la miraba por televisión. En mi caso, se dio mucho mejor de lo que podía haberla imaginado». Todo eso es la Champions: una ilusión gigante. Y todo esto, también: un camino para pensar mucho del fútbol, una posibilidad de entender parte del mundo.