Deportes

La hora de Neymar

Tiempo de lectura: ...

Superadas las heridas de 2014, y mientras dirime su situación judicial por irregularidades en su pase al Barcelona, el brasileño de 25 años revitalizó con goles y asistencias al club catalán y al seleccionado. El factor Messi, clave en su proyección a la élite.

Bien arriba. El delantero y su noche mágica en San Pablo: frente a Paraguay se erigió en figura para que Brasil consiguiera su pasaje a Rusia 2018. (Almeida/AFP/Dachary)
 

Dos instantes de lágrimas marcan la vida futbolística de Neymar Da Silva Júnior. La primera escena ocurre durante Brasil 2014, en conferencia de prensa. Neymar llora mientras recuerda el rodillazo del colombiano Juan Camilo Zuñiga que lo dejó sin Mundial, incluso antes de que los alemanes masacraran con un 7-1 a su selección. La siguiente escena sucede dos años después en el Maracaná: Neymar llora mirando al cielo después de haber convertido el penal en la serie ante Alemania, con el que Brasil gana la medalla de oro en Río 2016, el título que le faltaba. «Ahora –diría un rato después– me van a tener que tragar». La frase aludía a los cuestionamientos que recibió desde su aparición en el seleccionado.
Brasil no solo lo traga. Brasil, sobre todo, lo disfruta. También Barcelona. Neymar, que nació hace 25 años en Mogi das Cruzes, Estado de San Pablo, enterró críticas. Y comenzó a construir poder con su fútbol para romper con el dominio de su compañero Lionel Messi y su rival Cristiano Ronaldo. Neymar da todos los argumentos para colarse en esa batalla de balones de oro. «No tengo apuro en ganarlo», aclaró. Pero más allá de la paciencia, ese trofeo personal está en su objetivo.

Números en escena
Si hasta el año pasado Neymar era la imagen de una selección zombi, ahora es el símbolo del renacimiento. Desde aquel equipo depresivo y sin identidad, conducido primero por Luiz Felipe Scolari y luego por Dunga, hasta la aceitada máquina de ganar que ahora comanda Tite, lo que medió fue un Neymar más suelto y divertido, en armonía con el juego de la selección brasileña. Un futbolista galáctico capaz de construir un gol a base de gambetas y apilado de rivales como el que hizo frente a Paraguay por las eliminatorias sudamericanas. Y con el que Brasil se aseguró un lugar en Rusia 2018.
Neymar no solo vive de lujos y pisadas, de quebrar las caderas de sus perseguidores, los gadgets con los que viste su fútbol, ese fútbol con filtro de Instagram, la red social que prefiere, en la que tiene más de 70 millones de seguidores. Neymar también talla en los números: acaba de llegar a sus 100 goles en el Barcelona, para los que necesitó 177 partidos, once menos que Messi, el jugador de las estadísticas extraterrestres, al que parece imposible alcanzar (lleva 493 goles con esa camiseta). Aun así, el brasileño suma. «Los números de Neymar son los de una bestia como futbolista», comentó Luis Enrique, su entrenador.
Y si llegó hasta ahí además fue, precisamente, gracias a lo que le aporta Messi. Cuando en 2013 firmó su contrato con el Barcelona, lo que se vislumbraba era una batalla de egos. Había un trono, un rey (Messi) y un aspirante (Neymar). Barcelona, además, experimentaba con Gerardo Martino en el banco. Y estaba como trasfondo la guerra de marcas: Messi es Adidas, Neymar es Nike, a la que además representaba el entonces presidente del Barcelona, Sandro Rosell.

Aliados. Festejo de los astros del Barcelona. (Gene/AFP/Dachary)
 

El desembarco del brasileño desde el Santos, su equipo hasta ese momento, sigue envuelto en sospechas. Lo quiso el Real Madrid, pero se lo quedó el Barcelona. A Rosell se lo acusó de ocultar cerca de 50 millones de euros en el pase. «Neymar está en el Barcelona porque Rosell sobornó a su padre», señaló hace unos días el empresario brasileño Delcir Sonda, dueño de la firma DIS, que poseía una parte del pase del jugador y que reclama en los tribunales españoles. El caso irá a juicio y están imputados Sandro Rosell, Josep Bartomeu (actual presidente del Barcelona) y el propio Neymar.

Juego de roles
Mientras se dirime esa disputa judicial, Neymar hace lo suyo en la cancha. Y no hubo guerra de egos. Al contrario, Messi se convirtió en su gran aliado, el jugador que lo mejora. Se hicieron amigos. Una vez que Brasil quedó afuera del Mundial 2014, Neymar desafió el espíritu de sus compatriotas y contó públicamente que hincharía por Messi. «Es el mejor jugador del mundo», dijo más de una vez. «Poco después de llegar, no fue un gran momento en mi carrera y él fue quien me ayudó. Vio que yo estaba triste, con la cabeza hacia abajo, que las cosas no iban bien para mí. Me dijo que debía seguir adelante, que debía ser feliz y jugar de la manera que sé. Me dijo eso y me ayudó mucho en ese momento», relató Neymar en otra ocasión.
A Messi y a Neymar se les agrega Luis Suárez. Un trío imparable que reconstruyó al Barcelona, un equipo que ingresó en la historia basado en el juego de su mediocampo. Y mutó: hoy se basa en sus delanteros. La discusión que persiste es si Neymar, cuando no está Messi, puede adueñarse del equipo. La impresión es que son complementarios: que, sin dudas, Messi potencia al brasileño. ¿Seguirá en Barcelona? ¿O el anhelo de equipos como Chelsea y Manchester United de tenerlo entre los suyos se impondrá con millones en algún futuro?
En Brasil, donde Tite lo coloca en el mismo lugar que Luis Enrique, bien abierto por la izquierda, Neymar es el líder indiscutido, aunque también cuenta con la inspiración de otros compañeros, que se convirtieron en sus mejores socios: Coutinho y Marcelo, crecido en la mejor tradición de los laterales brasileños. Seis goles en los últimos siete partidos con la selección de Tite exponen su momento. Y a eso hay que contarle, también, sus pases de gol. Y la alegría para jugar, tan lejana a aquellas lágrimas de 2014. Ahora intenta no reaccionar ante cada patada que recibe. Lo piensa mejor. «Estoy madurando», dice.

Estás leyendo:

Deportes

La hora de Neymar