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Tras un reclamo por la explotación de los derechos de imagen del seleccionado, a manos del monopolio Teinfeld, jugadores uruguayos lograron unirse para defender sus intereses e incidir en la toma de decisiones. Escenarios de un conflicto en ascenso.


En marcha. Encabezado por Luis Suárez, el equipo charrúa entrena en Montevideo. (EFE)
 

El rol que cumplen los jugadores de la selección es el mismo que el de cualquier jugador. Tenemos la misma voz y el mismo voto, como cualquiera del movimiento. De repente ellos tienen un bagaje mundial, pero intercambiamos nuestra experiencia a partir de grupos de WhatsApp y reuniones semanales. A partir de ahí se baja información a los vestuarios y los vestuarios nos devuelven información. Es fundamental el rol del vestuario para nosotros». El que habla es Agustín Lucas, defensor de Albion, el club de fútbol más antiguo de Uruguay, y una de las cabezas del movimiento. Desde que los jugadores de la selección reclamaron rever los derechos de imagen con la empresa Tenfield –antes de que la Asamblea del 23 de agosto de 2016 determinara la primera derrota del empresario Francisco Casal en la Asociación en 18 años–, el fútbol uruguayo vive en combustión, porque el reclamo por los derechos de imagen, expuesto en una carta por el capitán Diego Godín, fue el puntapié para la exigencia de otros derechos.
«Solo así se librará del yugo de intereses ajenos y no seguirá vendiendo su rico patrimonio al bajo precio de la necesidad», expuso Godín en la carta, avalada por todos los jugadores de la selección, incluso por Luis Suárez, figura del Barcelona. Los futbolistas del medio local, entonces, recogieron el guante. Las demandas se extendieron y adoptaron medidas de fuerza cada vez más duras, como una marcha por las calles de Montevideo para remover a las autoridades de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales, u otra más reciente: dejar de darles entrevistas a los medios de Tenfield, que, como parte involucrada, invisibiliza el conflicto. «Queremos llegar a un mejor reparto de la riqueza que genera el fútbol uruguayo –agrega Santiago Bigote López, delantero de Villa Española, a Acción–. Por ende, a una estructura sólida y consistente donde las mayores prioridades son los campos de juego, las tribunas para los hinchas, mejores salarios y mejores condiciones para entrenar y los vestuarios, que son deplorables».

Cartas en juego
El contrato entre la Asociación Uruguaya de Fútbol y Tenfield data de 1998. Lo firmó el entonces presidente, Eugenio Figueredo, hoy preso por el escándalo de corrupción en la FIFA. La empresa Bersabel ofrecía 82 millones de dólares por los derechos de TV. La de Paco Casal, 36. Ganó Tenfield, que construyó el poder a cambio de favores. Uno de los últimos fue colocarle la iluminación al estadio de Cerro, que votó a favor de la continuidad de Tenfield en la histórica asamblea. «Pero el reclamo no es por Tenfield –aclara Lucas–. Ahora estamos contra los dirigentes de nuestro gremio. Ocurrió que a partir del reclamo de la selección se sumaron otros personajes a la militancia. Nosotros con Bigote apoyamos una serie de comunicados de la selección, y empezó a surgir otra información que no teníamos por no estar participando, como que los dirigentes del gremio respondían a Tenfield y no a nosotros».
La carta de Godín obligó, luego de una asamblea, que Teinfeld igualara una oferta por la indumentaria de Nike, llevada por los jugadores, casi cinco veces mejor que la de Puma, aliada con Tenfield. El movimiento recibió el apoyo clave del antecesor en la capitanía en la selección, Diego Lugano, a quien los jugadores perfilan como presidente de la Mutual. En ese panorama, «el reclamo por la camiseta de la Celeste despertó inquietudes en los futbolistas locales –cierra Bigote López–. Ahora nuestros reclamos no son contra Tenfield. Mañana puede ser Fox o CNN. Es contra un sistema, contra el monopolio que tenemos en contra. Las figuras del fútbol uruguayo fueron las que desataron todo. Son prestigiosos y son fundamentales en apoyar a los jugadores de a pie, a los que menos fuerza tenemos. La fusión entre los seleccionados y los locales es lo mejor».

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