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De meritorio desempeño en Roland Garros, el rosarino es parte
de una camada de tenistas que busca dar el salto de calidad en
el circuito. El desafío de suceder a la legión argentina.

 

Renovación. El tenista, de 24 años, fue la figura argentina en el segundo Grand Slam del año y aspira a subir en el ranking. (Emmanuel Dunand)

Apenas terminó de ganarle al francés Julien Benneteau una batalla de raquetas que duró 4 horas y 27 minutos, Facundo Bagnis pidió la merienda. «Facu, son las nueve y media de la noche; si merendás ahora, ¿cuándo vas a cenar?», le dijo su entrenador, Martín Vassallo Argüello, que lo esperaba con un plato de fideos y carne para que recupere energías. «¿Cómo las nueve y media? Si empecé a jugar a las tres de la tarde…», se sorprendió Bagnis, y fue recién ahí que reaccionó sobre el tiempo que había estado sobre el polvo de ladrillo de Roland Garros.
Sólo el último set que jugó contra Benneteau (ubicado en el puesto 45 del ranking mundial) duró 2 horas y 24 minutos. Después de que el argentino se impusiera 6-1 y 6-2 en los dos primeros y cayera 1-6 y 3-6 en los dos siguientes, el quinto parcial, el que definió el partido de primera ronda de Roland Garros, lo ganó 18-16. Y estaba tan concentrado que ahí también perdió la noción de la cantidad de games: sólo pensaba que estaba uno abajo y tenía que igualarlo. Hasta que lo ganó. De esa manera, se alcanzó el set más largo de la historia del certamen francés en cantidad de juegos. En 2012, el estadounidense John Isner derrotó al francés Paul-Henri Mathieu por ese mismo resultado en la quinta manga.
Bagnis fue la sorpresa argentina del Grand Slam francés. Llegó al cuadro principal de París después de tres rondas de clasificación. Y después de esa faena de casi cuatro horas y media ganó en primera ronda. Ya cansado y dolorido, según él mismo explicó, cayó en la siguiente fase ante el letón Ernest Gulbis. No fue distinto a lo que hizo su colega Diego Schwartzman, que también atravesó la qualy hasta meterse en Roland Garros y perdió en segunda ronda nada menos que ante el suizo Roger Federer. Mayores en edad, más curtidos, entre los hombres también pasaron Leonardo Mayer –eliminado en tercera ronda por Rafael Nadal–, Juan Mónaco y Carlos Berlocq.
Pero Bagnis sobresalió por su maratónico partido. Forma parte de una generación que intenta quitarse la sombra de lo que lo fue la Legión. Aunque, se sabe, en esa camada no están –o al menos todavía no se ven– esos jugadores que desbordaban talento, como Gastón Gaudio, David Nalbandian, Guillermo Coria, y, desde ya, Juan Martín Del Potro. Se trata de un grupo de tenistas más enfocados en el esfuerzo, y que recién en este Roland Garros fueron noticia por haber superado la primera ronda.
Hay, en realidad, dos generaciones. Una es la de 1990, con Bagnis, Federico Delbonis y Guido Pella. Y la otra es la de 1992, con Schwartzman, Facundo Argüello, y Guido Andreozzi, entre otros. Excepto por Delbonis, que en marzo pasado ganó el ATP 250 de San Pablo, en esos nombres no hay títulos más allá de los obtenidos en el circuito de Challenger. Por eso llama tanto la atención cuando atraviesan una primera ronda de Roland Garros. Es casi una marca de la ansiedad, una necesidad de que surjan nuevos tenistas argentinos en el circuito.
«Entraron 11 a la qualy, y muy pocos son de los de mayor edad; estos chicos antes ni podían entrar a la clasificación, y eso ya es un avance. Y Bagnis y Schwartzman se clasificaron de manera rotunda, jugando un gran tenis. Entonces, creo que es una camada que ya empieza a acomodarse en esta categoría; por otra parte, y más allá de que les tocó perder en segunda, Bagnis y Schwartzman subieron varios escalones en cuanto a maduración y juego», dijo el capitán del equipo argentino de Copa Davis, Martín Jaite, en una entrevista con el diario La Nación en París, donde seguía de cerca a los tenistas argentinos.
Bagnis tiene 24 años. Nació en Rosario, provincia de Santa Fe, pero con su familia se radicó en Armstrong, un pueblo muy cercano. Sus primeras jornadas de entrenamiento fueron en Las Parejas. En esos días de sacrificio, además de prepararse como tenista, Bagnis terminó la secundaria a distancia. Fue en ese momento que le llegó el esponsoreo de la empresa Exxia Sports Management, lo que le permitió tener una estructura sólida de trabajo. Aunque nunca se relajó. «Siempre se entrena y compite con hambre. Es un perro de presa, tiene ganas y labura bien», dice su entrenador, Vassallo Argüello.
Bagnis, 143º del ranking mundial, es zurdo, una característica que siempre los hace más complicados como rivales. «Es un jugador de fondo de cancha, con mucha potencia física, y que intenta terminar los puntos adelante», lo describe Vassallo Argüello. El rosarino soñaba hacía tiempo con un partido como el que tuvo con Benneteau. Lo esperaba antes que a sus 24 años. Pero, al fin, se le dio. Pudo concretar el sueño. Pudo meter la volea que terminó con el partido eterno. Pudo tirarse sobre el polvo de ladrillo para festejar. Pudo saludar al público de Roland Garros, que hasta recién había alentado a su rival, el local. Antes de salir de la cancha, incluso, habló con Matías Martin por radio Metro. Y recién ahí se fue al vestuario, donde se iba a dar cuenta de la cantidad de horas que había pasado en la cancha.
Fue su momento de reacción, que también puede ser la de una generación que espera dar el salto. La generación post Legión.

Alejandro Wall

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