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17 eran los jugadores que figuraban como desaparecidos. Sin embargo, un familiar logró recuperar dos historias que faltaban. Relatos contra el olvido.

Pasado y presente. El equipo canario, en un partido del torneo local. El club recuerda a los desaparecidos con una placa polémica. (Sebastián Casali)

Julián Axat es poeta. Su papá, Rodolfo Fel Axat, es uno de los jugadores de La Plata Rugby Club desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. Hasta hace poco se creía que eran 17 los rugbiers secuestrados por los militares. Pero Julián, comprometido con la memoria de quienes fueron compañeros de su padre, se encargó de seguir la búsqueda. Ahora, gracias a sus investigaciones, sabemos que al menos otras dos historias faltaban en el rompecabezas.
Una de ellas es la de Abigail Attademo, el Capitán Miguel. El 23 de diciembre de 1975, a las 19.45, Abigail ingresó al Batallón de Arsenales 601 Domingo Viejobueno, en Monte Chingolo, al mando de 70 hombres del Ejército Revolucionario del Pueblo. Buscaban llevarse unas 20 toneladas de armamento y asestarles un golpe a los militares para que retrasaran los planes de intervención. Pero se toparon con una represión de artillería pesada. Los estaban esperando: habían delatado la acción. Cuando llegaron refuerzos de otros regimientos, el Capitán Miguel intentó un contrataque para la retirada de la guerrilla. Así salió de Monte Chingolo, donde se estima que unos 50 combatientes del ERP murieron o desaparecieron. A Silvia Attademo le avisaron que su hermano también había muerto. Pero a los pocos días llegó a su casa y lo encontró. La desesperación, entonces, se transformó en alegría. Abigail había dejado de ir a las citas con los miembros de la organización, se había guardado por precaución. El golpe llegó unos meses después. Y el Capitán Miguel ya estaba por entonces entre las primeras líneas de conducción del ERP. Lo secuestraron durante una emboscada el 4 de junio de 1976 junto con su pareja y otros militantes. Abigail resistió pero cayó herido.

Un agujero negro
Recién el año pasado Silvia pudo confirmar que su hermano estuvo en Campo de Mayo. Se lo contó una persona que había estado detenida en el mismo lugar. Nunca lo vio porque estaban vendados, pero supo que era él cuando escuchó: «Ahí vienen los perros». Los perros eran los militantes del ERP. Es probable que el destino de Abigail, como el de tantos, haya sido el Río de la Plata desde los llamados «vuelos de la muerte». Pero para Silvia es difícil confirmarlo. El cuerpo de Abigail nunca fue encontrado.
Todavía hoy, a 37 años de su desaparición, Silvia intenta encontrar más datos. Se llevaban apenas un año, por lo que eran muy pegados. Tanto que Silvia siguió a Abigail y también comenzó a militar en el ERP. «Era una hombre de mucho coraje, hacía todo con pasión; era flaco y aguerrido», recuerda. Ella iba a verlo a los partidos de rugby y hasta participaba del tercer tiempo. Pero no tenía fotos. Aparecieron ahora con la búsqueda de Julián.
La historia de Abigail, cuenta Julián, surgió durante una cena de la camada 47 del club canario, como apodan a La Plata. Abi, como lo llamaban, estudió junto a Rodolfo, su papá, en el Colegio Nacional Rafael Hernández. Lo estaban olvidando. Un sábado por la mañana, en la casa de un ex compañero de su padre, encontraron recortes del diario El Día de 1963. Allí, en la formación de la octava, aparecía Abigail, el desaparecido 18. Una foto en plena acción sirve como prueba irrefutable.
«La omisión de un jugador de rugby desparecido por el terror de Estado es un agujero en la memoria colectiva de una institución. Un agujero en las palabras y en los recuerdos de varias generaciones de deportistas dentro de un mismo espacio», escribió Julián en su artículo «En busca de Abigail, el desaparecido 18 de La Plata Rugby Club», publicado el 22 de febrero en el diario digital Diagonales.
La de Abigail será parte de un libro que prepara Julián con otras historias de los desaparecidos del club. Entre ellas, la de Eduardo Merbilah, otro de los hallazgos para armar el rompecabezas. Merbilah, compañero en el ERP de Abigail, también jugaba en el club canario. Los jugadores de La Plata Rugby Club víctimas de la dictadura, entonces, son 19. Abigail y Merbilah se suman a Fel Axat, Santiago Sánchez Viamonte, Mariano Montequín, Otilio Pascua, Hernán Rocca, Pablo  Balut, Jorge Moura, Alfredo Reboredo, Luis Minutis, Marcelo Bettini, Abel Vigo Comas, Eduardo Navajas, Mario Mercader, Pablo del Rivero, Enrique Sierra, Julio Álvarez y Hugo Lavalle. Otros clubes de rugby platenses también tienen desaparecidos.
Desde marzo, en la puerta del CENARD, el Centro Nacional de Alto Rendimiento, una placa recuerda a deportistas víctimas del terrorismo de Estado. Todos ellos, claro, no desaparecieron por deportistas sino por militantes. Gustavo Veiga es el periodista que se encargó de dar luz a la mayoría de esas historias, recopiladas en su libro Deporte, desaparecidos y dictadura, que en breve se estrenará como documental.
«La omisión de Abi es la de todos al mismo tiempo», escribió Julián Axat. Y recordó que una placa en el club La Plata recuerda a los 17 desaparecidos con un homenaje de muy poca fortuna: «A los jugadores víctimas de los 70». La frase, dice Julián en su investigación, ya hace ruido entre los dirigentes de la comisión directiva. «Aunque la omisión de Abi no es sólo un ruido, es un eco profundo que exige un 2013 con otra placa». Silvia sabe que su hermano cayó por la militancia, desde ya, pero la alegra el recuerdo de sus días como rugbier. Ya le avisó a Julián que cuando se haga lo de la placa, si se hace, por favor le avise. Ahí quiere estar.

Alejandro Wall

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