Con cuatro temporadas consecutivas en Primera, Atlético Tucumán sumó otro hito: clasificarse a los octavos de final de la Libertadores 2018. El cambio dirigencial para superar momentos de crisis y potenciar estructuras propias explican su presente.
13 de junio de 2018
Grito continental. Luis Rodríguez, emblema del equipo, encabeza el saludo a los hinchas tras el triunfo del Decano sobre Peñarol, en mayo. (Télam)Como suele ocurrir en el fútbol argentino, hay equipos, clubes y jugadores que despiertan el cariño de la mayoría de los hinchas en determinados momentos. Las razones son diversas, aunque casi siempre se vinculan con uno de los atractivos centrales de este deporte: que el humilde logre superar adversidades para progresar. Atlético Tucumán, una institución de 125 años de vida, se inscribe entre esos casos. Alcanza con recordar que, debido a un problema de organización, utilizó la camiseta de la Selección argentina Sub 20 –que se encontraba jugando un sudamericano en Quito (Ecuador)– para disputar su encuentro ante El Nacional por la Copa Libertadores 2017. Aquella fue la primera participación internacional de Atlético Tucumán. Pero no todo quedó ahí: jugó la Copa Sudamericana y, en diciembre de aquel año, clasificó para la Copa Libertadores 2018. La revolución interior continúa: el Decano, como apodan al cuadro del norte, clasificó por primera vez a los octavos de final del máximo torneo internacional de clubes. Un logro histórico.
Claro que detrás de la sucesión de éxitos, existe una historia que conviene repasar. Antes de jugar cuatro temporadas consecutivas en Primera División, Atlético Tucumán vivió momentos críticos: por caso cayó de la B Nacional (BN) al viejo Argentino A en 2001. El club atravesaba una situación económica difícil, sin capitales propios, y repetía el modus operandi de muchos clubes del Interior: contrataba muchísimos jugadores –varios a un alto precio– que no daban la talla. Recién en la temporada 2007/08 el Decano consiguió retornar a la BN. Fue el momento en que cambió la política de contrataciones. «En ese primer ascenso, Atlético acertó: mantuvo la base del Argentino A y sumó jugadores que parecían estar cerca del retiro, como Javier Páez y Juan Manuel Azconzábal, quienes se convirtieron en pilares de la defensa, a los que sumó un endiablado Luis Rodríguez, goleador del campeonato. Terminó casi con récord de puntos y por eso enseguida consiguió otro suceso: dar el salto a la Primera División», cuenta Leo Noli, periodista de La Gaceta, de Tucumán. Esa vuelta a la A fue corta: en 2010 volvió a la BN. Pero Atlético Tucumán hizo el click: mantuvo a gran parte del plantel.
Reconstrucciones y apuestas
Además de convencer a varios futbolistas para que siguieran y de traer a otros para buscar el regreso a Primera, el club adoptó otras decisiones inteligentes. Entre ellas, y luego de incorporarse a los torneos de divisiones de AFA en las inferiores, decidió cancelar deudas e invertir en infraestructura. Ya en 2015, otra vez con la Pulguita Rodríguez, el ídolo que había sido convocado a la Selección por Diego Maradona, y con el arquero Cristian Lucchetti y el volante Guillermo Acosta, quienes hoy continúan en el equipo, Atlético concretó otro retorno. Y algo más: dar forma al mejor ciclo deportivo de su larga trayectoria. «En este proceso, es decir, desde el segundo ascenso a la máxima categoría a la clasificación a octavos de la Libertadores, pasaron tres técnicos: Azconzábal, el padre de la criatura que se fue anticipadamente; Pablo Lavallén, que hizo jugar lindo al equipo, pero no obtuvo buenos resultados; y después Ricardo Zielinski, el actual técnico al que se le valoran los éxitos más recientes de la cosecha: acceder a la final de la Copa Argentina y superar la instancia de grupos de la Libertadores», repasa Noli.
También recogió otros frutos. Porque en abril del año pasado debutó el delantero Tomás Cuello, primer jugador categoría 2000 en Primera. «Fue difícil estar en las malas. Tocamos fondo cuando caímos al Argentino A», dice Mario Leito, presidente de Atlético Tucumán desde 2008, hoy vocal con poder en la mesa de la Superliga, y agrega: «Nuestro objetivo es afianzarnos en Primera. Y para eso hay que crear una estructura que ayude a no correr riesgos. Nos falta infraestructura. Hacer muchas canchas, el comedor, nuevos vestuarios, sala de máquinas, el centro médico. Todo lo que significa un complejo de alto rendimiento. Somos un club de fútbol, pero no tenemos canchas. Es como que quieras jugar y no tengas una pelota». En ese sentido, en enero, mientras el equipo se preparaba para afrontar su segunda Copa Libertadores, Atlético Tucumán cerró la compra de 20 hectáreas en la zona de San Andrés, donde construirá las instalaciones para las divisiones inferiores. Porque además de Cuello, debutaron y dejaron impresiones interesantes el lateral izquierdo Gabriel Risso Patrón y el delantero Jonás Romero.
Hasta mayo, después de ser considerado como el tercer mejor equipo de Argentina de 2017, Atlético Tucumán se encontraba en el ránking de la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS) por encima de equipos como el Borussia Dortmund de Alemania y el Inter de Italia. La estadística, claro, nada dijo de la capitalización del club con la compra del predio de las inferiores. Tampoco consignó la adquisición de los pases de Nery Leyes, Rodrigo Aliendro, David Barbona y Javier Toledo. «Atlético levantó su imperio siendo austero y gracias a los ingresos por sus participaciones en los torneos internacionales, además de recibir el suculento pago de la TV por ser integrante de la Superliga –explica Noli–. Falta una pata de la mesa, que es vender jugadores para seguir creciendo». El presidente Leito, que incluso pidió en la Justicia tucumana cobrar lo que se había quedado el genocida Antonio Domingo Bussi por la transferencia de Julio Ricardo Villa a Racing en 1977, admite que, a pesar de que suena a frase hecha, Atlético es el Gigante del Norte. «Los tiempos marcan eso –dice–. Hicimos y hacemos historia. Y significa que estamos haciendo bien las cosas. Atlético hoy es un modelo para seguir».