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Salah, un dios egipcio

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Con su alto promedio de gol, el delantero del Liverpool se encamina a establecer un récord en la Premier League, mientras poderosos clubes europeos ofrecen fortunas por contratarlo. La influencia de su popularidad en la política del país africano.


Anfield. En un encuentro ante el West Ham, en febrero, Salah se apresta a sacar su remate que derivará en el segundo gol del Liverpool. (SCARFF / AFP / Dachary)

Mohamed Salah sacó un millón de votos en las últimas elecciones presidenciales de Egipto. Quedó en segundo lugar, con el 5%. Pero Adelfatá al Sisi se quedó con más del 97% de las voluntades. Una farsa. Solo el 41,5% de la población fue a las urnas. Al Sisi, que llegó al poder por un golpe de Estado, gobierna con ajuste, sangre y represión. Salah fue una expresión para la bronca. Aunque nunca fue candidato. Salah juega en el Liverpool, es el goleador de la Premier League y pelea por quedarse con la Bota de Oro en Europa.
Que haya salido segundo en las elecciones sin que su boleta estuviera en el cuarto oscuro podría integrar su combo de récords. Aunque ninguno como los que consigue dentro de la cancha, con la camiseta del equipo de Jürgen Klopp. El más impresionante se sabrá al final de la temporada, si Salah logra romper un registro que lleva 120 años en el fútbol inglés. Parece encaminarse a eso. Al cierre de esta edición, el egipcio sumaba 29 goles en la Premier, y superaba a cuatro equipos de la liga: Brighton (28), Swansea (25), Huddersfield (25) y West Bromwich (25). Además, igualaba a otros tres: Burleny, Southampton y Stoke City. David MacLean, del Sheffield Wednesday, se mantiene arriba en ese cuadro de honor: en la temporada 1912-1913 hizo más goles que dos equipos. Harry Kane, bombardero del Tottenham, que también pelea por el Botín de Oro, superó el año pasado al Middlesbrough y consiguió la misma cantidad de goles que el Sunderland.
Salah hizo esos 29 goles en 31 partidos de la Premier, es decir, un promedio de bestia del gol. El año pasado, el Liverpool pagó por su pase 42 millones de dólares. Era una apuesta fuerte para un goleador que llevaba dos temporadas y media en el Calcio, con la Fiorentina (seis goles en 16 partidos) y la Roma (29 en 65). Un nivel excepcional que, sin embargo, no había podido demostrar en un paso anterior por el Chelsea, cuando José Mourinho privilegió un juego más físico, menos acorde a lo estilístico del egipcio, y terminó utilizándolo poco hasta cederlo a la Fiorentina.
Sin embargo, no quedan rencores en Salah con el portugués. Cuando el Chelsea ganó la Premier 2014/2015, Mourinho tuvo un reconocimiento para el delantero y para otros jugadores que habían iniciado el campeonato con el equipo: mandó a comprar medallas para que nadie se quede fuera de los festejos. «André Schurrle, Salah, Mark Schwarzer, Lewis Baker y todos los que comenzaron la temporada con nosotros –contó Mourinho– han sido invitados al último partido y a la cena del Jugador del Año. Ellos son parte de todo esto». Por esos gestos, y por algunas pocas charlas, Salah dice que mantiene un buen recuerdo del entrenador del Manchester United, el club que ahora quiere entrar en la guerra de billetes para quedárselo. Como la industria del fútbol es exageración, se cuenta que la corporación de la familia Glazer, dueña del Manchester, está dispuesta a pagar 200 millones de dólares por Salah –cifra en la que lo tasó el Liverpool– y, de esa manera, ganarle la posición al Real Madrid, que también se fijó en el egipcio.

Esperanzas en juego
En Draw my life, una serie de videos que se emiten por YouTube y en el que distintas figuras cuentan su vida mientras dibujan, Salah se alegra de que un egipcio como él haya llegado al fútbol grande de Europa. «A los siete años, le pegué a la pelota por primera vez. El cemento era mi césped», cuenta Salah, que nació en Basyoun, Gharbia, una aldea al norte del país, frente al delta del Nilo, el 15 de junio de 1992.  En una vieja escuela del lugar encontraba el arco. Se quedaba horas entre el polvo del lugar, hasta perder el sentido del tiempo con la pelota. «El fútbol para mí no era más que un juego, tal vez ni siquiera era una esperanza, a lo sumo una distracción, un sueño sin meta», relata en el video.
Salah se formó entre el Mokawloon Al-Arab y el Arab Contractors, dos clubes de Nasr City. De chico, llegó a jugar de lateral izquierdo. Pero lo suyo era el ataque. En 2012, cuando ya era figura de las selecciones juveniles de Egipto, llegó al Basel de Suiza. Ahí explotó. Comenzó su escalada que lo llevó, finalmente, hasta el Liverpool. Pero su futuro todavía puede depararle un mayor protagonismo, con Rusia 2018 en el medio, lo que implica un regreso de Egipto a los mundiales después de 28 años. El último había sido Italia 90. Ni siquiera como hincha Salah pudo ver a su selección en una competición así. Ahora le tocará verlo desde adentro, como figura de su equipo.
A Salah pueden decirle Momo, el apodo que lleva desde chico, o Faraón, el que le dio la fama. Su éxito no se queda solo en el análisis futbolístico. En Egipto, sus goles en la Premier se cruzan con asuntos políticos y sociales. «El Faraón: júbilo de 2017 y esperanza de 2018», tituló en un especial de fin de año el diario Al-Watan, un medio oficialista. Entre la represión y el ajuste, algunos analistas entienden que se intenta utilizar la figura de Salah. «Esto está ligado a la noción de regímenes tiránicos o autoritarios de crear una distracción ante los temas cruciales que la gente debería atender», le dijo Amar Ali Hassan, un novelista y analista de ciencias sociales egipcio, al diario Chicago Tribune.
Sin embargo, Salah también puede ser esperanza para un país de 70 millones de habitantes. En la televisión se cuenta todo sobre él, y se lo muestra como un ejemplo a seguir por sus valores y compromisos. «Hay otra forma de verlo –dice Hassan–, que es que los egipcios pueden ser creativos y exitosos si se les da la oportunidad en el ambiente y contexto adecuados». Por eso Salah también puede convertirse en un voto. En un millón de votos, que pueden significar mucho más que los millones de dólares que se quieren pagar por sus goles.