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Juan Martín Hérnandez, pieza clave del ciclo que insertó a los Pumas en el más alto nivel internacional, decidió ponerle fin a su carrera a los 35 años. Pese a lidiar con las lesiones, su talento lo ubica entre los mejores jugadores argentinos de la disciplina.


Santa Fe. El Mago y la pelota, en un encuentro amistoso frente a Inglaterra en 2017. (Mabromata / AFP / Dachary)

El rugby argentino, de larga trayectoria y con capítulos memorables, exhibe nombres que dejaron su huella y aportaron a su crecimiento. Juan Martín Hernández, quien oficializó su retiro de las canchas, es sin duda uno de ellos. Fundamentalmente porque logró convertirse en uno de los símbolos de los Pumas en el proceso que produjo un quiebre en la diciplina. Conviene remitirse a sus primeros pasos en el rugby. Surgido en el club Deportivo Francesa, situado en la localidad bonaerense de Del Viso,  Hernández rápidamente desembarcó en Europa fruto de sus meritorios desempeños. Con apenas 21 años deslumbró en el prestigioso Top 14 francés, donde un tiempo después se consagró campeón representando al Stade Français. Tan buena fue su actuación que el diario L’ Equipe lo nombró como «Mejor fullback del mundo» en 2006.
Claro que la figura del Mago –apodo inspirado en su talento para jugar al rugby–, se agiganta por su carrera en los Pumas, donde debutó en 2003, en un momento bisagra: el mundial de Francia, en 2007. Allí, Hernández cumplió un papel decisivo para que el seleccionado consiguiera finalizar en la tercera posición, el mayor logro de su historia. Esa actuación de los Pumas consiguió proyectar la disciplina al primer nivel internacional, teniendo en cuenta que poco después Argentina fue incluida para participar del Rugby Championship (junto a Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica). A lo que se añade, en el marco de sostenerse en la élite con una estructura más profesional, la creación de los Jaguares, franquicia argentina que participa del SuperRugby, un certamen de primerísimo nivel a nivel equipos.

Obstáculos y bronce
Existe otro factor que refuerza la influencia de Hernández en los Pumas. El jugador, nacido en San Nicolás, encabezó la etapa de recambio en el conjunto argentino. Cabe mencionar que fue compañero de Agustín Pichot y Felipe Contepomi, emblemas que brillaron a fines de los 90 y en los primeros años de la decada del 2000, y también de referentes de la camada actual como Agustín Creevy y Nicolás Sánchez, entre otros. «Hernández en algún momento fue el mejor del mundo. Es parte de una generación de jugadores que cumplieron un proceso de transformación», describe a Acción Rodrigo Chagaray, periodista que siguió de cerca su carrera.
Más allá de sus logros, Hernández debió lidiar con obstáculos como las continuas lesiones. El calvario comenzó en 2009, jugando para los Sharks de Sudáfrica, cuando debió ser sometido a una  intervención quirúrgica en su rodilla, seguido de otra operación en la espalda que lo dejó afuera de la copa del mundo de 2011. Si bien continuó en actividad –se desempeñó en Francia y participó del Mundial de Inglaterra 2015–, el Mago ya no mostraba las virtudes de juego de otras épocas. Su última apuesta ocurrió en 2016 al sumarse al proyecto de los Jaguares. La reaparición de la dolencia precipitó el retiro.
Con su despedida, los Pumas pierden a uno de sus máximos exponentes. Los registros finales del bonaerense así lo indican: 74 partidos disputados incluyendo tres mundiales, 176 puntos convertidos y un tercer puesto en una copa del mundo como logro máximo. Aunque su legado excede a los números, teniendo en cuenta su compromiso y pasión por el rugby y, sobre todo, el talento para sobresalir en un deporte donde prevalece el roce y el aspecto físico. Eso lo ubica a la altura de los más grandes.

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