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Un golpe a la ilusión

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Alejandro Duchini

Boca cayó ante Fluminense y no pudo conquistar la ansiada séptima estrella. Falló en momentos clave. La continuidad del proyecto Riquelme.

Maracaná. Advíncula y Marcelo, dos de los protagonistas del partido que terminó ganando el club brasilero 2 a 1.

Foto: Télam

La final de la Libertadores 2023 tuvo todo lo que tiene que tener un partido de esta envergadura. Resultado cambiante, golazos, expulsados, golpes,  exageraciones, llantos de emoción (de los hinchas pero sobre todo el de Advíncula cuando Fluminense se puso 2 a 1) y hasta un alargue. El Maracaná, una caldera. Y hay más: Guga, del Fluminense, se perdió un gol épico sobre el final, cuando la pelota dio en el palo a Chiquito Romero no le quedaba otra que mirar. Era el 3 a 1 definitivo. Pero no pudo ser y los cinco minutos que quedaban se volvieron por demás emotivos. Será una final inolvidable. Para vencedores y vencidos, pero también para hinchas neutrales.
Los últimos 20 minutos de los 90 reglamentarios fueron «a lo Boca». El peruano Luis Advíncula metió un golazo, consiguió el empate que a esa altura parecía imposible y los hinchas estallaron. Imaginen lo que habrá significado ese golazo, cuánta angustia se habrán quitado de adentro, si hasta ese momento todo parecía perdido. Fluminense hasta ese momento era el campeón gracias a un golazo de Germán Cano a los 38 del primer tiempo.
El Fluminense de esta final terminó por ser más que un Boca que llegaba con chapa de candidato a campeón. Seis copas en el bolsillo y la séptima ahí nomás generaron tanta ilusión que los hinchas de Boca coparon las calles de Río de Janeiro desde mediados de semana. Tanto se hicieron notar que luego, con su aliento en el Maracaná, parecían locales. Ahora, al momento del regreso, con la tristeza a cuestas, habrá que dejar pasar un tiempo prudencial para hacer un balance.
Porque más allá de los emocional, siempre viene bien el análisis. En la vida en general, pero sobre todo en el fútbol, un resultado nos cambia la mirada. Ahí es dónde hay que despejar la bronca -tarea difícil- y pensar. ¿En qué? En si el Boca modelo 2023 hizo las cosas bien.
Hay una vieja película que se llama Match point (Woody Allen, 2005) en la que la suerte de los protagonistas se compara con una pelota de tenis: la red define el destino del juego; si la pelota cae de un lado o de otro. En este torneo ocurrió lo mismo. Porque si Boca ganaba, para sus hinchas todo sería alegría y no habría nada que pensar. Pero con la frustración, todo puede cambiar.
En Boca hay mucho que tener en cuenta más allá del fútbol. Uno de los temas de importancia es el electoral. Juan Román Riquelme se juega su futuro político en el club en las elecciones del 2 de diciembre. Habrá casi 100.000 socios habilitados para votar. Deberán elegir, por un lado, entre su ídolo (Román va con su lista Soy bostero) y un sistema futbolero que dio buenos resultados con la actual gestión encabezada (en los libros, al menos) por Jorge Amor Ameal desde 2019. Por el otro lado, el macrismo, que quiere volver a través de su lista Pasión y gestión, que propone a Andrés Ibarra a la presidencia y a Mauricio Macri al poder. Esta Libertadores puede ser decisiva.
Habrá qué ver cómo sobrelleva Román este mal trago. Si tiene muñeca es muy posible que los hinchas no olviden estos cuatro años positivos. Superliga Argentina (2019/20), Liga Profesional (2022), Copa Argentina (2021), Supercopa Argentina (2019), Copa Maradona (2020), Copa Liga Profesional (2022) y Supercopa Argentina (2022).

Histórico. Kennedy celebra el segundo y decisivo gol del partido, en tiempo suplementario.

Foto: NA

La imagen final
Riquelme es también el principal gestor de la llegada de Sergio Almirón como técnico. Resistido, Almirón nunca pudo entrar en el corazón del hincha. Claro que con la Copa tal vez lo lograba, pero eso ya sería entrar en especulaciones. El Boca de Almirón lejos estuvo de jugar bien y los resultados, sobre todo en el último semestre, no lo favorecieron. Boca descuidó demasiado el torneo local en su apuesta por ganar la séptima Libertadores. Incluso, perder el superclásico ante River en La Bombonera, cuando presentó un equipo de jugadores que no son habituales titulares, le jugó en contra. Pero a la vez, cuando eliminó a Racing en los cuartos -una suerte de final adelantada- todo indicaba que Boca había ganado el año. Pero el tiempo pasa rápido y el dolor de perder ante Fluminense tendrá su peso. De todos modos, no está todo perdido. Faltan dos meses para terminar 2023 y Boca puede arremeter en la Copa de Liga y, quién sabe, ganarla.
Lo cierto es que este Boca finalista de la Libertadores no desentonó en comparación con el nivel de los otros participantes. No hubo un equipo que lo haya superado, salvo el Fluminense de esta final. Las Copas Libertadores se ganan cómo se puede y cómo sea. Es un torneo tan especial que el lujo queda de lado. Es llamativo que Boca haya llegado a puro empate y ganando por penales, pero lo importante no es el cómo.
El uruguayo Edinson Cavani es el acierto a repartir entre Almirón y Riquelme. Ambos le apostaron cuando desde afuera se murmuraba que estaba de vuelta y que no tenía nivel para este Boca. En definitiva, que sería un fiasco. Cavani se convirtió en símbolo del plantel. Se celebra un jugador de su categoría en el fútbol argentino.
El peruano Luis Advíncula, ahora, merece hasta una estatua. No solo porque hizo el gol del empate cuando todo parecía perdido, sino porque durante el partido fue el más bostero de los bosteros. Marcó la cancha desde el inicio, puso pierna fuerte y un poco más y salió a enfrentar a los del Flu que pasaban por su sector como diciendo «ojo, esto es Boca».
¿Qué se le podrá decir al hincha de Boca en este momento? El fútbol tiene algo, algo, de tenis. A veces la red es un mínimo detalle que cambia la suerte.

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