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Zarpazos prometedores

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Tras años de intenso trabajo, las autodenominadas «Panteras» volvieron a llevar a la Argentina a las competencias más importantes de la disciplina. El mayor roce internacional de las jugadoras se complementa con un gran trabajo de equipo.


Estar a la altura. En el Premundial de Perú, las Panteras vencieron a las locales. (Gentileza FEVA)

No hubo una Generación Dorada como en el básquet ni una Legión como en el tenis. Tampoco una base de clubes especializados en ese deporte como fue el caso del hóckey, que posibilitó el nacimiento de las Leonas. La selección femenina de vóley –autodenominada las Panteras– es una construcción basada en el trabajo de la Federación del Vóleibol Argentino (FeVA), en el cuerpo técnico de Guillermo Orduna que ya lleva seis años de trabajo y, especialmente, en el compromiso de un grupo de jugadoras con entrenamiento de primer nivel en Brasil y Europa. Sobre esta plataforma, el vóley femenino argentino alcanzó importantes metas a corto plazo: en 2015, volvió después de 20 años a un Juego Panamericano, en Toronto, Canadá; en 2016, participó por primera vez en los Juegos Olímpicos; y en 2017, se clasificó por segunda vez consecutiva a un mundial, el que comenzará el 24 de septiembre en Japón. Las jugadoras de la selección argentina de vóley justifican el apodo de las Panteras: avanzan a los zarpazos.

Las claves del crecimiento
Guillermo Orduna es el entrenador del equipo desde 2013. Después de los Juegos de Río, renovó el contrato hasta los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. «Hay varios aspectos que tienen que ver con el rendimiento –dice Orduna a Acción–. Y uno, además de la inversión de la Federación y la responsabilidad de todos, fue que las jugadoras pudieron insertarse en el nivel internacional y crecer, como Yamila Nizetich, que es nuestra capitana. No hay una Generación Dorada: hay un trabajo en equipo». Nizetich juega en el Volley Pesaro, de Italia, en la poderosa liga A1 de ese país. No es la única que tiene experiencia internacional: Emilse Mimí Sosa juega en el São Caetano, de Brasil, y está desde 2014 en ese país, potencia en el vóley. Y otras jugadoras, como Yael Castiglione y Tatiana Rizzo, quienes volvieron a jugar a Argentina, también pasaron por la liga brasileña. Otros mercados, como España, Alemania, Francia, Turquía y Rumania, también se abrieron para las jugadoras.
La mejor preparación, esa vara más alta en la competitividad, derivó en la histórica presencia en Río 2016. Fue un quiebre. Dirigentes, cuerpo técnico y jugadoras comprendieron que era la gran chance de jugar, ya que Brasil liberó un cupo por la localía. Y Argentina le ganó la pulseada a Perú, el rival con el que siempre peleó el segundo escalón sudamericano. «Pero para los Juegos de Tokio 2020 se van a tener que alinear todos los planetas y un poco más, porque al estar de nuevo Brasil, es muy difícil clasificar», sostiene el periodista Santiago Gabari, director de voleyplus.com. El máximo desafío para el mundial de este año, también en Japón, será pasar la primera ronda. Al de Italia 2014 se clasificaron después de 12 años. Luego de cuatro derrotas, se despidieron con una victoria ante Túnez en la zona de grupos. Meterse en la segunda fase, a la que clasifican las primeras cuatro de las seis selecciones de cada grupo, podrá ser otro zarpazo para un conjunto en crecimiento.

Un largo camino
Las señales que dieron las Panteras no están aisladas de lo que sucede en el vóley argentino en general, una renovación que incluye la llegada al equipo masculino de Julio Velasco, entrenador dos veces campeón del mundo con el seleccionado italiano, un destacado referente de este deporte; y la participación el año pasado de los seleccionados juveniles femeninos y masculinos de todas las categorías en las copas del mundo, tanto de menores, juveniles y sub 23. No solo eso: en agosto, la selección masculina sub 23 se consagró campeona por primera vez en el mundial de esa categoría en El Cairo, Egipto, luego de vencer a Rusia. «Es muy importante el desarrollo de las inferiores –explica Orduna–. El objetivo, después de los Juegos de Río, fue aceptar los desafíos que implica mantenerse en el alto nivel, y no es para nada fácil. El año pasado fue uno muy importante en relación con la transición, porque reemplazamos a jugadoras valiosas, y logramos volver a estar en un mundial consecutivamente. Y tampoco es poca cosa sostenerse para esta selección y este grupo. Hay objetivos cumplidos».
De la década de los 80, cuando las jugadoras practicaban por las noches en un boliche acondicionado para los entrenamientos después de cursar en la universidad y de trabajar, hasta las Panteras olímpicas, que despegaron del CeNARD a las mejores ligas del mundo, no solo pasaron años. «Hay un crecimiento general del vóley femenino en los últimos años –dice Santiago Gabari–. Algunos clubes, como San Lorenzo, Boca, Gimnasia La Plata y Banco Provincia  empezaron a trabajar de manera muy profesional, con becas o salarios y cuerpos técnicos. La apuesta va más allá de la selección: es profesionalizar la liga local, tener una competencia fuerte. Ahora la Liga Argentina dura tres meses, y eso es perjudicial, porque las que no se van afuera están sin jugar mucho tiempo y a un nivel bajo».
En 2017, además, las Panteras derrotaron a China en el Montreux Volley Masters de Suiza. No fue un triunfo menor: derrotaron al campeón olímpico en Río, con Nizetich como figura y máxima anotadora con 18 puntos, seguida por Elina Rodríguez, de 21 años, jugadora de San Lorenzo y estandarte de la nueva camada. «Somos un grupo de amigas que trabaja con un fin común –definió la capitana Nizetich en la serie documental Las Panteras Olímpicas, de la productora Latiú Producciones–. Somos un grupo que si se tiene que dar contra la pared 50 veces, se va a dar hasta que en la 51 la rompa. Es un grupo que va al frente, muy unido». Mimí Sosa dijo que el valor del equipo siempre fue la perseverancia: «Fuimos luchadoras y soñadoras». Y Orduna, que vivió el vóley femenino de los 80, destaca el compromiso de un equipo que avanza a pasos cortos pero efectivos, delineando un futuro prometedor.

 

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