28 de septiembre de 2016

(Hugo Horita)

Los muchachos siguen en la suya, pero en la mesa de al lado están Tobías y Rebequita, en «alta discusión».
–Pero, Rebequita mía y mis circunstancias, ¿para qué vas a firmar una solicitada?
–¿Para qué va a ser, Tobías Corazón de León? ¡Para solicitar! Uno firma una solicitada para solicitar, un pagaré para pagar, un cheque para chequear.
–Bueno, pero vos, Rebequita de mis pesadillas eróticas, ¿qué es lo que tenés que solicitar? Y además, si querés solicitar algo, ¿no me lo podés solicitar a mí? ¿Hace falta que lo hagas público? ¿Que el mundo conozca nuestras intimidades?
–Ay, gracias, Tobías de mis tortillas babés. ¡Gracias por ser tan solícito, pero ¡tampoco te creas Superman! Hay cosas, por ejemplo, una «cita a solas», que está bien que te las solicite a vos; pero otras no te corresponden, no seas «omni-impotente».
–¿Y entonces a quién se las solicitás? ¿Hay otro hombre en tu vida, Rebequita de mi lomo a 300 el kilo?
–Ay, Tobías, yo qué sé… Una solicita y después se ve. Uno se las pide a «ellos», o como dice el licenciado Vehachese, mi psicoanalista, a «ello», y después ve.
–¿Y qué solicitás vos?
–No sé, Tobías de mis papas bravas, no sé. Mi analista siempre me dice que me tengo que contactar más con mis deseos.
–Bueno, ¿pero qué se te ocurre?
–¡Y qué sé yo! Una pizza, sexo, que destituyan a un juez. No, ya sé… ¡que echen al vecino!
–¿Al vecino?, ¿a qué vecino?
–¡Y yo qué sé! ¿Tengo que saber qué deseo y encima a quién?
–Pero, ¿qué te hizo el vecino? ¿Te robó una pizza que te trajeron? ¿Es por lo del sexo?
–¡Nada! ¿Hace falta que él haga algo? Tobías, es mi deseo, no el tuyo. En mi deseo puedo firmar una solicitada para que echen al vecino, sin saber por qué, ni a cuál vecino.
–Ay, Rebequita de mis amores contrariados, tu deseo es un poco infantil, no estás conectada con la realidad.
–Ay, Tobías de mis retruécanos populistas, me parece que sos vos el que no está leyendo los diarios.
Ahí nomás los dejamos.