17 de octubre de 2024
Cuatro especialistas en medios y comunicación analizan el estado de situación de la discusión política en televisión. Nuevos formatos y competencia con las redes sociales.
En vivo. La televisión, pese a la irrupción de nuevos espacios, conserva un lugar importante en el debate político.
Fotos: Captura
Con la irrupción de nuevas plataformas digitales y la transformación de los patrones de consumo, la televisión, que supo ser dominante en el escenario mediático, pasó a convivir con una variedad de otros medios de comunicación. Como consecuencia, el periodismo político cambió formas y contenidos. ¿Qué lugar ocupan el debate y el análisis político en la televisión actual? ¿Qué llevó a superponer la espectacularización y la mediatización de la política frente a la discusión y profundidad de temas e ideas? ¿Cuál es el poder de la televisión en la construcción de la agenda política y de opinión pública?
Claudio Martínez, periodista y productor de radio y televisión, sostiene que «el debate y análisis político están más vivos que nunca (en la televisión) porque tenemos siete canales de noticias que, en su gran mayoría, dedican varias horas a contar y a analizar la actualidad política». En lo que hace a la espectacularización y la mediatización de la política frente a la discusión y profundidad de los contenidos, señala varios fenómenos concurrentes: «Por un lado, la competencia en el segmento de noticias hace que el rating sea cada vez más gravitante, y en esa búsqueda de sumar audiencia se comete el error de resignar profundidad. Por otra parte, es notable el deterioro del nivel de preparación de la clase política; un fenómeno que la ola libertaria acentuó en el último año. No hay vocación por el debate de ideas porque no hay vocación por las ideas».
Un sistema
Especialista en comunicación política e investigadora del CONICET, Natalia Aruguete considera que «el visionado de programas televisivos no solo disminuyó, sino que se alteró radicalmente. El consumo de contenidos tiene lugar en una variedad de plataformas (que tienen públicos segmentados, con agendas de interés muy diferentes y con estéticas también distintas) y, cuando de política se trata, la oferta televisiva intenta responder con una lógica fragmentada y plataformizada». En otras palabras, «lo que sucede en la televisión no termina en la televisión, es apenas un insumo para circular por otros escenarios mediatizados», asegura.
En sintonía, Nadia Koziner, licenciada en Comunicación Social con orientación en Políticas, agrega que «para comprender el debate y el análisis político en la televisión actual es imprescindible considerar, al menos, tres cuestiones vinculadas entre sí: en primer lugar, la televisión no puede pensarse aisladamente sino como parte de un sistema del cual participan también las redes sociales y los programas de streaming. Inevitablemente, la expansión de las redes sociales en la vida política ha colaborado con la transformación del debate público y eso deja sus huellas en la televisión; en segundo término, los procesos de polarización política y afectiva se han agudizado durante los últimos años hasta volverse tóxicas; tercero, se observa una caída sostenida del consumo de televisión como fuente de noticias, tal como lo viene documentando año a año el informe del Instituto Reuters. Si bien este dato puede contrastarse con los resultados de la última Encuesta Nacional de Consumos Culturales, presentada en 2023, que dan cuenta de un muy alto consumo de televisión en todas las generaciones (con énfasis en las mayores), el descenso de su importancia como fuente noticiosa es notable».
Espectacularización
A la hora de pensar el debate y el análisis político en la televisión actual, Diego de Charras, investigador en derecho a la información y políticas de comunicación y actual vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos (UBA), separa uno de otro: «Todavía podemos encontrar algunos momentos lúcidos de análisis político, en general en editoriales o en ciertos momentos de entrevistas; cuando hablo de televisión, hablo de audiovisual, hablo de televisión de aire, de cable, televisión en streaming o televisión en Youtube. En algún punto ese formato de audiovisual ampliado recoge las históricas formas de la televisión, aunque por momentos degradadas, pero son las formas de la televisión y en esas formas se puede encontrar momentos de lúcido y reflexivo análisis político». Sin embargo, «lo que es prácticamente imposible de encontrar son momentos de debate político. Hay momentos de falso debate político con preeminencia de las formas donde lo que prima es la espectacularización de una puesta en escena que pretende mostrar un debate político cuando no hay un debate político».
Análisis. Natalia Aruguete, Diego de Charras, Nadia Koziner y Claudio Martínez.
En retrospectiva, De Charras entiende que «en términos de debate político hemos perdido un montón respecto de los programas políticos de opinión que uno puede recordar de la década del 80, 90, incluso en los 2000, donde personas de distintos signo político podían plantear y escucharse dando argumentos diferentes o contraponiendo argumentos». Al respecto, Koziner observa que «los debates y análisis políticos parecen haber perdido relevancia y profundidad a partir de la popularización de formatos audiovisuales más cortos y fragmentados, orientados a generar reacciones rápidas y emocionales en lugar de discusiones reflexivas. Así, la política parece haberse vuelto más un espectáculo mediático para las redes que un espacio para el diálogo democrático».
Aruguete subraya que «la televisión por sí sola, así como otros medios de comunicación broadcasting, perdió capacidad de controlar la agenda, tanto para disputar con la agenda política como para capturar la atención de sus audiencias, que ya no solo son audiencias sino comunidades de seguidores, usuarios activos y co-constructores de esa agenda. En verdad, más que pensar en medios, por un lado, y redes, por otro, debemos pensar en un escenario mediático digital en el que conviven distintos actores con lógicas y dinámicas distintas a las anteriores». Para Martínez, «la televisión sigue siendo importante para la construcción de la opinión pública. Javier Milei hizo su construcción política desde los estudios de televisión, potenciado por un esquema de redes que lo hizo llegar hasta sectores que naturalmente no estaban cerca de su ideario. Ahora en el Gobierno no descuida a las redes, pero usa la cadena nacional con más frecuencia de lo imaginable para alguien que hace de la libertad de elección una bandera fundamental. No deja elegir a las audiencias y les clava un mensaje en el prime time. Los políticos de todos los partidos necesitan estar en la televisión para ser conocidos por la opinión pública». De Charras coincide: «Mal puede suponerse que la televisión pierde lugar como medio, en todo caso lo comparte con algunos otros medios que replican las lógicas de producción informativa de la televisión e incluso las lógicas de forma de la producción televisiva».