16 de agosto de 2022
El doctor en Relaciones Internacionales habla del trasfondo de la disputa entre China y EE.UU. y alerta sobre el riesgo de un conflicto militar a gran escala.
Análisis. «El 2022 está mostrando la centralidad que tiene la competencia entre los grandes poderes», dice Actis.
Foto: Gentileza E. Actis
Entender hacia dónde va la reconfiguración geopolítica mundial es crucial para saber qué planeta espera en un futuro inmediato. La guerra del este europeo desató cambios profundos que se vienen produciendo, siempre con la incógnita si una III Gran Guerra es un peligro concreto. En ese contexto, la visita de Nancy Pelosi a Taiwán tensó las cuerdas entre Estados Unidos y China, nada menos. Desde Rosario, Esteban Actis accedió a dialogar con Acción sobre estos temas. Es doctor en Relaciones Internacionales, docente e investigador de la Universidad Nacional de Rosario y becario doctoral y posdoctoral del Conicet. Actis, además, es coautor del libro La disputa por el poder global, China contra Estados Unidos en la crisis de la pandemia, junto a Nicolás Creus.
–¿Qué implicancias tiene la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos a la isla del sudeste asiático?
–Importantísimas sobre la dinámica del bilateralismo más preponderante que tiene afectaciones a nivel sistémico. Joe Biden y Xi Jinping venían intentando rejerarquizar el diálogo. Pero la visita de Pelosi interrumpe ese proceso, luego de lo que fue la invasión de Rusia a Ucrania y la postura ambivalente de China. Se afecta un conjunto de iniciativas políticas de largo aliento (por caso, la cuestión climática), muy sensibles al bilateralismo y a la estabilidad global. China decidió congelarlas y ponerlas en suspenso con todo lo que implica. Es un episodio que marca a fuego la relación.
–Biden había dicho respecto de China: «Tomar por la fuerza a Taiwán es inapropiado; llegado el caso nos involucraremos militarmente».
–Un punto interesantísimo es pensar la centralidad geopolítica para China, Estados Unidos, la región del Indopacífico; Rusia y Europa oriental. Desde que Putin decidió mandar tropas a Ucrania, Biden dejó en claro que Estados Unidos apoyaría a Ucrania y sus aliados europeos, pero que no se involucraría directamente, no sería un actor beligerante. En cambio sostuvo, en caso de que China invada Taiwán, que Estados Unidos apoyará militarmente y se involucrará en una guerra. Una diferencia central. Para Estados Unidos, Taiwán tiene una centralidad estratégica no solo en la disputa con China, sino en la contención de su expansión en esa región del globo, donde viene desarrollando iniciativas como Aukus (NdR: pacto defensivo entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos) y en donde fortalece alianzas.
–¿Son jugadas acordadas en el poder real estadounidense?
–Pelosi es la visión de los halcones de Washington. Hay consenso bipartidista en identificar a China como la principal amenaza a la primacía global, pero difieren en la táctica. ¿La visita estuvo avalada por Biden? ¿Es parte de la estrategia del policía bueno y el policía malo? ¿Hay una fragmentación en el poder demócrata? Toda política exterior es interméstica (NdR: El término «interméstico», acuñado por Bayless Manning en 1977, es una palabra compuesta que describe aquellos asuntos que son «profunda e inseparablemente tanto internacionales como domésticos». Más en un sistema democrático. Está pensada en clave externa y también doméstica. El vuelo de Pelosi fue el más visto en la historia de la humanidad. Más de tres millones lo siguieron en vivo. Es una persona que «defiende la democracia y la libertad en contra de la autocracia y la dictadura china». Tiene gran impacto interno.
–¿Qué hay detrás de este tipo de provocaciones?
–Según la percepción de Beijing, Estados Unidos intenta cambiar el status quo respecto a Taiwán. Washington viene aplicando un conjunto de señales. Para enumerar algunas: en 2016, Donald Trump, ya candidato a presidente con chances, se comunicó con la presidenta de Taiwán (Tsai Ing-wen); en 2018 y 2019, el Congreso con apoyo bipartidista, sacó leyes como la Taiwán Travel Ad. El año pasado, el secretario de Estado Antony Blinken llamó a los países de la ONU a apoyar a Taiwán. Ahora sucede esta visita, justo cuando el Capitolio está tratando un proyecto de ley, «Defense apk», que daría mayores prerrogativas a la asistencia militar a Taiwán.
Alerta máxima. Captura de un video en el que se observan los ejercicios militares que viene realizando el Ejército chino cerca de Taiwán, desde comienzos de agosto.
Foto: AFP/PLA EASTERN THEATER COMMAND/ESN
–China no lo soportará.
–Para China es una línea roja. Un problema doméstico más que de política exterior. Considera a Taiwán parte de su integridad territorial y la reunificación es un objetivo central. Una diferencia, en términos de política exterior, es que en China la conducción es mucho más centralizada y monolítica: el PC Chino y Xi Jinping tienen control de la política exterior por sobre el régimen político. La mesa norteamericana es mucho más fragmentada.
–¿La visita puede cambiar la estrategia global china?
–La respuesta de China, la retórica diplomática y los ejercicios militares, inéditos en su expansión, muestran que quiere ser una potencia global, ejercer influencia y capacidad de autonomía en relación a la presión de Occidente. Muestra una política exterior más asertiva. No solo como en las últimas décadas ofreciendo zanahorias, incentivos económicos, sino más firme con su poderío militar. Estamos viendo una China mucho más asertiva, dispuesta a mostrar su status de potencia global. No es fácil mojarle la oreja a Beijing, como diríamos vulgarmente. Avanza en una dimensión distinta. Lo muestran las iniciativas de seguridad global que diseña y ofrece a los países del Pacífico.
–¿Qué cerca se está de la aplicación de una «fuerza militar sin precedentes», tras los ejercicios militares en el estrecho de Taiwán y el retiro de todos los foros bilaterales?
–La competencia y la rivalidad entre ambas potencias es estructural. Una condición del sistema internacional. Siempre que una potencia en ascenso converge en los recursos del poder con la potencia establecida, ya sea por mayores ambiciones, o por sentimiento de temor o preocupación, generan tensiones. Tal vez avancen en esa rivalidad sistémica y estructural, una especie de sociedad de rivales. Es decir, ponerle un paraguas a la competencia y dialogar en temas sensibles para la estabilidad del vínculo: crisis financiera, una pandemia como la del Covid o el cambio climático. Un G-2 constructivo que avance en bienes públicos globales. O, por el contrario, que la rivalidad estratégica inunde todas las áreas. La visita de Pelosi muestra la dificultad de avanzar. Es uno los dilemas. Otro, que esas respuestas, aunque sean ejercicios militares, conlleven el peligro de un error de cálculo, o de percepción, que deriven en una escalada de confrontación que termine en un conflicto militar. Muchas veces los conflictos no son deseados por las partes, pero acaban realizándose. La Primera Guerra Mundial es un ejemplo muy concreto. Parece lejano pero está cada vez más latente.
–¿Cómo se traduce esa pelea en la guerra Ucrania-Rusia?
–La guerra aleja a Moscú de Occidente. Un proceso lento y paulatino de acercamiento tras la Guerra Fría, comienza a trastabillar en 2008 con la guerra en Georgia; en 2014, con Crimea… Este año hay un parte-aguas, con la opción estratégica de Rusia de recostarse sobre Beijing, sobre todo en asistencia económico-financiera. Hoy Moscú puede sortear esa debilidad, pero en el mediano plazo va a tener afectaciones.
–¿Se consolidad un eje Moscú-Beijing?
–Tienen muchas diferencias en varios aspectos. Pero la guerra presiona y genera fuerzas para que Rusia se acople, en este caso como un satélite, para el área de influencia china.
–¿Torpeza de Occidente?
–Es una de las mayores críticas sobre la administración Biden: pelearse en simultáneo con dos grandes poderes. La incógnita es si Estados Unidos tiene el músculo hegemónico y los recursos suficientes para afrontar esta doble confrontación, una como vestigio de la Guerra Fría (Rusia) y otra pensada para las próximas décadas (China). Los dilemas que le presenta China son muy mayores que los de Rusia. Blinken lo dijo: China es el mayor desafío geopolítico en el siglo XXI. Es otro actor con otras capacidades simultáneas: militares, económicas, diplomáticas y tecnológicas. Estamos viendo claros realineamientos sobre todo en el Pacifico. Otra pregunta es cuál será el rol de India. El 2022 está mostrando la centralidad que tiene la competencia entre los grandes poderes.