6 de mayo de 2025

Milei. La semana pasada en la ExpoEFI brindó un discurso cargado de insultos hacia dirigentes opositores y periodistas.
Foto: Pablo Cuarterolo
Los últimos días estuvieron marcados por un panorama político en el que, desde el Gobierno nacional, se acentúa la decisión de enfatizar la incitación al odio y la descalificación de adversarios políticos, comunicadores y analistas que no coinciden con la línea oficial, transformándolos en verdaderos «enemigos políticos» a través del constante uso del insulto y el agravio.
Simultáneamente, se presentó una situación de crecimiento de la conflictividad social, motivada por razones esencialmente económicas, particularmente por la crisis del poder adquisitivo de la mayoría de los sectores de ingresos fijos, especialmente de los muy modestos, pero también los de ingresos medios o altos, en relación al proceso de crecimiento de los precios.
Estos son los dos elementos centrales a analizar.
En cuanto al primero, lo más complejo y peligroso es que se va instituyendo un clima en el mundo político, que luego se transmite a la sociedad, de confrontación permanente, reemplazando la convivencia y el diálogo. Por lo tanto, nos vamos desplazando hacia una situación de ausencia de canales democráticos de intercambio y participación.
En ese sentido, no se pueden dejar de consignar las imágenes de represión de cada miércoles frente al Congreso, que también potencian la sensación de intolerancia, ya que a los jubilados se les impide manifestar sus reclamos. Vale subrayar la imperiosa necesidad de defender el sistema democrático, lo cual requiere del respeto a los cánones de convivencia.
La segunda cuestión que señalábamos muestra que la pérdida de ingresos –producto de la política de ajuste del Gobierno, que virtualmente desconoce las paritarias, y por lo tanto se otorgan aumentos salariales inferiores a la inflación, incluso con planteos de incremento cero en muchas ramas de la actividad– traerá como consecuencia reclamos y medidas de lucha que acentuarán el clima que venimos señalando.
La marcha de las centrales sindicales, el pasado 30 de abril, cuya masividad superó las expectativas de los organizadores, revela la creciente voluntad de manifestarse que tienen los sectores del trabajo en defensa de sus ingresos.

Sin colectivos. Escena porteña del 6 de mayo, durante el paro de conductores del transporte automotor que se realizó en todo el país.
Foto: NA
La calle y los votos
Paralelamente, el próximo domingo se realizarán cuatro elecciones muy determinantes para las definiciones del poder en las provincias de Chaco, Jujuy, Salta y San Luis, y una semana después se llevarán a cabo las legislativas en la Ciudad de Buenos Aires, con el gran peso simbólico que siempre ostenta la capital del país. En este caso cobran mayor relevancia, ya que se pone en juego la controversia entre dos polos, uno que representa el candidato Leandro Santoro, al frente del espacio Es ahora Buenos Aires, que aglutina a diversas fuerzas políticas progresistas con eje en el peronismo, y por otro lado, las derechas, en este caso fragmentadas, lo cual las coloca en una situación de debilidad.
La eclosión de Juntos por el Cambio y la irrupción de los libertarios generó que disputen ese espacio fundamentalmente cuatro listas: la que encabeza el vocero presidencial Manuel Adorni, apoyado en la campaña por el propio presidente Javier Milei y varios de sus ministros; la lista del PRO, con Silvia Lospennato a la cabeza; el exjefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta; y Ramiro Marra, expulsado de La Libertad Avanza, que va con lista propia.
Si bien la fragmentación genera un escenario de gran diversidad de listas, hay dos espacios claramente delimitados, que serán el centro de la disputa. Santoro apunta su mirada hacia el electorado con una propuesta específica dirigida a la sociedad porteña, mientras los múltiples candidatos conservadores intentan polarizar contra el fantasma del kirchnerismo. En definitiva, el sistema democrático moderno se sustenta en una fase electoral, tan decisiva como la que estamos transitando este año, combinada con la participación social, que incluye los derechos ciudadanos al reclamo y la protesta, es decir, al protagonismo popular en calles y plazas. Asistiremos, entonces, a una escena política en la que confluirán los ecos del protagonismo social y cultural junto con la potencia que implica el debate en torno a los procesos electorales.