30 de mayo de 2023
La capacidad de los virus de pasar de una especie a otra podría desatar nuevas pandemias. Las formas de producción y consumo, un factor clave para entender un problema que es también político.
Indonesia. Fumigación contra la fiebre aftosa, una enfermedad del ganado que ocasionalmente puede transmitirse a seres humanos.
Foto: Getty Images
En octubre de 2020, en lo que podría definirse como la primera etapa de la pandemia de Covid-19 que tuvo al mundo en jaque por casi tres años, la Organización de las Naciones Unidas advertía que, a futuro, estos eventos tendrían una frecuencia mayor. Además, señalaba que los virus se propagarían más rápidamente a menos que se implementara un enfoque global para el abordaje de las enfermedades infecciosas, relacionado con las formas del uso de la tierra, de la producción de alimentos y de la interacción del hombre con la naturaleza. A su vez, señaló que «unos 1,7 millones de virus actualmente “no descubiertos” viven en mamíferos y aves, de los cuales hasta 850.000 podrían tener la capacidad de infectar a los seres humanos». Esto no es nuevo, ya que el 70% de las enfermedades emergentes como el ébola, el zika, el dengue, y todas las que causaron pandemias históricamente, como la influenza, el VIH/SIDA son zoonóticas, es decir, provienen de virus de origen animal. Es lo que se conoce como «salto» de especie. Ahora, ¿es tan sencillo este pasaje? ¿Realmente hay un peligro inminente que puede situar a la humanidad al borde de una nueva pandemia en poco tiempo? Para algunos expertos locales, la posibilidad existe, aunque como contrapeso está el conocimiento adquirido para enfrentar esta situación y el hecho de que no todos los virus provenientes de especies animales son tan exitosos. Para otros, la clave está en frenar los modos de vida producción actuales, caracterizados por un modelo extractivista que no respeta la naturaleza y sus fronteras.
Según explica Lucía Cavallaro, presidenta de la Sociedad Argentina de Virología y profesora de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, los virus zoonóticos son aquellos que se encuentran en los animales, como mamíferos y aves, que no les causan daño y conviven con ellos, pero en algún momento tienen la capacidad de infectar a los humanos. Es decir, «saltar» significa cambiar de hospedador, pero para que este salto sea significativo a nivel poblacional o que pueda dar origen a una pandemia, deben darse determinadas condiciones.
«En general, el evento termina con el hospedador infectado, puede ocurrir que ocasione una patología importante, porque es la primera vez, en algunos casos tienen además alta tasa de mortalidad, pero no se transmite a otras personas, con lo cual se finaliza allí», señala.
Según explica la experta, no hay forma de que un virus se replique si no ingresa al interior de una célula y la infecta. Para ello la célula tiene que ser susceptible y permisiva, susceptible significa que tiene que haber moléculas en su superficie a las cuales el virus sea capaz de unirse e y con las cuales pueda interaccionar, para de este modo empezar su proceso de ingreso. Luego tiene que poder liberar su genoma viral en aquellos sitios de las células donde se pueda replicar.
«Casi todos los RNA (ácido ribonucleico) virus, a excepción de la influenza, replican en el citoplasma celular y si fuese un DNA (desoxirribonucleico) virus lo hace en el interior del núcleo. Ahora si no puede liberar su genoma, el virus no puede replicarse, es decir, tiene que encontrar la vía de entrada en ese organismo que le permita acceder a aquellos tejidos o a aquellas células en las cuales se pueda replicar, y para esto tiene que vencer todas las barreras de defensa. Todo esto significa que hay ciertos puntos de control que van a interferir en la posibilidad de que un virus pueda hacer un salto de especie. Además, está la cuestión de la replicación; lo menos exitoso de una infección viral es matar al huésped, si el primer salto produce una infección de tipo mortal, tiene poca chance de ser exitoso y establecerse como un nuevo virus en la población humana», refiere Cavallaro.
Los virus evolucionan, se replican rápidamente, los RNA virus sobre todo introducen errores en su genoma cuando lo hacen y entonces cambian, y también cambia la enfermedad que producen. «En el caso del Sars-CoV 2, nadie tenía defensa inmunológica, porque era un virus nuevo, no se pudo frenar la infección, en esa situación el virus pudo replicarse a altas tasas y así introducir mayor heterogeneidad en esa población viral, por eso es que cambió también en un período de tiempo muy corto», agrega la profesional.
Cambio de hábitat
Todas las especies de animales e incluso de vegetales poseen virus, es imposible cuantificarlos, además se visualizan solo aquellos con mayor potencial de infección en los humanos. Mamíferos como los murciélagos, por ejemplo, pueden alojar miles de tipos de virus sin que les produzcan enfermedades, producto de los millones de años en la interacción entre esos virus y su hospedador. Estas especies se denominan reservorios. Cualquier especie animal puede ser considerado como tal y la posibilidad de que alguno de esos virus infecte al hombre es real, habida cuenta de los cambios en la interacción entre el hombre y esa especie, la alteración del ecosistema que provoca un cambio de hábitat, que el ser humano comience a comer su carne porque le resulta atractiva al paladar, tal vez sin una adecuada cocción.
En el caso del Sars-CoV-2, el origen aún no se pudo determinar, podría ser un virus presente en los murciélagos, pero no se sabe a ciencia cierta dónde ocurrió ese salto, de allí la sospecha de que podría haber sido también un virus que se estaba trabajando en un laboratorio, no con un fin de arma biológica sino simplemente porque se hallaba en estudio. «En el pasado ya se habían identificado siete especies de coronavirus que infectaban a los humanos, de las cuales dos habían causado emergencias: el SARS (síndrome respiratorio agudo) en 2003 y luego el síndrome respiratorio por el coronavirus del Medio Oriente, MERS, que fueron acotados. En el caso del SARS se comprobó que provenía de una civeta que habían comido en un congreso. En tanto, en el caso de MERS se registran casos en personas, pero no termina de transmitirse de humano a humano. Aquí el origen viene de los dromedarios camélidos, que poseen una alta prevalencia de ese virus. Hay interacción entre camélidos y humanos, este virus hizo varios saltos, pero no resultó exitoso en la transmisión interhumana», explica Cavallaro.
Otro de los casos donde afortunadamente hasta el momento el salto del virus no termina de producirse con éxito es el de la gripe aviar. En este caso, la información fue la que permitió circunscribir el problema, porque cuando se advierte un ave enferma se llama de inmediato al Servicio Nacional de Sanidad Agroalimentaria (SENASA), y se procede a la eliminación de todos los individuos.
Para Guillermo Folguera, biólogo, investigador independiente e integrante del grupo Filosofía de la Biología UBA-Conicet, autor del libro La Ciencia sin freno, el aspecto sanitario de una pandemia está fuertemente relacionado con las formas de producción y de consumo actuales. «Desde hace mucho tiempo son señaladas como potenciales causantes de pandemias o de enfermedades que aun sin afectar a todo el globo han afectado a una parte importante de la población, hablamos de las megafactorías de animales, esa enorme cantidad de concentración de animales en poco espacio, sumado a maltrato, una mala alimentación y a un uso de sistemáticos de agentes químicos. Todo esto evidentemente es un caldo de cultivo muy propicio para la propagación de virus, bacterias, hongos fuertemente resistentes y que se expanden a enorme velocidad; la aparición y propagación de enfermedades con potencial pandémico es un enorme problema y las megafactorías de animales son vías para esto», advierte.
A su vez, a las formas de producción se suman, tal como advierte la ONU, la explotación insostenible del medio ambiente debido al cambio de uso de la tierra, la expansión e intensificación de la agricultura, el cambio climático que deviene en la aparición o reaparición de virus, todo esto potenciado por la mayor movilidad de personas de un continente a otro.
La clave muy probablemente esté en considerar la salud bajo un concepto integrador. De hecho, a inicios de este año el Ministerio de Salud argentino, mediante una resolución, pasó a considerar «de interés sanitario la actividad que desarrollan los y las profesionales veterinarios y veterinarias, en la prevención y el manejo de enfermedades, incluidas las transmisibles a las personas, en el marco de la política “Una Salud”, un enfoque integral que toma en cuenta la interfaz entre los seres humanos, los animales y el ambiente».
«La idea de Una Salud ve a la salud ambiental, animal y humana como aspectos de un mismo asunto. El reconocimiento del riesgo pandémico en su nexo con las formas de producción y consumo le da la perspectiva política al problema, en el sentido más pleno del término, y en relación a cómo queremos vivir y pensarnos socialmente de acá a las próximas décadas, no a corto plazo. No se puede discutir un riesgo pandémico sin una discusión en torno a qué es salud, qué es equidad social, qué significa el maltrato animal, qué significa el sobreuso de químicos, qué tipo de prevalencia de enfermedades están aumentando, qué significa un sistema inmune deteriorado, cómo logramos que las personas tengan acceso a los bienes comunes, que lo público sea público, todas estas dimensiones no son ajenas a ningún tipo de pandemias», asegura Folguera.
«¿Si puede haber otra pandemia? Sí, siempre está latente que pueda haber otra pandemia por otro virus. Quizás, más que tener una visión apocalíptica, habría que rescatar la rápida respuesta del sistema científico, de salud, que hizo que esto no fuese una tragedia mayor de lo que fue, con millones de muertos –concluye Cavallaro–. Hay vigilancia epidemiológica de los virus conocidos, los sistemas de salud a nivel global están bien organizados en redes, luego hay grupos de estudio especializados, que se enfocan en virus presentes en determinada especie, igual es difícil de predecir cuál podría ser el futuro virus».