Informe especial | ENTREVISTA A PABLO SEMÁN

Extrema derecha al desnudo

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Bárbara Schijman

El sociólogo y antropólogo analiza las primeras semanas del Gobierno de Javier Milei y señala el peligro que se esconde detrás de elementos antidemocráticos y antirrepublicanos.

Foto: Horacio Paone

«Tenemos que dejar de pensar en términos de conservadurismo, liberalismo y nacionalismo como opuestos que no pueden conjugarse sin contradicción en un liberalismo conservador, autoritario y nacionalista (en abstracto, pero nacionalista al fin), porque La Liberad Avanza (LLA) se acogió a un planteo metodológico, ideológico y teórico que es el de Murray Rothbard y a un concepto que llaman “fusionismo”. Es una metodología que permite formar una especie de frente amplio de derechas, donde conviven y liman asperezas todas las versiones de las derechas con un interés supremo, que es el combate al comunismo entendido como un statu quo en que encalló la democracia», apunta Pablo Semán. Este libertarianismo, agrega, «es una reivindicación del mercado y de la autoridad al mismo tiempo. Inserto en este proceso histórico y en esa lógica, puede sin ningún problema reivindicar la dictadura. Porque además entienden que la dictadura combatía al comunismo. Y por la misma razón pueden ser contrarios a la IVE, en algunos casos al menos, porque el feminismo les parece una expresión de las izquierdas y del socialismo».
Sociólogo, antropólogo e investigador del Conicet, Semán es coordinador de Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? (Siglo XXI Editores, 2023), libro de muy reciente aparición que compila textos de Sergio Morresi, Ezequiel Saferstein, Melina Vázquez, Martín Vicente, Nicolás Welschinger y del propio Semán. Un novedoso «llamado a la realidad» que supo anticipar el escenario y por tanto anticipar preguntas y arriesgar respuestas. ¿De dónde salió esta derecha radicalizada y qué situaciones la impulsaron? ¿Qué demandas, experiencias y sensibilidades heterogéneas la atraviesan? A estos y otros interrogantes responde el también profesor del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín (Unsam), quien ya en 2012 advirtió sobre el crecimiento de «un sujeto en plan de nacer».

–¿Cómo evaluá el Gobierno de Milei en estas primeras semanas de gestión?
–Hay varias cuestiones a señalar: un discurso en las escalinatas del Congreso, prescindiendo del Parlamento, y la distinción por un lado nítida para confrontar y por otro lado difusa para definir entre «argentinos de bien» y «los otros». Elementos antidemocráticos, antirrepublicanos y profundamente divisionistas de la sociedad en cuanto a asignarle valor natural y definitivo a las diferencias políticas y crear una pauta de enfrentamiento muy fuerte entre los miembros de la sociedad argentina. También habría que decir que Milei trae algo extraordinario: es el único presidente de la democracia que no les habló a todos los argentinos, no importa que los demás presidentes gobernasen para una facción, pero por lo menos tenían la hipocresía, que es el homenaje que el vicio le rinde a la virtud de decir que hablaban para todos los argentinos. Milei no tuvo ni siquiera esa hipocresía, lo cual es problemático. A esto le sumaría la espectacularización del paquete de medidas propuestas por Sturzenegger y esta posibilidad de que eso se haga por DNU que, de nuevo, implica más confrontación, junto al anuncio del protocolo antipiquetes que ha tenido un fuerte efecto intimidatorio. Es un Gobierno que salió con los tapones de punta a promover la visión más radical posible de sus fines y sus medios.

«Es un Gobierno que salió con los tapones de punta a promover la visión mas radical posible de sus fines y sus medios».

–¿Qué busca con el protocolo antipiquetes?
–El protocolo antipiquetes es un problema enorme porque pone en juego todo el derecho a la protesta, inclusive el derecho del que hizo uso Patricia Bullrich, que ahora pasa al lado de la represión. Viene a reforzar una pauta autoritaria y confrontativa de parte del Gobierno. Hay una tentación verticalizante, un poco mesiánica y violenta. Milei no salió de la nada y eso hay que ponerlo en perspectiva en el proceso histórico y cada uno tendrá que hacerse cargo de lo que hizo y hay mucha gente que no debe omitir su responsabilidad; pero también Milei tendrá su responsabilidad y parece estar dispuesto a incrementar su cuota parte en una dinámica de confrontación política y social.
–¿Qué lectura hace de la movilización del 27 y los episodios de amedrentamiento y represión?
–Nuestra Constitución, vía un nuevo consenso emergente de la crisis, puede cambiar en un sentido que sigue la lectura de Ackerman propuesta por (el sociólogo) Martín Plot: «Un régimen político-constitucional no es la relación especular entre un texto o conjunto de textos y su aplicación lineal a la realidad política o jurídica sino que es una matriz de sentido que logra consolidarse en el tiempo, un entramado de prácticas, instituciones, sentencias judiciales, piezas legislativas, decisiones presidenciales y discursos sociales aceptables o inaceptables que domina la vida política, y que lo hace, usualmente, durante varias generaciones». Este 2001 dirigido contra el peronismo en el Gobierno y contra el conjunto de la clase política habilita un programa de reforma, ajuste y desregulación que se insinúa parecido al de 1989, pero sin tanto patrimonio para privatizar y con mucha más represión para consolidar el consenso. Ese es el espíritu de la represión del 27, que augura la instauración de un patrón represivo destinado a inhibir, amedrentar y deslegitimar la protesta entre una militancia que no esperaba este giro, que incluye patrones de violencia parecidos a los de Irán, Francia o el Chile de Piñera y las expectativas de su generalización como recurso político, la apelación a formas plebiscitarias de legitimación y resolución de diferencias y la descalificación en bloque de categorías sociales y políticas.

«El protocolo antipiquetes es un problema enorme porque pone en juego todo el derecho a la protesta, inclusive el derecho del que hizo uso Patricia Bullrich.»

–En 2012, algunos días después de las movilizaciones del llamado 8N, usted escribió una columna de opinión titulada «Un sujeto en plan de nacer». ¿Qué factores lo llevaron a advertir el crecimiento de la extrema derecha en Argentina?
–Creo que yo debía haber visto más preocupadamente lo que ocurrió en 2008, solo lo vi retrospectivamente como algo preocupante, porque ahí donde el kirchnerismo creyó que se organizaba, se identificaba y adquiría fuerza fue donde perdió la posibilidad de tener un proyecto verdaderamente hegemónico, esto es, que tuviera relevos de signo contrario, pero que mantuviesen alguna de sus políticas. Más bien lo que ocurrió es un enfrentamiento agonístico donde, además, organizó todas las cosas como para llevar todas las de perder y quizás el punto de origen anterior a todo esto sea ese, una decisión que varias veces llamé «galtierismo de izquierda».

Foto: Horacio Paone

–¿Por qué lo llamó de ese modo?
–No porque fuese militarista o no principalmente por eso, sino por convocar bravuconamente a una batalla que se termina perdiendo. Después sobrevino el triunfo de Cristina Fernández de Kirchner por el 54%, que en lugar de permitir una reflexión generó una especie de apunamiento a baja altura del kirchnerismo y engendró una consigna vacía de sentido político o con no más sentido político que el de acaparar los recursos de la política. Ahí hay otro punto de origen de esa situación y en el medio lo que se hizo con los números de la inflación también. El cepo fue otro punto de articulación de una voluntad contraria al kirchnerismo y eso lleva al 8N donde uno lo que ve es un conjunto plural de motivaciones presentes en la manifestación, una de las manifestaciones políticas más grandes de la historia política de la Capital Federal en términos de extensión y en términos de vivacidad cualitativa. Ahí había un sujeto por nacer, y donde muchos no veían nada se podía ver algo.
–¿Con qué reclamos o demandas nació ese sujeto?
–Lo que unificaba ya en ese momento era cierto reclamo de libertad en el sentido de «no me cambies mi conciencia a través de mentirme con datos de la inflación» o «déjenme hacer lo que quiero con mi dinero». Todo esto estalló una primera vez con el triunfo de Macri alrededor, no de un programa, pero sí de inquietudes antikirchneristas que son las mismas que triunfaron con Milei, solo que cuando llegó Milei todo eso estaba aumentado e intensificado. Y en el medio pasaron el fracaso económico de Macri y la agudización del problema de la inflación, que hace que la gente tampoco confíe en Macri, y después el Gobierno de Alberto Fernández, que combina cepo, deuda e inflación. Y finalmente, pero no en último lugar de importancia, la pandemia.

«La pandemia hizo evidente un fenómeno que está como un paño de fondo de todo lo que ocurre políticamente en la Argentina, que es la crisis del Estado».

–¿Cómo incidió la pandemia?
–La pandemia hizo evidente un fenómeno que está como un paño de fondo de todo lo que ocurre políticamente en la Argentina, que es la crisis del Estado, que le impone su dinámica crítica a la política y a la economía. Y entonces la crisis de un Estado, que no hace pie ante la velocidad de los capitales, la velocidad de la información y la insumisión de las subjetividades donde nada se deja encuadrar colectivamente, se agudizó como problema y se evidenció como problema durante la pandemia. Todo eso catalizó la formación de lo que ya venía de mucho antes y que llamo «el frente amplio de la libertad», porque justamente pueden convivir distintas demandas de libertad sin obligarse a una síntesis o permitiéndose síntesis parciales y creando nuevas identidades políticas o nuevas sensibilidades. Esta derecha no es totalmente nueva, se entreteje con la herencia de la convertibilidad que se reactivó justamente en 2008.

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