26 de abril de 2025
«En su papado, la Iglesia hizo suyo el mundo de los pobres», dice el investigador, que analiza la figura del pontífice argentino en el contexto de la tradición católica y de los conflictos políticos del presente.

Tras su muerte, miles lo despidieron en Roma y millones lo lloraron a la distancia, sintiéndose un poco huérfanos. Lo que es seguro es que la figura de Francisco, el primer papa latinoamericano y argentino, ya tiene su lugar en la historia mundial. ¿Qué lo hizo diferente? ¿Por qué su prédica llegó incluso a quienes no profesaban la fe católica? ¿Cómo se relacionó con los poderes políticos y económicos? ¿Cuál fue su legado y qué cuestiones decidió dejar inamovibles, fiel a la institución a la cual pertenecía? ¿Quién lo sucederá en el papado? Fortunato Mallimaci, sociólogo y doctor en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, e investigador Superior del CONICET especializado en temas de sociedad, cultura y religiones, dialogó con Acción para intentar responder estas preguntas.
‒¿Qué significó el papa Francisco para la iglesia católica, en términos institucionales, pero también en su relación con la sociedad y la política?
‒Para analizarlo hay que compararlo con los anteriores, es decir, con las otras personas que estuvieron en su mismo cargo, y en los contextos en los cuales se desarrollaron. La Iglesia católica está en una profunda crisis a nivel institucional, crisis que empezó allá en las décadas de los 60 y los 70, cuando era otro mundo y había un desafío del mundo europeo, del mundo burgués, un desafío de la Unión Soviética, varios desafíos estaban presentes, que influían sobre su feligresía a nivel global. La Iglesia dijo que había que hacer cambios, escuchar más a las poblaciones. Se hicieron numerosas experiencias y la de América Latina fue la más transformadora. Ese catolicismo latinoamericano empezó a romper lazos con los grandes grupos de poder, con las dictaduras o los intentos de golpes de Estado, se hizo una enorme transformación, se llamó la Teología de la Liberación. Al mismo tiempo, eligieron un papa, Juan Pablo I, el último italiano por lo menos hasta ahora. Luego se muere, vuelven a juntarse y deciden ver a alguien del mundo exsoviético, que es Juan Pablo II, quien se alarmó con lo que ocurría en América Latina: veía que la institución había ido demasiado hacia aquellos grupos que la Iglesia católica había condenado desde hacía mucho tiempo: los liberales, las posturas más de izquierda o más comprometidas con lo popular, dejando, según él, de lado cierta religiosidad que había que seguir manteniendo. En el año 2000, propone crear otros movimientos, de ahí que la idea del compromiso social y con los pobres se deja de lado en aras de retomar una identidad católica, perfecta, única, que había que cumplir en la vida espiritual, familiar y sexual.
‒¿Qué ocurrió?
‒Son movimientos que se tornaron muy importantes en América Latina, y al mismo tiempo entraron en un proceso de enriquecimiento, de denuncias de pedofilia, de abusos de poder por toda América Latina. ¿Y qué hizo la estructura romana, como hace tantas veces? Lo encarpetó, dijo: «Bueno, no es para tanto». Se muere el papa y ¿quién lo sigue? Aquel que había sido su segundo, el que había insistido en poner una rigidez muy fuerte en las personas. Ratzinger continúa con ese ideal, de una Iglesia en la que los que queden sean los mejores. Pero ese papa renuncia diciendo la Iglesia está llena de pedófilos y no puedo hacer nada. Segundo, dice, «estoy descubriendo que por todos lados, en el Vaticano, y en Roma, y en España, se aprovechan y hacen negociados con el banco del Vaticano». Y tercero, dice, «me voy porque la curia romana está llena de víboras», después de que se conocieran documentos internos.
‒Entonces aparece el papa argentino…
‒Eligen a un obispo de América Latina que llega para también asumir esos delitos que se cometían en la Iglesia católica, y al mismo tiempo sostiene que hay que abrir. Va a ser una palabra interesante, con apertura y salida a las periferias. A partir de ahí, él va a iniciar ese legado que es la importancia del mundo de los pobres, además al viajar descubre que hay que salir de Europa, una Europa envejecida, que sigue con sus problemas. Y ese mundo de los pobres, es el de los marginados, «los descartados», una palabra que no usábamos.
«Las religiones no son violentas, los que son violentos son los grandes grupos económicos, los que crean las armas, los que explotan nuestras sociedades.»
‒Cuestionó a los poderes económicos…
‒Hace algo importantísimo, que es preguntar por qué hay pobres, por qué hay marginados, por qué hay descartados. Y le pone nombre y apellido: porque hay un capitalismo salvaje, porque hay un mercado desregulado que solo piensa en las ganancias, porque hay mercaderes en las guerras que solo buscan negocios para sus empresas, y porque hay un capital financiero que lucra en desmedro del trabajo. Al mismo tiempo, a nivel global, parece ser que las derechas y las ultraderechas son las que empiezan a tener voz, mayor presencia, y son más capaces de asumir la bronca popular que los partidos comunistas, los partidos socialistas, los partidos demócratas cristianos, los partidos liberales. La Iglesia católica, de rémoras conservadoras en muchos temas, se convierte, en soledad, quizás en la única voz legítima que a nivel global hace suyo el mundo de los pobres, el mundo de los descartables, el mundo de las mujeres, el mundo de los homosexuales, el mundo de las lesbianas y, sobre todo, diciendo no a la guerra, ya casi de modo intransigente.
‒¿A quiénes se enfrentó?
‒Bueno, ahí tenemos entonces un problema que es que esos grupos que él denuncia, de empresarios, de financistas, de poderosos, van a buscar también la religión para criticarlo a él. No estamos ante grupos agnósticos en el mundo financiero, o que solo piensan en ganancias; sí, piensan en ganancias, pero en cómo consolidarlas en la sociedad y para eso la ideología la que los lleva a buscar grupos religiosos que los apoyen: Trump, Bolsonaro, Melloni, Vox, Milei, Bukele.

Despedida. Miles de fieles participaron del funeral del papa en Roma.
Foto: Getty Images
‒¿Qué pasa con las religiones, la fe, en medio de discursos individualistas y derechizados?
‒Ese es un tema interesantísimo. Este catolicismo que yo estoy describiendo, ya desde el fin del siglo XIX hasta hoy, es furibundo en contra del individualismo. ¿Qué dice Francisco sobre eso? Una cosa es el individualismo de los ricos, que piensan solo en ellos, y otra cosa es el individualismo de los pobres, que no tienen nada. Ahí tienen que estar los grupos religiosos acompañándolos, dándoles apoyo. Francisco le da otro toque más a esto, con una innovación total para la Iglesia católica, cuando él dice que hay que acercarse en esta mirada más global ahora, hay que acercarse al mundo islámico. Y ahí otra vez la crítica, ya no de los grandes grupos de poder, ni de los grupos católicos sino, sobre todo en Europa, de la intelectualidad que se siente amenazada por el Islam. Ya Ratzinger lo había dicho, es una amenaza, y Francisco dice «no, no es una amenaza, al contrario, si yo quiero crear un Dios que tenga diversas caras, una fraternidad universal, no se puede hacer sin los islámicos, que son importantísimos en el gran proceso de transformación». ¿Y qué hace? Va a ver a los imanes, sobre todo al imán de Emiratos Árabes Unidos y al imán de Egipto, ellos son los hermanos musulmanes, los que ganan las elecciones en Egipto, en Argelia, en Túnez, en Arabia Saudita. Y por otro lado va a ver a la Ayatola de Irak, es como el líder de los chiítas, es decir, es el líder que es acusado de terrorista. Con todos ellos acuerda lo mismo, lo logra hacer: las religiones no son violentas, hay grupos en su interior, los que son violentos son los grandes grupos económicos, los que crean las armas, los que explotan nuestras sociedades.
‒¿Qué cuestiones que quizás estaban en su agenda no logró plasmar? Se habla del celibato.
‒No, no es que no lo logró, no cree en eso. A ver, él es un conservador total. No es que no logró, no quiso. Porque la mujer «vade retro Satanás», ya lo dijeron desde Jesús hasta hoy, las mujeres no tienen que estar en lo sagrado. Estuvo el sínodo en Amazonas, en 2019, en el que se lo pidieron y dijo que no.
«La Iglesia es una institución patriarcal en su estructura, piramidal, y después sí, fruto del esfuerzo, fruto de la sociedad, incorporó mujeres.»
‒Pero hubo algunas mujeres que empezaron a ocupar espacios…
‒Es una institución patriarcal en su estructura, piramidal, y después sí, fruto del esfuerzo, fruto de la sociedad, incorporó mujeres. Hay mujeres, pero la mayoría de ellas renunciaron. Las que entraron en la comisión sobre pedofilia, se fueron; las que entraron en la comisión de la familia, se fueron; las que entraron en un Ministerio de Cultura, se fueron ¿Por qué? Porque no las dejan; mejor dicho, nombran mujeres comprometidas, mujeres valiosas, pero que no quieren ser segundonas de un obispo o de un cura.
‒¿Fue una contradicción?
‒No, es la manera de comprender. Dios está con todos, esto es fenomenal porque cambia el paradigma, ahora, al mismo tiempo me reservo el derecho de admisión. Es interesante esta idea, porque por un lado abre la comprensión a un Dios que te acompaña, que es amor, que está para todas y todos, a nadie se le niega, pero para adentro (de la institución) no te dejo entrar.
‒¿Puede sucederlo una figura más conservadora y alineada con la ultraderecha?
‒Hay que salir de ahí, el papa no es conservador ni progresista; combinan, por eso es medio inclasificable muchas veces. Progresista no es para nada; conservador, reformista, movimientista, esas son las palabras para el papado. En el largo plazo se van a encontrar.